A este punto resulta evidente que, para muchos, Bitcoin es mucho más que una mera inversión. Obviamente que no estamos hablando de una forma de pago más o de una reserva de valor cualquiera. El fenómeno es mucho más complejo. Bitcoin no es solo un activo especulativo que atrae la atención de inversores buscando un retorno. Bitcoin es también un movimiento social de masas. Y, como suele suceder con los movimientos de masas, por lo general, viene acompañado de cierto fanatismo pseudoreligioso. Y Bitcoin lo tiene todo. La pasión exagerada, la tenacidad desmedida, el dogmatismo, la intolerancia a la crítica, el mesianismo, el enemigo conspirador, el individuo oprimido, el sistema corrupto y el futuro paraíso terrenal. El mundo está mal, y Bitcoin es la solución. ¡Amen, hermanos!
El ávido proselitismo es un indicador de este fanatismo. Como referencia, podemos pensar en cualquier tipo de bebida nutritiva. El vendedor de una bebida nutritiva seguramente tiene fe en su producto. Sin embargo, es probable que tenga su juego bajo control. Es decir, probablemente no habla de su trabajo en su casa. Su familia sabe de su trabajo. Pero bien podría ser un contador o un ingeniero. Porque daría lo mismo. De hecho, es posible que algunos miembros de su familia no compren su producto por un asunto de gusto personal. Sin embargo, eso no sería un tema de importancia. No habría polémica o tensión. Mucho menos debate al respecto.
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Ahora bien, supongamos ahora que estamos hablando de uno de estos sistemas de mercado multinivel. Ya no se trata del vendedor de un producto trabajando para una compañía cualquiera. Ahora estamos hablando de un “emprendedor” que busca independencia financiera cambiando su modo de pensar. Y no solo están vendiendo un producto. Están vendiendo una revolución que ha cambiado la vida de millones de personas. ¿Cuál es el mejor lugar para empezar, según el gurú triple diamante que dio el taller introductorio? La familia y amigos, por supuesto. Y aquí comienza la locura. Herbalife, hasta en la sopa. Sálvese quien pueda. La religión encontró al mundo de las ventas.
Con el fin de la pequeña comunidad, el mundo posmoderno se ha convertido en un lugar muy hostil para el individuo debido a la gran fragmentación social. Ya no hay permanencia al todo. Y la opción más cercana es buscar permanencia en los grupitos alternativos. Es decir, ya no somos Juan, el hijo de Paco, el panadero, que ha vivido toda la vida en el pueblito cerca del río. En la posmodernidad, no es familia o el lugar lo que nos define. Es la subcultura que escogemos. Somos veganos, terraplanistas, protrumps, cristianos conservadores, metrosexuales, LGBTs, verdes, punks, yuppies, rockeros, hipsters, feministas, u otakus. Estas normalmente son tribus con sus propias normas, creencias, y cosmovisiones. Lo que significa que el mundo entero es la tribu y todo lo que está más allá de la tribu es ignorado o es el enemigo. ¿Ciencia? ¿Datos oficiales? ¿Los medios? Las armas del enemigo.
Digamos que eres un vegano militante y un nuevo estudio científico revela que la dieta vegana es dañina para la salud. Tu novia es vegana. Tus amigos son veganos. Tu startup vende productos para veganos. Y has tenido miles de discusiones con los malvados carnívoros en Twitter. Bueno, es probable que este estudio se convierta en una amenaza para tu identidad y lo mejor sería tildarlo de fraude citando otro estudio que afirme tus creencias.
Bitcoin es una tribu nueva formada de cypherpunks, anarcocapitalistas, anarquistas, libertarios, hackers y, más recientemente, yuppies. Millennials en especial. Es obvio que tenemos ante nosotros un claro componente antiautoritario. Se podría decir que Bitcoin comienza como un movimiento contracultural. Claro que también existe una influencia indirecta, pero muy fuerte, de la narrativa de los Escarabajos del oro. Esta nos llega por la vía de los libertarios y los cypherpunks.
