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Gustavo GodoyGustavo Godoy

Wall Street en la cima: ¿La calma antes de la tormenta arancelaria?

Wall Street prospera por economía sólida, ganancias, IA y geopolítica, pero aranceles amenazan su calma.

Wall Street en la cima: ¿La calma antes de la tormenta arancelaria?
Opinión

La euforia actual en el mercado bursátil estadounidense no es infundada. Detrás de estos números récord hay una serie de factores macroeconómicos y corporativos que han convergido para crear un entorno propicio para la inversión. En primer lugar, la economía estadounidense ha demostrado una resiliencia sorprendente. A pesar de las persistentes preocupaciones sobre una desaceleración, o incluso una recesión, la realidad ha sido muy diferente. 

El Producto Interno Bruto (PIB) ha mantenido un crecimiento sólido, impulsado por un consumo robusto y una inversión empresarial que se mantiene fuerte. El mercado laboral, en particular, sigue siendo un pilar de esta fortaleza, con tasas de desempleo en mínimos históricos y un crecimiento del empleo que desafía las expectativas. Esta solidez económica proporciona un telón de fondo tranquilizador para los inversores, sugiriendo que las bases sobre las que se asientan las ganancias corporativas son estables.

Complementando esta fortaleza macroeconómica, las ganancias corporativas han sido consistentemente sólidas. Las empresas que componen los principales índices bursátiles han estado reportando resultados que superan las expectativas, lo que a su vez impulsa el valor de sus acciones. Este crecimiento de las ganancias no es solo nominal; se observa una mejora en la eficiencia operativa y en la capacidad de adaptación de las empresas a un entorno global dinámico. Los analistas proyectan que las ganancias por acción del S&P 500 están en camino de establecer un nuevo récord este año, un testimonio del buen desempeño del sector privado estadounidense.

Las expectativas de política monetaria también han jugado un papel crucial en este repunte del mercado. A medida que la inflación ha mostrado signos de contención y moderación, el mercado ha comenzado a anticipar un posible giro en la política de la Reserva Federal. A pesar de que la Fed ha insinuado una postura más cautelosa y ha dejado la puerta abierta a mantener las tasas altas por más tiempo de lo esperado inicialmente, el mercado parece descontar que, en algún punto, los recortes de tasas de interés son inevitables. Tasas de interés más bajas hacen que el costo de endeudamiento sea más accesible para las empresas, lo que estimula la inversión y la expansión. Además, reduce el atractivo de los bonos en comparación con las acciones, lo que tiende a canalizar capital hacia el mercado de renta variable.

El sentimiento del inversor, un factor a menudo subestimado pero potente, está actualmente en niveles elevados. Cuando el mercado sube y se rompen récords, se crea una especie de "efecto bola de nieve" donde el optimismo alimenta más optimismo. Los inversores, tanto institucionales como minoristas, se sienten más confiados para asumir riesgos, lo que atrae aún más capital al mercado y perpetúa el ciclo alcista. Este fenómeno psicológico es una fuerza poderosa que puede impulsar los precios más allá de lo que los fundamentos puros podrían justificar.

Finalmente, la innovación tecnológica, con la inteligencia artificial (IA) a la cabeza, continúa siendo un motor fundamental del crecimiento. Empresas como NVIDIA, que ha experimentado un crecimiento exponencial gracias a la demanda de sus chips para IA, son solo un ejemplo de cómo las nuevas tecnologías están redefiniendo industrias enteras y creando nuevas oportunidades de inversión. La promesa de la IA de transformar la productividad y la eficiencia en diversos sectores genera un entusiasmo considerable entre los inversores, quienes buscan posicionarse en las empresas que lideran esta revolución.

A estos factores internos se suman desarrollos geopolíticos positivos que han aliviado las tensiones. La desescalada de las tensiones entre Irán e Israel ha reducido la prima de riesgo geopolítico que pesaba sobre los mercados. De manera similar, la percepción de un acercamiento y un acuerdo en las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos ha sido recibida con alivio, disipando parte de la incertidumbre que había pesado sobre el comercio global. Estos elementos externos contribuyen a un entorno más estable y predecible, lo que es inherentemente positivo para los mercados financieros.

A pesar de este panorama aparentemente idílico, existe una "piedra en el zapato" que podría perturbar la calma actual: los aranceles. La posibilidad de que Estados Unidos, bajo una administración potencialmente más proteccionista como la de Donald Trump, impulse una política de aranceles agresivos, representa una amenaza significativa para el actual optimismo del mercado.

Los aranceles son, en esencia, impuestos sobre los bienes importados. Su imposición tiene el potencial de generar inestabilidad en varios frentes. En primer lugar, aumentan los costos para las empresas. Aquellas compañías que dependen en gran medida de insumos, componentes o productos terminados importados, verán sus gastos operativos dispararse. Este incremento en los costos puede reducir drásticamente los márgenes de beneficio, lo que a su vez impacta negativamente en sus valoraciones bursátiles. A menudo, las empresas intentan trasladar estos costos adicionales a los consumidores a través de precios más altos, lo que puede alimentar la inflación y reducir el poder adquisitivo de los hogares.

La incertidumbre y la volatilidad en los mercados son otros efectos directos de la amenaza arancelaria. Los inversores detestan la incertidumbre. La mera posibilidad de una escalada arancelaria crea un ambiente de cautela, donde la inversión se retrasa y los capitales pueden retirarse de activos de riesgo. Esto se traduce en mayores fluctuaciones en los precios de las acciones y una menor confianza general en el futuro económico. Las empresas, ante la imposibilidad de planificar a largo plazo debido a la incertidumbre sobre los costos y el acceso a los mercados, pueden reducir sus inversiones y planes de expansión.

Paradójicamente, y en contra de la narrativa predominante de que los aranceles son inherentemente destructivos, podríamos plantear un contraargumento: ¿y si la imposición de aranceles, en cierta medida, obliga a las economías a desarrollar una mayor resiliencia interna? Si bien es cierto que los aranceles iniciales causan disrupciones y aumentan los costos, también pueden incentivar a las empresas a reubicar su producción más cerca de casa (nearshoring o reshoring). Esto podría llevar a una mayor inversión en manufactura doméstica, la creación de empleos en sectores específicos y una menor dependencia de cadenas de suministro globales potencialmente frágiles o políticamente volátiles. 

A largo plazo, una economía que produce más de lo que consume internamente, aunque con mayores costos iniciales, podría volverse menos vulnerable a shocks externos y fluctuaciones geopolíticas. La diversificación de proveedores y la creación de una base industrial más robusta, aunque dolorosa en el corto plazo, podría ser vista como una inversión forzada en la seguridad económica nacional, lo que a la postre podría ser un factor de estabilidad para el mercado si la resiliencia supera a la ineficiencia. Esta perspectiva, si bien no niega los desafíos inmediatos, sugiere que no todo impacto arancelario es puramente negativo a largo plazo, sino que puede catalizar una reconfiguración estructural con beneficios imprevistos.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.