El inversor se pregunta constantemente sobre el porvenir para poder invertir hoy. El Internet del mañana genera, por supuesto, muchas expectativas. Ahora bien, su promesa es tan grande como su ambigüedad. ¿Para dónde vamos? Aún no lo sabemos a ciencia cierta. Sin embargo, sabemos que se trata de algo extraordinario. Sobre esa combinación de misterio y optimismo, las empresas hacen sus campañas de recaudación de capitales. El financiamiento se obtiene vendiendo la promesa de un futuro tecnológico asombroso. Por ende, el gran negocio es invertir hoy en el sector tecnología.
Recordemos por un minuto los años 90s. El Internet de aquel entonces no era para nada genial. En un principio, la conexión era sumamente lenta. Se usaban principalmente los cables telefónicos. Y el computador era una máquina grande, costosa y ruidosa. El correo electrónico, las páginas web, y los chats eran, básicamente, Internet. En muchos sentidos, un computador con internet se sentía como una máquina de facsímiles, pero un poco más sofisticada por tener un monitor y teclado. Distaba mucho del omnipresente móvil inteligente de hoy.
Internet nació con mucha expectativa por un lado y con mucho rechazo por el otro. Había muchos debates en torno a sus múltiples peligros. Se escuchaban historias de secuestros, robos y crímenes de distintos tipos relacionados a conocer gente nueva en Internet. La lectura en papel se presentaba como mucho más cómoda y humana que la lectura en pantalla. Recuerdo las burlas de mi familia por leer el periódico en línea. El público aceptó Internet a regañadientes. La pasión venía de dos fuentes. En primer lugar, de los nerds (como yo) y, en segundo lugar, de Wall Street. Los demás se agregaron, en cierta medida, por el FOMO. Internet era inevitable. “Internet es el futuro”. Esa era la consigna. Mi madre me compró mi primer computador, porque se decía que la computación era la profesión del futuro.
En los años 90s, Internet no era grandioso. Sin embargo, se sabía que lo grandioso estaba por venir. Todavía no se tenían todos los detalles. Pero la expectativa se convirtió en una gran motivación para construir. Las mejoras giraron en torno a la velocidad, accesibilidad y costos. Ahora, podríamos asumir que seguiremos mejorando en estas arenas. O sea, Internet en los próximos años será más veloz, más accesible y más barato. En otras palabras, ya no preguntaremos por el Wifi. Internet será totalmente omnipresente. La conexión seguramente vendrá del espacio, de las bombillas de luz o de cualquier otra fuente. En fin, su cobertura será mucho más total.
El proceso de digitalización de todo seguramente continuará. Muchas de las actividades que aún realizamos de manera presencial probablemente pasarán a realizarse en el plano digital. Claro que pocas cosas son absolutas en esta vida. El modo mixto es lo más común. Es decir, asumo que se tratará de una mezcla peculiar entre lo presencial y lo digital. En el entorno de la tecnología, se suele utilizar el lenguaje de la guerra para añadir dramatismo a los cambios. Se usan palabras como “muerte”, “disrupción” y “revolución”. Se usa la palabra “muerte” para hablar de lo viejo, la palabra “disrupción” para insinuar que lo nuevo matará a lo viejo y la palabra “revolución” para anunciar grandes cambios en poco tiempo. Sin embargo, en la práctica, los cambios son mucho más graduales y los resultados suelen ser mucho más mixtos.
Obvio que el futuro tendrá más aplicaciones y mejores soluciones. Todo será más digital. O sea, la integración entre el “mundo real” y lo digital será más estrecha. El “mundo real” se parecerá más a Internet. E Internet se parece más al “mundo real”. Las finanzas, el comercio, el entretenimiento, la cultura, etc. Todo se cubrirá de ese elemento dual. La línea entre lo digital y lo real se irá perdiendo gradualmente.
El metaverso, la nube, los algoritmos, los bots, la inteligencia artificial, la automatización, la robótica, etc. Se trata de sectores que ya están dando frutos. Y el futuro se construirá con innovaciones que aún no conocemos. Pero podríamos asumir que la pluralidad de opciones será la norma. Todo indica que la fragmentación de la sociedad se asentará en el futuro. Nos juntaremos en pequeños grupos de interés. La situación seguirá generando radicalismo en lo interno y enemistad en lo externo. Eso seguirá causando violencia, enfrentamientos y divisiones. Porque cada grupo tendrá una visión totalmente distante del mundo. La crisis de confianza alcanzará probablemente niveles muy peligrosos. Al mismo tiempo, la pluralidad incita la innovación.
Ahora la gran pregunta. ¿Dónde ponemos el dinero? Muchas de las empresas que prometían grandes cosas en los años 90s quebraron en el colapso puntocom. En los periodos de codicia, asumimos que podemos invertir en cualquier cosa. Porque se trata del “Internet del futuro”. Podríamos caer en la trampa de pensar que todo tendrá éxito. Falso. La mayoría de los buscadores, por ejemplo, no tuvieron éxito. La mayoría de las páginas no tuvieron éxito. La mayoría de los proyectos, de hecho, fracasaron. La euforia contagió a todos. Sin embargo, el triunfo fue de pocos. El futuro finalmente llegó, pero no hizo ricos a todos.
Ciertamente, el futuro es infinito en potencial. Sin embargo, debemos estar muy atentos, porque el presente está plagado de embaucadores de oficio que hacen falsas promesas en nombre del grandioso futuro. Todos quieren nuestro dinero. Y bien sabemos que las palabras bonitas seducen. Siempre es sensato nunca enamorarse más de la cuenta de un proyecto en específico. Hacemos la tarea. Estudiamos los fundamentales y el potencial para el crecimiento. Pero no ponemos todos los huevos en la misma canasta, porque nada es seguro en esta vida. No nos podemos dejar seducir por la ilusión.
Nadie conoce el futuro, porque nadie es adivino. El futuro se construye con visión. En cierto modo, es una profecía auto-cumplida. No es clarividencia. Es voluntad. Desconfía del que te promete un camino sin baches. Ojo con las palabras “seguro”, “futuro”, y “millones”. Son anzuelos para atrapar incautos. Muchas cosas son nuevas. Pero la codicia humana es muy vieja. El inversor requiere mucha paciencia, cabeza fría y escepticismo para sobrevivir el paso del tiempo.
¿Dónde ponemos el dinero? Debemos ser muy selectivos. Debemos buscar más hechos y menos palabras. La compañía o el proyecto trabajando duro y aportando valor real. Debemos comenzar por ahí. Y debemos alejarnos del sujeto carismático prometiendo villas y castillas. Las promesas no construyen. Y el futuro se forma con constructores.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
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