El pánico está contagiando a todos los mercados. El coronavirus se une a la caída de las bolsas, al comportamiento atípico del oro, al desplome del petróleo, y al colapso de Bitcoin. Al parecer, las cosas malas nunca llegan solas. Todo está llegando junto para una economía que tiene tiempo coqueteando con la idea de entrar en una crisis. En situaciones de mucha complejidad como la actual, las respuestas lógicas no tienen cabida. Porque la verdad es que los mercados son sumamente irracionales. En otras palabras, los inversionistas están locos. Reaccionan con locura, a las noticias buenas y a las malas. El inversionista promedio no se apoya en la razón. Sus guías, en la mayoría de los casos, son el pánico, la euforia o la apatía. En el mundo de los mercados, la locura es la normalidad. Si no podemos explicar una situación que consideramos peculiar, eso quiere decir que el mercado está funcionando como siempre ha funcionado. 

Que los mercados se comporten como una montaña rusa se debe al carácter subjetivo de nuestras decisiones. Claro que cuando decimos subjetivo, nos referimos a lo más psicológico y emotivo de nuestro ser. Los mercados son una apuesta al futuro. O sea, son expectativa. Y las expectativas difícilmente son racionales. Un inversor puede pasar del optimismo al pesimismo en cuestión de segundos por el simple hecho de golpearse un pie. Se puede enfermar y de pronto todo el universo le parece gris. Puede sentir miedo por algo pasajero y eso puede afectar su visión del futuro. En nuestra mente, el futuro cambia todo el tiempo. Por lo general, visualizamos el futuro del mismo modo que visualizamos el día que transcurre. Es decir, vemos el futuro con un sesgo de presente. Erróneamente, pensamos, por lo menos a nivel inconsciente, que los problemas de hoy duran para siempre. Y, viceversa, pensamos que las bendiciones son eternas. 

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Irónicamente, los inversores racionales son los que realmente hacen dinero en los mercados financieros. Lo que el gran Ben Graham, mentor de Warren Buffett, llamaba el inversor inteligente. El inversor inteligente les compra a los pesimistas y les vende a los optimistas. En estos momentos, por ejemplo, los inversores inteligentes están bailando de felicidad. Un inversor inteligente sabe muy bien que hasta las situaciones más terribles son pasajeras. Y la desesperación de la gente es una oportunidad para comprar en descuento. El miedo te nubla la mente y sobredimensiona todo. De pronto, la gente subvalora lo que tiene y vende en una baja. ¡Error! En una baja se compra. Se vende en un alza. Pero la realidad es que la masa no es muy inteligente. O por lo menos no lo es en el sentido que acotaba Ben Graham. Ese tipo de inteligencia no tiene mucho que ver con el cerebro en realidad. Tiene que ver más con el carácter. La capacidad de mantener la calma en todo momento y nunca caer en la histeria colectiva. 

Las bolsas han sido duramente golpeadas por el coronavirus. Bueno, no por el coronavirus como tal, sino por sus efectos económicos. Obviamente que las medidas tomadas por los Gobiernos para evitar la propagación del virus tiene sus consecuencias en la economía real. Los inversionistas están preocupados porque una pandemia prolongada afectará negativamente los ingresos corporativos. El sector manufacturero en China, el sector turismo y comercio en muchas partes ya se han visto perjudicados. Esperemos que el verano nos ayude. El calor tiende a sofocar a los virus. Sin embargo, ya es claro que el virus tendrá sus efectos en el producto interno bruto. Que habrá un decrecimiento económico es evidente. Las bolsas caen por esta preocupación y porque los precios están sumamente elevados. El miedo ha despertado una duda. Tal vez, los mercados están sobrevalorados y las cotizaciones no representan la realidad. El coronavirus ha sido un simple catalizador de una corrección que se veía venir. 

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La caída del oro esta vez es ciertamente atípica. En términos generales, el oro sube en estos casos. Sin embargo, en esta oportunidad ha bajado. Claro que esto de las correlaciones no es una ciencia exacta. Suele subir durante una crisis, pero no en todos los casos. Más allá de las correlaciones, cada mercado sigue su propia dinámica. El oro no es solo un refugio de valor para especuladores. También es muchas cosas para diferentes sectores. La minería de oro con sus yacimientos y técnicas es una pieza vital. También tenemos a la industria de la tecnología que consume oro. Así como la joyería. Los Gobiernos utilizan oro como reserva. Cualquier cambio en estos sectores tiene sus repercusiones en el precio del oro. Por ejemplo, un nuevo yacimiento y una nueva técnica industrial que no necesite oro podrían neutralizar la presión alcista de una nueva demanda motivada por una crisis. 

En este cóctel explosivo, se sume la caída de los precios del petróleo. Un hecho que le agrega dramatismo a toda la situación. Porque al caer todo al mismo tiempo se genera una sensación de que todo está muy mal. Sin embargo, tal vez este no es el caso. Esta caída no es una tragedia. Por supuesto que sí perjudica a algunas industrias, pero se podría decir que un barril de petróleo barato es positivo para la gran mayoría. Esta baja en participar se justifica. La guerra de precios en Arabia Saudita y Rusia se está combatiendo con sobreproducción. Es decir, hay petróleo de sobra. Nadie está respetando las cuotas de la OPEP. Cada país está velando por sus propios intereses. Así de sencillo. Esto perjudica principalmente a los países que no tienen la capacidad de aumentar la producción como Venezuela y Ecuador. Pero para los Estados Unidos y los países del golfo pérsico compensan los precios bajos con mayor producción.

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No se puede decir que la economía en general se perjudica por un petróleo barato. Eso en el fondo son buenas noticias. Sin embargo, se presenta como algo mal, porque es la interpretación que se le ha dado por el ambiente de incertidumbre que estamos viviendo en estos momentos. Que todo baje al mismo tiempo genera la impresión de colapso total. Y, como la cereza del pastel, también cae Bitcoin. Esto pone en duda la muy difundida teoría de que el coronavirus sería muy bueno para Bitcoin. Según esta teoría que circuló muchísimo en enero, en el pánico los inversionistas buscarían refugio en Bitcoin. Sin embargo, el comportamiento reciente de Bitcoin nos pone a repensar esa suposición. Porque lo único con relativa fuerza en estos momentos parece ser el dólar. Muchos se han refugiado en los bonos del Tesoro esperando que los estímulos de la Reserva Federal hagan efecto. 

Se puede tener una cosa y otra, pero es difícil tenerlo todo. Con frecuencia se nos olvida que el riesgo y el rendimiento están relacionados. Es decir, un rendimiento alto normalmente implica un gran riesgo. Y en una crisis las inversionistas por lo general huyen del riesgo. Bitcoin es un activo de alto rendimiento. Pero ¿al mismo tiempo es un refugio seguro en una crisis? ¿Con su volatilidad? Ciertamente esta teoría tan popular en el criptoespacio desafía muchos paradigmas. De ser cierta, Bitcoin sería un activo perfecto. Sube y sube sin parar en todos los casos. En periodos alcistas, sube. En crisis, sube. En tiempos tolerantes al riesgo, sube. En tiempos de miedo, también sube. Bueno, no sé. De pronto, esta teoría debemos pulirla un poco más. Porque le hace falta refinamiento. Además, los datos la contradicen. Ahora bien, todo está cayendo. Es cierto. Pero las cosas bajan y luego suben. Nada es para siempre. Lo importante es mantener la calma.