La estabilidad de precios se ha convertido en una preocupación central para las economías de América Latina, con muchos países luchando por contener el rápido aumento del costo de vida tras los choques globales recientes. En este contexto, México y Chile han logrado destacarse, demostrando una capacidad de control inflacionario más efectiva que el promedio regional. El éxito de estos dos países no es un accidente geográfico ni un golpe de suerte; es el resultado directo de una profunda y sostenida solidez institucional que garantiza la aplicación de políticas monetarias y fiscales disciplinadas.
El problema de la inflación descontrolada en el resto de la región a menudo se origina en la debilidad de las estructuras económicas y la interferencia política. En cambio, la clave del éxito en la contención de precios para México y Chile reside en un pilar fundamental: la autonomía de sus Bancos Centrales y la prudencia en el manejo de las finanzas públicas. Ambos elementos requieren una madurez considerable tanto del poder ejecutivo como del poder legislativo, que han entendido la importancia de respetar estos pilares por encima de las ganancias políticas de corto plazo.
El factor más determinante que explica la resiliencia de México y Chile frente a las presiones inflacionarias es la independencia de sus respectivas autoridades monetarias: el Banco de México (Banxico) y el Banco Central de Chile. Esta autonomía legal y operativa es lo que permite a estas instituciones cumplir con su mandato primordial de mantener la estabilidad de precios sin ceder ante las presiones coyunturales o las necesidades de financiamiento del gobierno.
La independencia asegura que la toma de decisiones, particularmente la fijación de la tasa de interés de referencia, se base estrictamente en el análisis técnico de las proyecciones económicas y en la evaluación del riesgo inflacionario, y no en los tiempos del ciclo electoral. Cuando la inflación comenzó a escalar a niveles que amenazaban el poder adquisitivo de los ciudadanos, ambos Bancos Centrales actuaron de manera temprana y con una contundencia notable. Implementaron alzas agresivas en las tasas de interés, un mecanismo directo para encarecer el crédito, desalentar el consumo excesivo y, lo más importante, anclar las expectativas de inflación del mercado.
La credibilidad es un activo intangible de inmenso valor. Al demostrar consistentemente su compromiso con el objetivo de inflación a lo largo de décadas, el Banco de México y el Banco Central de Chile han convencido a empresas, sindicatos y consumidores de que la inflación alta es temporal. Esto evita que las expectativas de inflación se internalicen, impidiendo que se desencadene un círculo vicioso donde los precios suben esperando futuras alzas. La gente confía en que las autoridades monetarias actuarán con la disciplina necesaria para devolver la inflación a sus rangos meta.
La política monetaria restrictiva, por sí sola, no puede ganar la batalla contra la inflación si no está respaldada por una política fiscal responsable. Los esfuerzos del Banco Central pueden ser neutralizados si el gobierno, a través de un presupuesto excesivamente expansivo, inunda la economía con gasto sin respaldo, creando una demanda agregada artificialmente alta. Por ello, el segundo pilar de la excepción chilena y mexicana es la madurez en la gestión de sus finanzas públicas.
En términos generales, ambos países han evitado incurrir en déficits fiscales grandes y crónicos que exijan ser financiados mediante la emisión de deuda desproporcionada. Crucialmente, han mantenido a raya la tentación de recurrir al financiamiento directo del Banco Central, práctica que en otros lugares de la región ha sido un motor primario de la hiperinflación histórica.
El Caso Chileno: Chile ha operado históricamente bajo reglas fiscales que buscan el balance estructural, lo que implica calibrar el gasto público en función de los ingresos que se obtendrían si la economía operara a su potencial. Esto permite ahorrar los ingresos extraordinarios generados, por ejemplo, por los altos precios de las materias primas, y usarlos durante las épocas de menor bonanza. Este enfoque limita los excesos de gasto en el corto plazo y garantiza que el gobierno no añada presión innecesaria a la demanda interna, facilitando la tarea del Banco Central.
El Caso Mexicano: México ha mantenido una postura fiscal relativamente conservadora. Aunque no está exento de presiones de gasto, su manejo histórico se ha caracterizado por un apego a la disciplina presupuestaria que es más estricto que el promedio latinoamericano. Este enfoque ha resultado en una gestión de la deuda que, si bien tiene sus retos, no ha llegado a niveles que despierten una alarma generalizada o que obliguen a una política monetaria de emergencia para contener un desbordamiento fiscal.
La prudencia fiscal no es solo una cuestión de números; es una demostración de que el gobierno respeta la estabilidad macroeconómica. Al no competir con el Banco Central en la inyección de liquidez, se refuerza la credibilidad general del marco de política económica del país.
La combinación de un Banco Central disciplinado y una política fiscal prudente crea un entorno donde la inversión a largo plazo es más predecible y el poder adquisitivo de la moneda está mejor protegido. La habilidad de ambos países para implementar medidas que son impopulares en el corto plazo, como subir las tasas de interés o recortar el gasto en un momento de necesidad social, es la prueba definitiva de su madurez institucional.
Bolivia dice sí a las criptomonedas
Sin embargo, para equilibrar este análisis, es vital considerar que la mayor efectividad en el control de la inflación por parte de México y Chile también viene acompañada de un fenómeno que puede ser visto como una desventaja relativa. La disciplina monetaria y fiscal que les permite evitar los picos inflacionarios de sus vecinos, a menudo resulta en un crecimiento económico más moderado en el largo plazo.
El rigor necesario para mantener la inflación a raya implica que los gobiernos tienen menos margen para implementar grandes paquetes de estímulo o programas de gasto masivos diseñados para impulsar el crecimiento de forma acelerada. Mientras que otros países podrían optar por políticas más expansivas, arriesgándose a una mayor inflación a cambio de un crecimiento más rápido en el corto plazo, México y Chile priorizan la estabilidad y la sostenibilidad financiera. Este enfoque, aunque protege a la población de la devaluación constante de su moneda, también puede limitar la velocidad con la que sus economías se expanden y, por ende, la rapidez con la que se generan oportunidades de empleo y se reduce la desigualdad social. La estabilidad es el precio pagado por el menor dinamismo que se observa en comparación con otros modelos que, aun siendo más volátiles, a veces registran repuntes de crecimiento más vigorosos.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.