La verdad es que debemos hasta los calzones. Estamos hasta el cuello. Si unimos la deuda soberana, la privada y la de los hogares tendremos una enorme torta que supera por tres el producto interno bruto mundial. No estábamos así desde la Segunda Guerra Mundial. Y es que somos adictos. Desde la Gran Recesión del 2008, la deuda global ha aumentado a niveles alarmantes y ahora con la crisis del coronavirus es peor. Estamos pagando deuda con deuda. Y la bola de nieve se hace cada vez más grande. Obviamente que esto no es sustentable. Es una bomba de tiempo del demonio. Señores, nos espera una nueva crisis de deuda. ¡Sálvese quien pueda!
Ahora bien, ¿a quién le debemos tanto dinero? ¿A los extraterrestres? ¿Cómo es posible deber tres veces lo que producimos? Bueno, he ahí el pequeño gran detalle. Casi nadie entiende lo que en realidad es la deuda. Y toda esta confusión es parte del problema. Cuando hablamos de deuda, no estamos hablando de que le debemos tres planetas a los extraterrestres porque nos sobregiramos con la tarjeta de crédito. En contabilidad, una deuda es dos cosas. Es un pasivo para el deudor. Pero es un activo para el acreedor. Entonces, cuando se dice que hay más 300 billones de dólares en deuda por el mundo, también se está diciendo que hay 300 billones de activos en el mundo. Porque la deuda es la obligación de alguien, pero la riqueza de alguien más.
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Por otra parte, la palabra “deuda” tiene una connotación moral. Por lo general, se habla de deuda con indignación porque nos parece que endeudamiento es sinónimo de irresponsabilidad. Entonces, mucha deuda es mucha irresponsabilidad. Lo que implica que en un planeta que debe tres veces lo que produce en un año está prácticamente condenado al infierno. Si nos guiamos por la Divina Comedia de Dante, bien sabemos que el lugar reservado para los deudores no es precisamente muy bonito.
Los malentendidos en torno a la deuda son en parte semánticos. Porque usamos la misma palabra para muchas cosas. Por ejemplo, supongamos que tenemos unos ahorros en el banco, pero un día decidimos utilizar parte de esos fondos para comprar un computador nuevo. Ahora bien, estamos comprando hoy porque encontramos una oferta, pero la idea era pagarlo con nuestro sueldo que llega en una semana. Entonces, sacamos una “préstamo” temporal de nuestra cuenta de ahorro para realizar la compra porque nuestra cuenta corriente está vacía. Preferimos no usar nuestra tarjeta de crédito esta vez porque ya sacamos mucho de ahí.
Ahora bien, ¿qué tenemos en nuestro libro? Tenemos el computador como activo. Como advertimos al principio no tenemos nada de efectivo. La cuenta por pagar en la tarjeta de crédito es un pasivo. Tenemos un activo de la cuenta de ahorro (el dinero que usamos para comprar el computador), pero un pasivo personal porque nos prometimos devolver ese dinero. Y nuestro sueldo de la próxima semana es un activo nuestro, pero es un pasivo para nuestro jefe. Si sumamos todos los pasivos (el dinero que sacamos de los ahorros provisionalmente, el de la tarjeta de crédito, y el de nuestro jefe) y lo comparemos con el gran $0 que tenemos en efectivo, seriamos acribillados en la prensa. “¡En la quiebra por un computador! ¡Puras deudas y sin dinero en el banco! Le pasó por irresponsable."
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Este titular sensacionalista sobre nuestra hipotética economía doméstica solo es posible debido a los dos malentendidos antes mencionados. Es decir, nuestra ignorancia contable y al vínculo sesgado que siempre hacemos entre la palabra deuda y la inmoralidad. Por supuesto que no estamos en quiebra por un computador. Sin embargo, sí estamos ante una situación de cuidado y sí tenemos que ser prudentes con nuestros gastos. La situación se puede salir de control, si comenzamos a usar nuestra tarjeta de crédito para comprar un computador nuevo cada semana y luego usamos la tarjeta para pagar las cuotas. Apartando eso, la prensa siempre cubre la deuda con amarillismo.
