El mundo de las finanzas es, a menudo, un juego de gigantes. Y en España, ese juego tiene ahora mismo un protagonista principal: la posible fusión entre BBVA y Banco Sabadell. No es solo una operación corporativa más; es una saga que se ha extendido por años, llena de giros, rechazos y, ahora, una oferta pública de adquisición (OPA) hostil que ha puesto en vilo a todo el sector bancario. De esto, como de casi todo, hay que leer la letra pequeña.

La ambición de un gigante: BBVA va a por todas

BBVA no es precisamente un banco pequeño. Es un coloso con presencia global, y su aspiración con la compra de Sabadell es clara: hacerse aún más grande en España. ¿Por qué este afán por el tamaño? La respuesta es multifacética y tiene su lógica en el mundo bancario actual.

Primero, la eficiencia. Fusionar operaciones significa poder eliminar duplicidades. Piensa en dos empresas con departamentos de informática, recursos humanos o contabilidad. Unirlos implica un solo departamento, menos personal, menos gastos. Esto se traduce en sinergias, que es la palabra mágica que usan los banqueros para justificar estas grandes operaciones. Es decir, que 2 más 2 no suman 4, sino 5.

Segundo, la escala. En un entorno de tipos de interés fluctuantes y una regulación cada vez más exigente, ser grande te da una ventaja competitiva. Permite invertir más en tecnología, resistir mejor los embates económicos y tener una posición negociadora más fuerte frente a clientes y proveedores. Para BBVA, incorporar a Sabadell significa fortalecerse en segmentos clave, como el de las pequeñas y medianas empresas (PYMES), donde Sabadell tiene una reconocida fortaleza. Es como añadir un motor extra a un coche que ya es potente.

El "no" de Sabadell: ¿Valor o resistencia?

Pero la historia no ha sido un camino de rosas. BBVA hizo su primera oferta en 2020, y Sabadell la rechazó. Cuatro años después, la historia se repite: BBVA lanza una nueva oferta "amistosa" y Sabadell, de nuevo, dice "no". ¿Por qué tanta resistencia?

Desde el punto de vista de Sabadell, la respuesta es clara: la oferta de BBVA infravalora su banco. Tras años de reestructuración, de deshacerse de activos problemáticos y de centrarse en su negocio principal, Sabadell ha mejorado significativamente sus resultados. Su consejo de administración cree que el valor que BBVA está dispuesto a pagar no refleja este esfuerzo ni su potencial futuro. Es como si te ofrecieran comprar tu casa justo cuando acabas de reformarla y el barrio está en auge.

Pero más allá del precio, hay un componente de identidad y cultura. Sabadell ha cultivado una relación muy cercana con las PYMES y autónomos, con un modelo de negocio que, aunque más pequeño, es eficiente y especializado. La idea de ser absorbido por un gigante como BBVA puede generar inquietud sobre si esa cercanía se mantendrá o si su modelo será diluido en una estructura mucho mayor y, quizás, más impersonal. Es la lucha de David contra Goliat, pero esta vez, David tiene accionistas a los que rendir cuentas.

Los riesgos de la concentración: La mirada de los reguladores y el Gobierno

Cuando dos grandes bancos se plantean fusionar, no es solo un asunto de ellos. El Gobierno español y los reguladores tienen mucho que decir, y su papel es crucial para proteger el interés público. Las preocupaciones son variadas y legítimas:

Competencia: Este es, quizás, el punto más sensible. Si BBVA absorbe a Sabadell, el número de grandes bancos en España se reduciría aún más. Esto podría derivar en menos competencia, lo que para los clientes se traduce en menos opciones, productos más caros o peores condiciones. La preocupación es especialmente aguda en el segmento de las PYMES, donde Sabadell es un actor clave. ¿Qué pasaría si las PYMES tuvieran menos bancos a los que acudir para financiación? El mercado podría volverse menos dinámico y más oligopolístico.

Empleo: Las fusiones, casi siempre, implican duplicidades de personal. Y esto, por desgracia, se traduce en ajustes de plantilla. Miles de empleos podrían estar en riesgo, lo que genera una enorme preocupación social y política.

Exclusión financiera: Con menos bancos y más grandes, existe el riesgo de que se cierren sucursales, especialmente en zonas rurales o menos pobladas. Esto podría llevar a una mayor exclusión financiera, dejando a personas y negocios sin acceso fácil a servicios bancarios básicos.

Por todas estas razones, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) y, más importante aún, el Gobierno español, han puesto un freno a la operación. Han aprobado la OPA, sí, pero con condiciones muy estrictas y sin precedentes. La más destacada: BBVA y Sabadell deberán mantener su personalidad jurídica y autonomía de gestión separadas por un mínimo de tres años, ampliables a cinco. Esto es un "sí, pero no del todo", una especie de fusión a medio gas, diseñada para mitigar los riesgos sociales y económicos. Es una forma de decir: "Queremos competencia y estabilidad, no solo tamaño".

¿Grandes o pequeños? El eterno dilema bancario

La historia de BBVA y Sabadell nos lleva al eterno dilema del sector bancario: ¿Es mejor tener bancos grandes y robustos o un ecosistema más diverso con actores de diferentes tamaños?

Los bancos grandes ofrecen ventajas innegables: mayor capacidad de inversión en tecnología, más resiliencia ante crisis, y una oferta de productos y servicios más amplia. Son los "barcos cisterna" que pueden navegar por aguas turbulentas sin volcarse.

Pero los bancos pequeños también tienen su encanto y sus beneficios: a menudo son más ágiles, más cercanos al cliente, y pueden ofrecer un servicio más personalizado y especializado. Son las "lanchas rápidas" que pueden maniobrar en aguas más estrechas y atender necesidades muy específicas.

La trama de BBVA y Sabadell es un reflejo de este debate. La imposición de condiciones por parte del Gobierno español, exigiendo que las entidades mantengan su independencia operativa por un tiempo, es un intento de encontrar un punto medio: permitir la consolidación para la eficiencia, pero sin sacrificar la diversidad y la competencia que los bancos más pequeños, como Sabadell, han aportado al mercado.

Al final, la decisión sobre la fusión recae en los accionistas de Sabadell. Ellos tendrán la última palabra en este laberinto financiero. Pero sea cual sea el desenlace, esta historia ya nos ha enseñado mucho sobre las complejas interacciones entre el poder bancario, la regulación y el interés público en la economía de hoy. Y nos recuerda que, incluso en un mundo dominado por gigantes, siempre hay espacio para la resistencia y la búsqueda de equilibrio.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.