Ciertamente, Bitcoin es un activo que divide. Estás totalmente a favor o estás totalmente en contra. Aquí no hay grises. Las posiciones normalmente son extremas. Difícilmente encontramos un activo que despierte tantas pasiones. En este espacio, nos encontramos con un fanatismo propio de la política o la religión. Del mismo modo, nos encontramos con unos detractores igual de duros. Las divisiones se dan de muchas maneras. En primer lugar, está la división cripto-fiat. En segundo lugar, está la división Bitcoin-altcoins. En tercer lugar, la división entre los nuevos proyectos y los viejos. Y, por último, está la división interna de cada proyecto que normalmente consiste en el nivel de ideología y el nivel de pragmatismo de los distintos grupos. ¿Por qué tanta división? 

¿Qué es una criptomoneda? ¿Qué es Bitcoin? Bitcoin es un código. Así de sencillo. Y este código representa un pacto social. Básicamente, es una tasa de cambio. Ahora bien, estamos hablando esencialmente de un mecanismo de organización social. Y en todo lo social hay un juego de poder. Un código necesita interlocutores. Un idioma, por ejemplo, necesita de aceptación social para ser funcional. De lo contrario, es lengua muerta. El idioma es un instrumento de unión y, al mismo tiempo, de división. Une y desune. Por lo tanto, los promotores de la integridad del idioma son promotores de la unidad social. ¿Por qué es tan importante respetar las reglas del idioma español? Bueno, unas reglas comunes implican una comunicación más efectiva entre los hispanoparlantes. Lo que, a su vez, significa que la corrupción del lenguaje nos lleva a la fragmentación social. 

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Las monedas ciudadanas siempre han generado mucho rechazo, porque los gobiernos buscan manejar un monopolio sobre el dinero. En este sentido, las monedas ciudadanas son para el dinero estatal, lo que el ciudadano armado es para la policía. Un dolor de cabeza. El control estatal se puede reducir a dos cosas: monopolio sobre la violencia y monopolio sobre el dinero. La ley y la economía. En cierto sentido, la modernidad es la conquista de estos dos elementos. De lo contrario, reina el caos. Es decir, una especie de Salvaje Oeste. Se habla del trueque como un retraso prehistórico, del sistema de banca libre como una anarquía total y de todos los problemas de no tener un medio de intercambio universal como caos, fraude, aislamiento, fricciones y confusión. 

La evolución del dinero consiste en un largo camino hacia la universalidad. Las criptomonedas ofrecen en muchos sentidos un retorno al paleolítico. ¿Extraño? Bueno, no es muy extraño si consideramos que las redes sociales significan en muchos sentidos un retorno al lenguaje prehistórico. Me refiero al énfasis en lo audiovisual (lenguaje oral) por encima del lenguaje escrito. El emoji es, en cierto modo, un pariente cercano de la escritura icónica. Lingüísticamente hablando, un retroceso. Por ende, la gran diversidad de formas de pago de la actualidad nos recuerdan al trueque prehistórico. Es perfectamente entendible que un miembro de la Real Academia Española observe con terror el uso del idioma en las Redes Sociales. Lo mismo le ocurre a un economista de la vieja escuela como Nouriel Roubini al ver el auge de las criptomonedas. 

He aquí el gran detalle que se les escapa a muchos de los críticos de las criptomonedas. Las criptomonedas no están fragmentando al mundo, porque el mundo ya está fragmentado. Las criptomonedas no son la causa de un supuesto caos. Son un síntoma más. La fragmentación es un fenómeno del posmodernismo. El mundo dividido en tribus antagonistas. Aquí estoy hablando de la ruptura de la universalidad. La humanidad en la actualidad es la suma de pequeños grupos de interés. La batalla cripto-fiat es la batalla modernidad-posmodernidad. Lo universal y lo particular. El colectivo y el individuo. 

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Hablemos por un minuto sobre el famoso crítico de Bitcoin y conocido escobajo del oro, Peter Schiff. El amigo Peter lleva años hablando del eventual colapso de Bitcoin, pero Bitcoin no hace otra cosa sino acumular éxito tras éxito. Es obvio que la agenda de Peter es más política que financiera. El obstinado señor Schiff todavía promueve el regreso al patrón oro. Una ridiculez para el pensamiento económico actual. Ideológicamente, Peter Schiff es un sujeto del siglo antepasado. Estamos hablando del abuelo que le gusta leer sobre papel por el olor y lo digital le parece una lectura sin alma. Obvio que las criptomonedas son una aberración para estos sujetos. Es un retorno al "paleolítico". 

En la actualidad, la verdad es opcional. Estamos en la posmodernidad. En este momento, por ejemplo, hay gente que defiende que la Tierra es plana. ¿Cómo es posible? Increíble, pero cierto. Organizan reuniones y dan conferencias por todo el mundo diciendo que la Tierra es plana. Esa tribu posmoderna propone su verdad y, según ellos, la astronomía moderna es una vulgar conspiración. ¿Por qué? Sencillo. Ya no hay confianza en las instituciones tradicionales, la verdad objetiva no existe, y la verdad de mi tribu es la verdad del universo. Naturalmente, las tribus pelean entre sí.  

Un Warren Buffett se siente un extraño en el mundo posmoderno de la juventud actual. Y la juventud actual quiere cambiarlo todo. Las criptomonedas son movimientos sociales. No son solo una tecnología. Al ser movimientos sociales, están sujetos a las dinámicas sociales. Esto incluye pasión, fanatismo, tensiones y divisiones. Obviamente, no somos una gran familia. Prueba de ello es Twitter. En Twitter, todos tienen la razón y casi todos defienden su parcela con particular agresividad. Resulta evidente que la meta de la conversación no es el aprendizaje o la reflexión. La meta es la victoria de la tribu. La verdad pasa a un segundo plano. 

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El lector posmoderno solo acepta el pensamiento que confirma sus ideas previamente establecidas. Cualquier pensamiento distinto es un error que debe ser atacado. La realidad es que hay mucho individuo aislado y marginado en busca de sentido. Las criptomonedas se han convertido en una causa para muchos. Ahora son héroes de una causa justa, lo que empodera y fortalece. Pertenecen a la tribu de los maximalistas de Bitcoin. Pertenecen a los promotores de Cardano. Pertenecen a la tribu de Ethereum. etc. 

No estamos hablando de un activo financiero cualquiera. Estamos hablando de una identidad. Lo que implica que cualquier crítica a mi criptomoneda es un ataque personal. O sea, se metieron con mi familia. Con razón o sin razón, el deber es defender. El fanatismo y la irracionalidad que observamos en el espacio cripto obedece a este fenómeno posmoderno ya explicado. Tenemos al libertario que no cree en las vacunas, no ve CNN, no usa mascarilla, detesta a George Soros y considera el porte de armas como un derecho. Luego tenemos a la feminista que come orgánico, hace artesanía, todo lo relaciona al cambio climático y no cree en los estereotipos de género. Entre tantas tribus divergentes, no hay un común denominador que nos una a todos. Al parecer, la división es la única constante. Porque los grupos son cada vez más pequeños y específicos, y las divisiones son cada vez más grandes. Nos guste o no, las criptomonedas son parte de este mundo dividido.