Para muchos latinoamericanos, la idea de invertir en la bolsa de valores de Wall Street, donde se negocian las acciones de gigantes como Apple, Google o Tesla, parece un sueño lejano. Es un mercado que, a primera vista, se siente inalcanzable, separado por barreras geográficas, burocráticas y económicas que dificultan el acceso. Y es que, la realidad es que la inversión en acciones de Wall Street desde nuestros países enfrenta una serie de obstáculos bastante significativos, que van más allá de una simple diferencia de huso horario.
En primer lugar, nos topamos con un laberinto de regulaciones y burocracia. Cada nación en América Latina posee su propio conjunto de leyes financieras y cambiarias, que pueden convertir el proceso de inversión internacional en una verdadera odisea. Abrir una cuenta con un bróker que opere a nivel global a menudo demanda una montaña de documentos, verificaciones de identidad rigurosas y pruebas de domicilio que resultan engorrosas para cualquier ciudadano latinoamericano. Además, las reglas sobre el movimiento de capitales varían enormemente, limitando la cantidad de dinero que se puede enviar o recibir del extranjero, lo que añade otra capa de complejidad.
Luego está el tema del acceso a esos brókers internacionales. Si bien existen plataformas que permiten a inversores de nuestra región operar en Wall Street, no todas están disponibles en cada país. Y las que sí lo están, a menudo imponen requisitos de capital mínimos que son demasiado elevados para el inversor promedio. En muchos casos, los brókers locales simplemente no ofrecen acceso directo a los mercados estadounidenses, o lo hacen a través de intermediarios que, por supuesto, vienen con tarifas que muerden una porción considerable de las posibles ganancias.
Hablando de costos, este es otro factor desmotivador. Las transacciones internacionales, el cambio constante entre nuestra moneda local y el dólar, y las comisiones de los brókers se suman, resultando en un costo total significativamente más alto para los inversores latinoamericanos. Esto, naturalmente, reduce el atractivo y la rentabilidad potencial de sus inversiones, haciendo que el esfuerzo apenas valga la pena.
Un aspecto no menos importante es la educación financiera. En muchas de nuestras sociedades, el conocimiento sobre cómo funcionan los mercados de valores, y mucho menos los extranjeros, no está tan difundido como en países con economías más desarrolladas. Esta brecha de conocimiento puede generar inseguridad y una falta de entendimiento sobre cómo operar en estos mercados y, crucialmente, sobre los riesgos que conllevan.
Además, para sumergirse en la bolsa de EEUU, es imprescindible poseer una cuenta bancaria, lo cual facilita el flujo de fondos, tanto para la compra de activos como para el retiro de ganancias y capital. Y, por último, pero no menos importante, está la inestabilidad de nuestras monedas locales. La volatilidad frente al dólar introduce un riesgo adicional una ganancia sustancial en dólares podría diluirse considerablemente al momento de convertirla a pesos, reales o bolívares, dejando al inversor con una sensación agridulce.
Pero, ¿qué pasaría si existiera una forma de sortear estas barreras? Aquí es donde entran en juego las acciones tokenizadas, una innovación que promete democratizar el acceso a Wall Street para los inversores latinoamericanos. Imaginen estas acciones tokenizadas como representaciones digitales de acciones tradicionales, emitidas y negociadas directamente en una blockchain. Esto, por su propia naturaleza, abre un abanico de ventajas significativas.
Una de las más atractivas es el fraccionamiento de acciones. Con los tokens, ya no es necesario comprar una acción completa de una empresa que cotiza a precios estratosféricos, como las de Amazon o Google. En su lugar, un inversor puede adquirir solo una fracción de esa acción, con una inversión inicial mucho menor. Esto, sin duda, derriba una barrera de entrada fundamental para aquellos con un capital limitado.
Además, la mayor accesibilidad y liquidez es una característica sobresaliente. Al residir en una blockchain, las acciones tokenizadas pueden negociarse prácticamente las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Esto contrasta drásticamente con los mercados tradicionales, que operan en horarios fijos y limitados. Esta disponibilidad constante no solo aumenta la liquidez, sino que también permite transacciones más rápidas y eficientes, sin la necesidad de los intermediarios tradicionales que ralentizan el proceso y añaden costos.
Y es precisamente esa reducción de costos y tarifas lo que hace que los tokens sean tan atractivos. La tecnología blockchain tiene el potencial de eliminar muchos de los intermediarios y procesos burocráticos asociados con la inversión convencional. Esto se traduce en una disminución significativa de las tarifas de transacción y los costos generales, haciendo que la inversión sea más rentable para el inversor final. Asimismo, la transparencia y seguridad inherentes a la tecnología blockchain son invaluables. Cada transacción queda registrada en un libro mayor inmutable y transparente, lo que no solo aumenta la confianza, sino que también reduce considerablemente el riesgo de fraude.
Por último, es la promesa de menos barreras geográficas y regulatorias. Si bien es cierto que las acciones tokenizadas aún enfrentan desafíos regulatorios y la necesidad de marcos legales claros en muchas jurisdicciones, su naturaleza descentralizada y global podría, a largo plazo, simplificar enormemente el acceso transfronterizo. Esto significa que sería mucho más fácil para los inversores de Latinoamérica participar activamente en los mercados globales.
De hecho, algunas plataformas ya están ofreciendo acciones tokenizadas respaldadas por acciones reales, permitiendo a usuarios internacionales comerciar con ellas de forma más directa y sin las trabas usuales.
Conclusión
Mientras que la inversión tradicional en Wall Street desde América Latina se ve constantemente obstaculizada por regulaciones complejas, costos elevados y requisitos de capital restrictivos, las acciones tokenizadas presentan una visión esperanzadora de democratización y accesibilidad.
Esos tokens permiten que un número mucho mayor de personas participe en el mercado global con menos fricciones y una inversión inicial significativamente más baja. Es cierto que la percepción de menos regulación y burocracia para estos tokens de acciones se deriva en gran medida de su naturaleza tecnológica y, en el pasado, de una cierta ambigüedad regulatoria. Sin embargo, no debemos olvidar que, cuando estos tokens representan valores reales, los reguladores están cada vez más decididos a aplicar las mismas leyes que a las acciones tradicionales.
Ciertamente, es un espacio en constante evolución, y a medida que la tecnología se integra más profundamente en los mercados financieros globales, la expectativa es una mayor claridad y supervisión. Pero la promesa fundamental sigue ahí un Wall Street al alcance de la mano para los latinoamericanos.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