Volviendo a la deuda global. La más grande es la deuda soberana. Es decir, la deuda de los gobiernos. Esta deuda es el activo de sus acreedores. ¿Quiénes? Muchos, pero principalmente: Los bancos centrales y los inversores institucionales. En otras palabras, el público. Entonces, el público le debe al público. Nosotros nos hemos prestado a nosotros mismos. La deuda es nuestro pasivo. Y la deuda es nuestro activo. Cada bono que emite el Gobierno es nuestro pasivo por el hecho de que el Gobierno es un ente público. Y cada activo del banco central es nuestro por ser un ente público. Los Gobiernos y los bancos centrales son peces de la misma pecera.
La gigantesca deuda global es señal de un exceso por parte de todos. Con las tasas de interés por el suelo, el incentivo para pedir un préstamo es simplemente demasiado y caemos en la tentación de gastar más de la cuenta. Los Gobiernos gastan más de la cuenta, las corporaciones gastan más de la cuenta y los particulares gastan más de la cuenta. Y con gasto me refiero específicamente a consumo, no a inversión. Es decir, mala deuda.
Los campeones del endeudamiento mundial son los Estados Unidos y China. Pero en el mundo hispano tenemos a nuestros propios campeones: España y Chile. Los demás no tienen más deuda no porque no quieren o porque son más responsables, sino porque no pueden. Que me lleva a lo siguiente. La deuda externa en divisa extranjera. Algo más peligroso que un mono con hojilla.
Los países más desarrollados cuentan con mercados financieros sólidos y acumulan deuda en su propia moneda. Entonces, en un sistema fiat como el que tenemos, el banco central puede pagar las obligaciones imprimiendo dinero. Esto se resuelve colocando números en un computador y ya. Pero en el caso de la mayoría de los países en desarrollo, que no tienen mercados financieros consolidados, la deuda normalmente se emite en dólares y se debe pagar con las reservas. Y aquí es donde se complica el asunto, porque las reservas dependen de la balanza comercial. O sea, las exportaciones deben ser mayores a las importaciones. Cosa que en muchos casos no es fácil. Sobre todo, en un mundo que está retrocediendo en el proceso de globalización.
¿Qué significa esto? Bueno, riesgo de impago. Y como esos bonos son los activos de muchos. Las pérdidas pueden llegar a ser importantes. Los impagos afectan la credibilidad del país en cuestión y pone en jaque las posibilidades de obtener créditos ventajosos. Entonces, los Gobiernos afectados pierden capacidad. Y son los pueblos los que sufren.
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Sin embargo, la deuda (en moneda propia o no) tiene sus efectos en la economía. El endeudamiento desacelera la economía. Es decir, todo es más duro con mucha deuda. ¿Qué es la deuda? Una deuda es una promesa a pagar en el futuro. Obtenemos dinero hoy y mejora nuestra capacidad de compra, pero en el futuro debemos devolver este dinero y baja nuestra capacidad de compra entonces. Lo que quiere decir que la deuda genera una prosperidad ilusoria por un momento, pero luego en el momento que debemos pagarla debemos ajustarnos el cinturón. La buena deuda mejora nuestra capacidad de pago en el futuro, porque se usa el préstamo para la inversión, pero me temo que lo que tenemos ahora es mala deuda en su mayoría.
Por un milagro, toda esta deuda no ha causado inflación. Sin embargo, esa asfixiando la economía (antes y después del coronavirus). Los políticos, por razones políticas, no tuvieron el valor que subir las tasas de interés hace 7, 6, 5, 4 años atrás para recortar la deuda. Obama, Trump, Xi Jinping y compañía. Todos dejaron correr la bola para no parar la fiesta. Los estímulos son necesarios ahora para frenar la crisis. Y no hay más opción que aumentar la deuda. En este sentido, se está actuando bien. El problema estuvo hace años que no se redujo la deuda subiendo los tasas cuando se podía (en la cúspide de la bonanza). ¿Por qué? Por codicia. Pero esa codicia nos saldrá cara. La pagaron con estancamiento económico en los próximos años.