La irrupción de las Monedas Digitales de Bancos Centrales (CBDC) y el auge de las stablecoins privadas han desencadenado una intensa discusión sobre el futuro del dinero digital. Ambas formas comparten una apariencia superficial similar, al ser instrumentos de valor digitalizados que buscan la estabilidad respecto a una moneda fiduciaria, como el dólar o el euro. Sin embargo, su origen, respaldo y propósito final las colocan en lados opuestos en la batalla por el control del sistema financiero.
Mientras las stablecoins son una representación de valor gestionada por una entidad privada y respaldada por activos que pueden ser variables, la CBDC sería dinero emitido y gestionado directamente por el banco central; es decir, la deuda directa de la máxima autoridad monetaria. Esta diferencia fundamental es donde reside la superioridad intrínseca de la CBDC.
La distinción clave entre ambas no es meramente técnica, sino de soberanía y confianza. Las stablecoins privadas dependen de la solvencia, la transparencia y la regulación de la empresa emisora. Si bien la regulación está avanzando para asegurar que el respaldo de estas monedas sea total y líquido, el riesgo siempre está presente. Un fallo en la gestión de las reservas o una crisis de liquidez en la entidad privada podría desencadenar una pérdida de confianza masiva, afectando la estabilidad financiera general, un riesgo que se incrementa dado el rápido crecimiento de estos activos.
La ventaja primordial de una CBDC radica en la soberanía monetaria. El banco central, como custodio del valor de la moneda nacional, emite la CBDC como pasivo directo, eliminando el riesgo de crédito y liquidez que existe en el dinero de los bancos comerciales y en las stablecoins. Es una forma digital de efectivo con respaldo estatal.
Esta autoridad soberana es lo que permite a la CBDC ofrecer seguridad a un nivel inalcanzable para cualquier emisor privado. En caso de una crisis financiera o una corrida bancaria, una CBDC se mantendría firme, ya que no representa un depósito bancario o un activo privado, sino el dinero centralizado y garantizado por el Estado. Esta característica es crucial para la estabilidad financiera, ya que proporciona un ancla de confianza universalmente accesible y aceptada, lo cual es el papel tradicional del dinero del banco central.
Adicionalmente, la CBDC proporciona al banco central herramientas mucho más eficaces para la política monetaria. En un futuro donde el uso de efectivo físico disminuya, una CBDC aseguraría el acceso continuo al dinero del banco central. Más importante aún, podría permitir una gestión económica más matizada y directa. Por ejemplo, facilitaría la implementación rápida y precisa de transferencias fiscales directas a los ciudadanos en momentos de crisis económica, sin depender de la infraestructura de los bancos privados.
Otro aspecto donde la CBDC supera a las stablecoins es en la integridad financiera y la resiliencia del sistema de pagos.
Desde la perspectiva de la integridad, una CBDC, aunque podría ofrecer ciertas características de privacidad para transacciones menores (similares al efectivo), inevitablemente permitirá una mayor visibilidad a nivel macroeconómico por parte de la autoridad monetaria. Este control es esencial para el combate efectivo del lavado de activos y la financiación del terrorismo. Las stablecoins, que operan en plataformas a menudo semi-anónimas, presentan desafíos regulatorios complejos, ya que la supervisión se limita al emisor privado y no al flujo de fondos subyacente de la misma manera que lo haría un sistema controlado por el banco central.
En términos de resiliencia, una CBDC está diseñada para ser una infraestructura de pago alternativa y de respaldo. En circunstancias severas, como desastres naturales o fallos masivos en los sistemas de pago privados, una CBDC diseñada para operar incluso sin conexión a Internet podría garantizar la continuidad de las transacciones esenciales. Las stablecoins, por su naturaleza, dependen de la conectividad y de las plataformas de blockchain subyacentes, lo que las hace inherentemente más vulnerables a fallos de infraestructura o de red. El diseño de la CBDC busca garantizar la infraestructura básica de pagos como un bien público.
La necesidad de una CBDC se vuelve aún más evidente en el contexto de los pagos transfronterizos. Los sistemas actuales son a menudo costosos, lentos y poco transparentes. Tanto las stablecoins como las CBDC minoristas o mayoristas buscan mejorar esta situación. Sin embargo, la CBDC ofrece la ventaja de la cooperación internacional directa entre bancos centrales.
Un sistema coordinado de CBDC de diferentes países permitiría liquidaciones internacionales casi instantáneas, reduciendo el riesgo de contraparte y los costos asociados con los múltiples intermediarios. El uso de stablecoins para pagos transfronterizos, aunque rápido, aún introduce una capa de riesgo de liquidación y regulatorio entre jurisdicciones que un sistema de CBDC coordinado entre bancos centrales podría simplificar significativamente. En esencia, la CBDC se convierte en una herramienta de política exterior económica, permitiendo a los países mantener el control sobre la forma en que su moneda se utiliza a nivel mundial.
Si bien la CBDC parece ofrecer ventajas claras en términos de seguridad, soberanía y estabilidad sistémica, existe una consideración que merece atención. El impulso para la innovación y la eficiencia en el sector financiero, históricamente, rara vez ha provenido de las instituciones estatales. Las stablecoins privadas y el ecosistema de las finanzas descentralizadas, al estar impulsados por la competencia de mercado y el interés en la ganancia, han demostrado una velocidad de desarrollo y una capacidad de crear soluciones funcionales para el usuario final (como transferencias de bajo costo y alta velocidad) que los proyectos de CBDC, a menudo lentos y reacios al riesgo, aún están tratando de igualar. Por lo tanto, el futuro más eficiente y robusto podría no ser una adopción total de la CBDC, sino un ecosistema híbrido donde las CBDC proporcionen el ancla de la confianza estatal y la estabilidad para los pagos fundamentales, mientras que las stablecoins, bajo una regulación estricta, sigan siendo el motor de la innovación en los servicios de pago y las finanzas programables. La CBDC proporciona seguridad, pero la stablecoin impulsa la eficiencia.
La CBDC ofrece una seguridad y soberanía inigualables al ser pasivo directo del Estado, esencial para la estabilidad financiera y la política monetaria. Su respaldo estatal elimina riesgos de liquidez que enfrentan las stablecoins privadas. No obstante, estas últimas, impulsadas por el mercado, superan a la CBDC en innovación y eficiencia. El futuro digital más robusto dependerá de un equilibrio híbrido: la confianza pública anclada en la CBDC y la agilidad privada de las stablecoins reguladas.
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