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Viendo nuestra herencia, no puede sorprendernos la profunda desconfianza que sienten tantos bitconers de la vieja guardia por los bancos, la academia y los Gobiernos. En este caso, el statu quo es el enemigo. Lo que implica que cualquier cosa que venga de este statu quo se recibe con desconfianza. Podemos citar las cifras de inflación mil veces. Pero los datos se reciben con escepticismo mil veces, porque vienen del “enemigo”. Las críticas convencionales no funcionan, porque son críticas sesgadas que vienen del “enemigo”. “Claro que Jamie Damon o Warren Buffett están en contra de Bitcoin”. “Bitcoin los destruirá”. “La inflación es altísima”. “Lo que ocurre es que maquillan los datos”. “Todo es un gran engaño para que puedan seguir imprimiendo dinero”. El enemigo trabaja en las sobras.
Bitcoin siempre es inocente. El enemigo siempre es culpable. El sistema caerá. Bitcoin eventualmente triunfará. He aquí la clave para entender el fanatismo dentro una tribu moderna. Es una visión dicotómica del mundo. Los malos vs los buenos. Bitcoin es perfección absoluta. Todo lo demás es un fraude. Si se dice algo negativo de Bitcoin, siempre surge la defensa. No es Bitcoin, es la gente. Eso es algo pasajero. Con Fiat es peor. En fin, Bitcoin siempre es inocente. El enemigo siempre es culpable.
¿Y quién es el héroe en toda esta historia? El bitcoiner. O sea, nosotros que tuvimos la visión y podemos ver los fraudes. Durante los últimos días del Imperio Romano, los ciudadanos romanos empezaron a perder su fe en el proyecto romano y comenzaron a surgir miles de nuevas religiones para llenar ese vacío existencial. Con estos movimientos de masas, el individuo, anteriormente aislado y frustrado, pudo formar parte de un colectivo poderoso con un futuro glorioso.
El fenómeno del fanatismo no es exclusivo de Bitcoin. De hecho, es un fenómeno bastante posmoderno. Típica consecuencia también del Internet que facilita la creación de grupos alternativos a un escala global. La subcultura digital es la nueva familia.
Ahora bien, es claro que Bitcoin hasta ahora ha sido un bastión de la tribu anarcocapitalista de corriente libertaria. Sin embargo, he aquí el gran detalle. Las tribus cambian con los cambios demográficos. Es decir, el radicalismo es típico de los grupos pequeños y homogéneos. Pero, en comunidades más grandes y diversas, el radicalismo es muy difícil de mantener. En otras palabras, Bitcoin está creciendo y la llegada de miles de yuppies está cambiando su configuración tradicional. Entonces, amigos, llegó Constantino y la Iglesia Primitiva será algo del pasado. Un cambio cultural será inevitable.
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Con la llegada del Smart Money, los sectores libertarios están perdiendo su hegemonía dentro de la comunidad Bitcoin, porque está emergiendo una nueva mayoría. La contracultura está siendo gradualmente reemplazada por el hombre común bajo el liderazgo del Smart Money. En otras palabras, seguramente tendremos una comunidad más “normal” y “moderada” con ideas más convencionales en el futuro. Lo que implica que ya los bancos y los Gobiernos no son el enemigo. De hecho, son aliados. O sea, la dicotomía se está rompiendo.
La llegada de PayPal al mundo Bitcoin es un ejemplo sumamente revelador de este cambio cultural. PayPal adopta Bitcoin y el precio se dispara con gran entusiasmo por parte del capital institucional y el hombre común. Mientras tanto los bitcoiners de la vieja guardia como Andreas Antonopoulos u otros de esta misma corriente, están con los nervios de punta aferrándose a sus ideales libertarios, como los primeros cristianos que se opusieron a los cambios implementados por el Emperador Constantino. Es la eterna lucha entre el puritanismo del grupo pequeño y los pragmáticos del grupo grande.
“¡No guardes tus Bitcoin en PayPal! “. “No serás dueño de tu dinero”. Mientras la resistencia al cambio cobra fuerza entre los más puritanos que aún están buscando su revolución libertaria en contra del sistema, los yuppies de Wall Street están invadiendo la comunidad Bitcoin con sus nuevos valores. Y Bitcoin sube. El precio está tomando el lado de los yuppies en esta coyuntura, olvidándose de los religiosos. Lo siento, Andreas.