El oro y Bitcoin iban de la mano por un tiempo, pero eso ya parece cosa del pasado. En este 2025, la cosa se ha puesto interesante, y la brújula de estos dos activos apunta en direcciones opuestas.
Hasta hace poco, digamos entre finales de 2022 y finales de 2024, la película era más o menos la misma. Cuando la moneda tradicional temblaba, tanto el oro, ese metal precioso de toda la vida, como Bitcoin, el oro digital para muchos, subían. Los dos eran vistos por muchos como un escudo contra la debilidad de las políticas monetarias globales (o un escape del exceso de liquidez). Y los números lo cantan: el oro se revalorizó y Bitcoin subió. Los analistas, con su bola de cristal particular, vaticinaban que esta danza seguiría.
Pero ¡zas!, llegó 2025 y la música cambió. Mientras que el oro ha seguido su marcha alcista, Bitcoin se ha pegado un resbalón. ¿Qué está pasando aquí?
Vamos por partes. Bitcoin, tras su subida meteórica impulsada por la adopción institucional y hasta por gobiernos, parece haber recogido ya las ganancias. Es como cuando esperas con ansias un notición y, cuando finalmente llega, la gente dice: "Ah, bueno, ya lo sabíamos". La euforia se desvanece y algunos aprovechan para vender y embolsillar.
Además, no olvidemos la extraña, pero persistente relación de Bitcoin con el Nasdaq, ese índice lleno de empresas tecnológicas. Si las acciones tecnológicas estornudan, Bitcoin suele agarrar un resfriado, y las ventas en el Nasdaq arrastran consigo al criptoactivo.
Por otro lado, el oro está viviendo un momento dulce. La incertidumbre económica global, esa sensación de que no sabemos qué va a pasar mañana, siempre le sienta bien al metal dorado. La inflación, que sigue siendo un fantasma en muchas economías, también lo impulsa. Pero el factor clave, la cereza del pastel, es la voracidad con la que los bancos centrales de países como China, India y Rusia están comprando oro. ¿La razón? Quieren diversificar sus reservas, no depender tanto del dólar americano, sobre todo después de lo que pasó con las sanciones a Rusia. Es como decir: "No pongamos todos los huevos en la misma canasta".
Y ojo, la debilidad de Bitcoin podría estar jugando a favor del oro. Hay inversores que antes veían a Bitcoin como una alternativa al oro para protegerse. Si Bitcoin no está dando la talla últimamente, es lógico que algunos vuelvan a la vieja confiable, a ese metal que lleva milenios siendo un refugio seguro.
Ahora bien, la desconexión entre el oro y Bitcoin nos muestra que, aunque ambos puedan ser vistos como activos alternativos, sus motores y sus historias son bien diferentes. El oro, con su tradición milenaria, se apoya en la incertidumbre y en la desdolarización de las reservas. Bitcoin, más joven y volátil, sigue muy ligado a la tecnología y a las corrientes del mercado. La danza ha terminado, y ahora cada uno baila a su propio son. ¡Veremos cómo sigue esta historia!
¡Definitivamente, la memoria juega un papel crucial en esta historia! Recordemos aquellos primeros años de Bitcoin, una década dorada de relativa predictibilidad, al menos en su ascenso. Cuando el oro brillaba, Bitcoin a menudo hacía lo propio, amplificando incluso las ganancias. La correlación era un mantra para muchos inversores: activos refugio buscando el mismo puerto seguro en medio de las turbulencias financieras.
Pero el telón de fondo ha cambiado drásticamente. Por primera vez en la corta, pero intensa vida de Bitcoin, el fantasma de una recesión global seria comienza a rondar los mercados. Para el oro, este es un guion conocido, un clásico donde su brillo se intensifica como faro en la niebla económica. Pero para Bitcoin, es territorio inexplorado. Nunca ha navegado las aguas turbulentas de una contracción económica a gran escala como la que podria venir
Y aquí es donde la psicología del inversor entra en juego con fuerza. Ante la amenaza de una recesión, la prioridad número uno es proteger el capital. Los inversores, con el instinto de supervivencia financiera activado, comienzan a revisar sus carteras. Aquellos activos percibidos como altamente volátiles o riesgosos son los primeros en la lista de "ventas preventivas". Bitcoin, a pesar de su narrativa de "oro digital", aún carga con la etiqueta de activo de riesgo, especialmente en un entorno de incertidumbre macroeconómica.
La lógica es implacable: en tiempos de vacas flacas, la liquidez es rey. Vender activos volátiles permite asegurar fondos para capear la tormenta o para aprovechar oportunidades que puedan surgir en un mercado a la baja. Y, ¿a dónde va ese capital que huye del riesgo? Pues a los brazos de la estabilidad y la predictibilidad. El oro, con su historia milenaria como reserva de valor en crisis, se convierte en un imán para esos capitales que buscan seguridad.
Es una paradoja interesante. Bitcoin nació precisamente como una respuesta a las crisis financieras y a la desconfianza en el sistema tradicional. Sin embargo, ante la posibilidad de una nueva crisis, muchos inversores prefieren la solidez probada del oro a la promesa, aún en desarrollo, del activo digital. La narrativa de Bitcoin como refugio seguro a largo plazo se enfrenta ahora a la prueba de fuego de la aversión al riesgo a corto plazo.
Además, la correlación con el Nasdaq, que mencionábamos antes, se vuelve aún más problemática en un escenario de posible recesión. Las empresas tecnológicas, que componen el grueso del Nasdaq, suelen ser sensibles a las contracciones económicas. Si la perspectiva para estas empresas empeora, el Nasdaq tiende a caer, arrastrando consigo a Bitcoin por esa peculiar relación que los traders institucionales han establecido.
En resumen, la divergencia actual entre oro y Bitcoin no es solo una cuestión de fundamentos macroeconómicos o políticas monetarias. Es también un reflejo de la maduración (o falta de ella) de Bitcoin como activo en escenarios de crisis, y de la reacción instintiva de los inversores ante la sombra de una posible recesión. El oro, veterano de mil batallas económicas, recupera su papel de refugio por excelencia. Bitcoin, el joven aspirante a ese título, se enfrenta a su primer gran examen en un entorno macroeconómico adverso. La pregunta ahora es si logrará demostrar su valía como puerto seguro en la tormenta, o si seguirá ligado a la suerte de los activos de riesgo. La respuesta, amigos, la escribirá el tiempo y la evolución de la economía global.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.