La expansión cuantitativa (QE) es una herramienta no convencional utilizada por los bancos centrales para inyectar liquidez en la economía de forma rápida. Durante la crisis financiera del 2008, Ben Bernanke, el director de la Reserva Federal de los Estados Unidos (La Fed) de entonces, la utilizó para contrarrestar la deflación. En efecto, el plan funcionó de maravilla. La economía se recuperó bastante bien. Y la década siguiente fue una muy próspera. Pero nos volvimos adictos a la expansión cuantitativa. La Fed se convirtió en el rey absoluto de los mercados y su balance se incrementó a niveles ridículamente altos. Ahora llegó el momento de reducir ese balance.

La deflación es fatal para la economía. Los defensores de los sistemas de moneda dura consideran que las crisis deflacionarias son necesarias. Pero la sociedad las evita a toda costa. ¿Por qué? Porque una crisis deflacionaria disminuye los ingresos. La disminución de los ingresos genera desempleo. El desempleo genera inestabilidad social y política. En el pasado, se ha intentado confiar ciegamente en la mano invisible del libre mercado hasta el final. Sin embargo, el dolor suele ser demasiado grande. Entonces, nos guste o no, durante las crisis, la sociedad voluntariamente pide la intervención del Papá Estado para salir del meollo lo más rápido posible.

La deflación se combate aumentando la demanda. Los bancos centrales normalmente bajan las tasas de interés para estimular el crédito bancario. Claro que, en muchos casos, la crisis es tal y las personas ya están tan endeudadas que muy pocos, pese a unas condiciones muy favorables, están dispuestos a solicitar nuevos préstamos. ¿Qué se puede hacer entonces? Una opción es aumentar el gasto fiscal. Me refiero a compras, subsidios, inversiones y programas sociales por parte del Gobierno. Claro que eso no depende del Banco Central. La Fed no puede hacer compras del mismo modo que el Gobierno. La Fed sí puede, sin embargo, comprar instrumentos financieros como bonos del Tesoro y bonos corporativos.

La expansión cuantitativa, ciertamente, es una forma muy rápida de inyectar grandes cantidades de liquidez a la economía. Pero no es una panacea. En primer lugar, beneficia principalmente a los más ricos. A los dueños de activos. La Fed compra bonos corporativos. Y las grandes corporaciones usan este dinero para comprar sus propias acciones. El precio de las acciones sube como la espuma, creando así una euforia especulativa. Debido a que los bonos (soberanos y corporativos) están por el suelo gracias a las compras de la Fed, se despierta un apetito muy fuerte por alternativas más riesgosas. Es decir, se forma un boom artificial en los mercados.

Si el gasto fiscal no mantiene el mismo ritmo que la politica monetaria, una recuperación desigual es inevitable. Los mercados se desarticulan bastante de la economía real. Lo que se conoció como la recuperación en forma de K. Crisis económica con un mercado financiero boyante. Durante la crisis financiera del 2008, la receta funcionó, porque la producción y la globalización funcionaron como drenajes para la lluvia de dinero que caía del cielo. En esta oportunidad, la receta funcionó en una primera etapa, pero, en etapas posteriores, la economía se sobrecalentó más de la cuenta. ¿Por qué? Porque hubo lluvia, pero esta vez los drenajes estaban tapados. La pandemia, las fallas en las cadenas de producción y distribución, la guerra en Ucrania, las tensiones geopolíticas, etc.

¿Cuál es el principal problema? La inflación. Lo que implica que ahora la Fed debe retirar liquidez del sistema para bajar la demanda. El ciudadano común usa la anécdota como medidor de inflación y desconfía de los datos oficiales. Se dirige al supermercado y ahí todo ha aumentado muchísimo. La gasolina está por las nubes. Los alquileres están por las nubes. Sus ojos están viendo una realidad no reflejada en los datos oficiales. Alimentos, energía y vivienda. Ciertamente, estos son los rubros más cercanos al bolsillo del consumidor. Pero el sector servicios es el principal empleador en los países desarrollados. O sea, una retirada de liquidez demasiado abrupta puede en efecto bajar los precios de los alimentos, la energía y la vivienda, pero, al mismo tiempo, generar un fuerte aumento de la tasa de desempleo. En lo que respecta a la inflación, sí hay que pensar en el consumidor. Pero también hay que pensar en el productor.

La Reserva Federal de los Estados Unidos (La Fed) recientemente subió la tasa de interés en medio punto porcentual. El incremento más alto desde el año 2000. El temor de muchos era un incremento aún mayor. Sin embargo, este no fue el caso. Los inversores, al ver que el peor escenario no se dio, recibieron el anuncio como algo positivo para luego recordar que medio punto, en efecto, sigue siendo bastante. Los mercados están sintiendo el dolor, porque los escépticos de un “aterrizaje suave” son cada vez más. En junio, la Fed comienza a reducir su balance de casi 9 billones de dólares a un ritmo aproximado de 95 mil millones de dólares mensuales. En consecuencia, los inversores en todo el mundo están reestructurando sus portafolios en preparación para tiempos difíciles por venir. La cosa comenzó a ponerse color de hormiga.

Ahora bien, la Fed posee aproximadamente 5.8 billones de dólares en bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Eso representa al menos una cuarta parte de la deuda total del Tesoro. La Fed obviamente es el principal acreedor del gobierno estadounidense. Claro que la Fed también posee 2.7 billones en bonos inmobiliarios. En fin, el plan no es exactamente vender bonos. El plan, en realidad, es no renovar los bonos que vayan madurando. Ya para septiembre estaríamos hablando de una reducción mensual de aproximadamente 95 mil millones de dólares ($60 mil millones de bonos-T y $35 mil millones de bonos inmobiliarios).  ¿Qué podemos esperar los inversores? No lo sabemos. Esa es exactamente la gran preocupación. Estamos caminando en hielo fino.

Durante la última década, la Reserva Federal ha sido el hada madrina de activos como Bitcoin. Las condiciones macroeconómicas permitieron una larga temporada alcista en los distintos mercados. Todos los años no fueron exactamente iguales. Unos fueron más alcistas que otros. Pero las compras de la Fed y el dinero barato ciertamente fueron el gran impulso de los mercados. Los inversores hicieron muchísimo dinero. Ahora estamos entrando a un nuevo paradigma. El mundo es otro. Las condiciones macroeconómicas son otras. Y la política monetaria es otra. No más compras por parte de la Fed. 

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