La velocidad con la que la tecnología blockchain irrumpió en el panorama financiero global trajo consigo una nueva jerga, a menudo confusa, que intenta describir fenómenos completamente novedosos con términos ya conocidos. Dentro de este universo de neologismos, el error de referirse a las stablecoins o monedas estables como “criptodólares” es uno de los más persistentes y, a la vez, uno de los más perjudiciales para la comprensión precisa del ecosistema. Llamar a una stablecoin un "criptodólar" no es solo una imprecisión semántica, sino que oscurece diferencias fundamentales en cuanto a naturaleza, riesgo, respaldo y marco legal.

La razón primordial de esta confusión radica en el principal objetivo de las stablecoins más populares, como USDT o USDC, que es mantener una paridad constante, generalmente de uno a uno, con el dólar estadounidense. Sin embargo, esta paridad es una propuesta de valor y un objetivo de diseño, no una declaración de identidad. La stablecoin es un token digital emitido por una entidad privada; no es el dólar en sí. El dólar es una obligación pasiva de la Reserva Federal y del Gobierno de Estados Unidos, que posee la distinción única de ser la moneda de curso legal de la nación. La stablecoin, en cambio, es una promesa de canje respaldada por la entidad emisora. La analogía es simple: no llamaríamos a un recibo de depósito bancario el dólar, sino una promesa o un derecho a un dólar custodiado por el banco. La stablecoin se comporta de manera similar: es un derecho digital sobre un colateral prometido.

Esta distinción nos lleva al segundo punto crítico: la diversidad de respaldo y colateral. Si bien el objetivo de paridad con el dólar es casi universal en las stablecoins más grandes, los activos que realmente están detrás de ellas varían ampliamente y definen su riesgo. Un dólar físico o digital no requiere capas de respaldo; simplemente existe como una unidad de cuenta fiduciaria. Las stablecoins, por el contrario, requieren un colateral que puede ser efectivo, equivalentes de efectivo, papel comercial o bonos del Tesoro de distintos grados de liquidez.

Además, el universo de las monedas estables no se limita al dólar. Existen stablecoins vinculadas al euro, al yen japonés, o incluso a canastas de distintas monedas fiduciarias. Otras stablecoins, conocidas como algorítmicas o con garantía en criptomonedas, ni siquiera mantienen respaldo en activos tradicionales, sino que confían en algoritmos complejos y otros criptoactivos para mantener su paridad. Llamar a todas estas herramientas financieras "criptodólares" borra la crucial diferencia entre un instrumento con respaldo en bonos gubernamentales y otro que se basa en código y la promesa de arbitraje. La fortaleza y liquidez de este colateral es la principal preocupación de los reguladores y de los usuarios, algo totalmente ajeno al dólar tradicional.

El tercer y quizás más importante punto legal es la ausencia del estatus de moneda de curso legal. Una de las propiedades definitorias del dólar es que, por ley, debe ser aceptado para el pago de todas las deudas, públicas y privadas, dentro de los Estados Unidos. Este mandato legal, respaldado por la autoridad soberana, no aplica a ninguna stablecoin privada. Un comerciante no está legalmente obligado a aceptar USDT o USDC en una transacción. Lo acepta por elección, por contrato o por conveniencia operativa dentro de la esfera de las finanzas digitales, pero no por obligación legal. La stablecoin es, en este contexto, un instrumento privado de pago y transferencia de valor, que carece de la garantía gubernamental y la aceptación universal impuesta por la ley.

Finalmente, el uso del término "criptodólar" confunde la emisión privada con la emisión estatal. Si el gobierno de Estados Unidos decidiera emitir una versión digital de su moneda nacional, el vehículo apropiado sería una Moneda Digital de Banco Central (CBDC). Esta hipotética CBDC, un verdadero "dólar digital", sería un pasivo directo del Banco Central, tendría el estatus de curso legal y estaría respaldada por la plena fe y crédito del gobierno. Las stablecoins actuales son el resultado de la innovación del sector privado y operan fuera de la garantía directa del Banco Central. Confundir la iniciativa privada de las stablecoins con una potencial CBDC no solo es un error técnico, sino que oscurece la distinción crítica en la discusión regulatoria actual: la diferencia entre el dinero emitido centralmente por el Estado y los pasivos digitales emitidos por corporaciones.

Ahora bien, la ironía de las stablecoins radica precisamente en que, a pesar de estar construidas sobre una tecnología nacida de la desconfianza hacia los bancos centrales y los sistemas fiduciarios, su éxito reside en la confianza total que depositan en la moneda centralizada que buscaban eludir: el dólar. La criptomoneda original se basó en el concepto de ser tu propio banco y eliminar intermediarios. La stablecoin más exitosa es un activo descentralizado en su capa tecnológica (el blockchain), pero profundamente centralizado y dependiente en su capa fiduciaria y de gestión de colateral. Si la entidad emisora no es confiable, o si su gestión de reservas falla, el token pierde su paridad, demostrando que la estabilidad no proviene del código, sino de la confianza en el custodio centralizado.

Actualmente, este activo opera en una zona gris regulatoria precisamente porque es un híbrido complejo. ¿Es un valor, porque representa un derecho de inversión en un fondo de reserva? ¿Es una mercancía, porque se utiliza globalmente para el intercambio y el trading? ¿Es un instrumento de pago, por su uso en transacciones diarias? Combina elementos de los tres, lo que dificulta su clasificación y supervisión legal, un dilema que el simplista término “criptodólar” ignora por completo.

Claro que es cierto que el uso popular y la asimilación simplificadora de términos no siempre se alinea con la precisión técnica. Si bien las stablecoins no son legalmente dólares, han logrado, en la práctica, replicar la función económica más crítica del dólar: la de ser un activo puente estable y global para el ecosistema digital. 

Para el usuario promedio que busca mover valor rápidamente de un país a otro o entre diferentes plataformas de trading, la stablecoin funciona de facto como un dólar digital, un "dólar de facto" dentro de la economía blockchain

En este sentido, la popularidad del término "criptodólar" no solo refleja la falta de rigor, sino que también subraya la eficacia funcional de estas monedas estables en satisfacer una demanda urgente del mercado: la necesidad de contar con una representación estable y universalmente aceptada de la divisa de reserva global en la era digital. Esto no las convierte en dólares, pero sí las posiciona como su sustituto operativo más relevante en las finanzas descentralizadas.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.