El gigantesco y controvertido plan de infraestructura de Biden se encuentra estancado en el Congreso (EEUU). La polarización ha transformado la arena política en un campo de batalla. En un ambiente más dividido que nunca, los detalles de un plan tan grande han pasado a un segundo plano. Todo parece indicar que lo más importante del plan es la cifra total y la fuente de financiamiento. “Tax the rich” es el grito de la izquierda. Eso suena más a resentimiento que a política tributaria. “Es muy grande” es el clamor de la derecha. Pero eso sale de un dogma conservador que no escucha argumentos. ¿Qué dicen los mercados? 

Esta recuperación económica ha sido dominada por los estímulos monetarios. La pandemia generó una caída de la demanda. Lo que causó una crisis deflacionaria. Con los negocios cerrados, los ingresos se desplomaron y los precios cayeron. Y, con ellos, el empleo. La solución fue la intervención estatal en la forma de inyecciones de liquidez. La Reserva Federal de los Estados Unidos (La FED) colocó las tasas de interés por el suelo y comenzó una compra frenética de bonos-T y bonos corporativos. En ese momento, los mercados bursátiles comenzaron a subir. Se podría decir que fue el inicio de una recuperación en forma de K, un eufemismo para simplemente decir que la recuperación ha sido sumamente desigual. Los grandes ganadores han sido los grandes capitales. 

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Los conservadores critican a la FED por sus excesos. Pero disfrutan los beneficios de un mercado en alza sin mucho problema. Lo mismo pasó en el mundo de las criptomonedas. Se critica a la FED, pero se celebra la subida del precio de Bitcoin con bombos y platillos. Eso es como criticar la lluvia, pero celebrar la cosecha. Durante esta temporada, los mercados han experimentado un boom. Sin embargo, no podemos decir lo mismo sobre la economía del ciudadano de pie. La pandemia ha sido muy dura para muchos. Mucho desempleo. Muchos problemas de salud. Estamos hablando de que, en la supuesta recuperación en forma de K, la clase trabajadora se comió los mangos verdes y las cerezas se apartaron para los grandes capitales. 

¿Por qué hay tanto desequilibrio? No podemos decir que los estímulos son el problema. Eso sería absurdo. Sin esos estímulos, aún estaríamos hundidos en una terrible crisis. Si un ave no vuela debido a un ala rota, la solución no es inmovilizar el ala sana. La solución obviamente es sanar el ala rota. En otras palabras, los desequilibrios de la recuperación son un claro resultado de los desequilibrios entre la política fiscal y la política monetaria. O sea, el Gobierno le dejó todo el trabajo a la FED. El bando conservador limita el presupuesto, pero permite el déficit. O, mejor dicho, hablan como conservadores, pero gastan como progresistas. Lo que genera un enorme desorden a nivel fiscal. 

Lo que faltó durante la crisis fue una política fiscal más coherente. De este modo, lo fiscal y lo monetario ha podido propiciar una recuperación más igualitaria. Biden identificó esta falla del gobierno anterior y desarrolló su plan de infraestructura. El plan como tal no es malo, pero hasta el mejor plan puede terminar siendo un desastre. He ahí el detalle. Tanto la derecha como la izquierda siempre se van a los extremos. Unos pecan por deficiencia. Y los otros pecan por exceso. Un buen plan requiere ser aplicado en su justa medida. Los conservadores y sus dogmas. Los progresistas y sus resentimientos. Lo que se necesita es sensatez y cordura. 

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Nadie dijo que sería fácil poner a todos esos políticos a trabajar juntos. Es muy difícil crear consenso en un mundo donde todos tienen la razón. El diseño del plan como tal es trabajo de los expertos. Eso lo sabemos. Sin embargo, el asunto no es el plan. El verdadero asunto es obviamente la lucha de poder dentro de la clase política. El asunto son las próximas elecciones. La última oleada del coronavirus y la bochornosa situación en Afganistán han perjudicado el liderazgo de Biden. Aquí es cuando muchos aprovechan la oportunidad para descartar. ¿Qué mejor estrategia que retrasar la aprobación de su amado plan? 

El gasto fiscal estimula la creación de empleo. La inversión estatal, bien hecha, tiene el poder de aumentar los ingresos. Por ende, la productividad. En muchos sentidos, es más “real” que la política monetaria. La Reserva Federal no tiene la potestad de hacer compras. La FED únicamente puede comprar instrumentos financieros. El Gobierno, sin embargo, sí puede realizar compras de todo tipo. Esto significa que es un canal más efectivo para la distribución de riquezas. Porque puede elegir el sector que apoya y el sector que ignora. De esta manera, equilibrar los desequilibrios causados por la política monetaria. 

El estímulo fiscal, al incrementar los ingresos, es positivo para los mercados. O sea, los inversores compran al saber que los ingresos corporativos registrarán incrementos. Lo fiscal no es tan violento como lo monetario. No obstante, el efecto es importante. En otras palabras, el plan de Biden se considera como algo positivo. Eso significa que todo avance en este campo traerá nuevas alzas. 

Por último, hablemos de Bitcoin y las demás criptomonedas. Estamos hablando de activos sumamente volátiles en un mercado de poca liquidez. Eso implica que el riesgo es alto. Y, en tiempos de vacas flacas, los inversores evitan el riesgo. Por ende, Bitcoin y todas las demás criptomonedas desempeñan mejor en tiempos de optimismo y prosperidad. O sea, nos conviene una economía pujante. Nos conviene el éxito de la política fiscal y monetaria de los Estados Unidos. Porque eso significa que los inversores tendrán el capital y la voluntad de comprar criptoactivos. El primer beneficiado aquí es obviamente el precio. 

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La comunidad cripto está repleta de libertarios defendiendo una postura conservadora y oponiéndose a todo estímulo estatal. La gran ironía es que a la comunidad cripto también le importa mucho el precio de las criptomonedas. Pero me temo que los precios y la liquidez en circulación están estrechamente relacionados. Criticamos la lluvia, pero nos encanta una buena cosecha.  

Septiembre es un mes históricamente bajista, porque es un mes de pocos avances. Las vacaciones de verano todavía pesan y aún no se han decidido muchas cosas. La claridad normalmente se reserva para el último trimestre del año. O sea, los políticos alargan los debates lo más que pueden para presionar a sus adversarios. Pero, tarde o temprano, se debe tomar una decisión. Eso quiere decir que, tarde o temprano, el plan de Biden saldrá de su estancamiento. Por ahora, sin embargo, nos toca esperar un poco más.