El mercado de las criptomonedas, y Bitcoin en particular, se encuentra en un momento de expectativas encontradas. Aunque el optimismo ha mostrado ciertos destellos, las fuerzas subyacentes que han mantenido a raya una recuperación agresiva a lo largo del año parecen estar firmemente arraigadas, sugiriendo un final de periodo fiscal más cauteloso para los activos digitales. La dinámica actual se basa menos en el valor intrínseco de Bitcoin y más en lo que el mercado percibe que sucederá en el corto y mediano plazo. Las proyecciones para el cierre de este año y el inicio del siguiente están moldeando el comportamiento de los inversores en el presente.

La principal fuente de esta presión continuada reside en el panorama macroeconómico global. Los mercados tradicionales, y por extensión el de criptoactivos, operan bajo el yugo de las políticas monetarias de las principales economías. El factor decisivo aquí es la postura de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed). La elevada inflación y la respuesta de la Fed de mantener altas las tasas de interés han drenado la liquidez del sistema financiero global. Este costo de capital más alto disminuye el apetito por el riesgo.

Los datos económicos que se han ido conociendo sugieren que la Fed no está dispuesta a realizar recortes de tasas en el último mes del año. Esta confirmación de una política de “mantener y observar” anula gran parte del entusiasmo que podría generar una inyección de liquidez.

La falta de liquidez se convierte en el segundo pilar de la persistente presión. Cuando el dinero es caro y escaso, los inversores tienden a buscar refugio en activos menos volátiles, o simplemente mantienen su capital en efectivo o equivalentes que ofrecen un mejor rendimiento que antes. Los activos de riesgo, como Bitcoin, son los primeros en sentir este efecto. Una recuperación verdaderamente agresiva requiere una amplia disponibilidad de capital dispuesto a fluir hacia el sector. Mientras el mercado siga descontando que las tasas de interés se mantendrán elevadas por un período prolongado, este flujo de capital hacia las criptomonedas seguirá siendo limitado. La percepción de un posible estancamiento económico en el futuro cercano, aunque solo sea un rumor persistente, también contribuye a la reticencia de los grandes capitales a comprometerse plenamente.

El mercado de las criptomonedas, a pesar de su naturaleza descentralizada, sigue siendo un mercado de capitales y, por lo tanto, es profundamente susceptible al sentimiento. Las expectativas de hoy se construyen sobre la base de lo que el mercado cree que será la situación a fin de año. Si los participantes creen que la Fed no cederá, y que los problemas de liquidez continuarán, el pesimismo, o al menos el cauteloso realismo, se impone.

Además de los factores monetarios, existen otras sombras que contribuyen a este ambiente de precaución. La preocupación por la sobrevaloración en ciertos sectores de la tecnología y la inteligencia artificial (IA) genera nerviosismo en las carteras diversificadas. Un ajuste en estos mercados podría tener un efecto dominó en todo el espectro de activos de riesgo, incluyendo a Bitcoin. A esto se suman las presiones geopolíticas que actúan como un constante factor de incertidumbre. Los conflictos y las tensiones internacionales pueden mermar el optimismo rápidamente, provocando movimientos de aversión al riesgo que benefician a activos considerados seguros y no a las criptomonedas.

Lo que realmente se necesita para alterar fundamentalmente esta dinámica es un catalizador potente. Un evento o una serie de datos que cambien radicalmente la expectativa de los inversores. Por ejemplo, una indicación clara de que la inflación está controlada de manera decisiva y que la Fed ha terminado con su ciclo de ajustes, o una señal de que el crecimiento económico mundial será sorprendentemente robusto en el primer trimestre del próximo año. Si el mercado llegara a convencerse de que se está formando un piso sólido y que el horizonte de principios del próximo año será notablemente mejor, podría desencadenarse un repunte de fin de año, a menudo llamado un “rally de Santa Claus”.

Sin embargo, en ausencia de ese cambio drástico en la política monetaria o en los datos económicos subyacentes, cualquier movimiento alcista que se observe es probable que sea de naturaleza táctica y de corto plazo, impulsado más por el posicionamiento de los comerciantes que por una entrada sostenida de capital institucional. El optimismo está regresando, sí, pero las causas subyacentes del pesimismo no han desaparecido. La creencia dominante en el mercado sigue siendo que no habrá recortes de tasas inminentes, y las presiones geopolíticas y macroeconómicas persisten.

La clave en este entorno no es intentar predecir el futuro como si se tuviera una bola de cristal, sino estar adecuadamente preparado para los distintos escenarios. Una estrategia de gestión de riesgo bien definida es la herramienta más importante. Los inversores deben considerar cómo sus carteras reaccionarían a la persistencia de la presión, a un repunte moderado, o incluso a una corrección más profunda.

Ahora bien, es importante considerar un argumento que se desvía de la preocupación macroeconómica. Si bien la presión por la liquidez y las tasas de interés son innegables, existe una perspectiva que sugiere que esta misma etapa de consolidación lateral bajo una presión externa persistente es, de hecho, un proceso de fortalecimiento silencioso para Bitcoin. A diferencia de otros activos de riesgo que podrían colapsar ante la falta de oxígeno monetario, la resiliencia de Bitcoin, medida por la volatilidad decreciente y la acumulación sostenida por parte de tenedores a largo plazo, indica una maduración del activo.

Esta visión sostiene que la actual inercia no es una debilidad, sino una prueba de resistencia. La capacidad de Bitcoin para mantener un rango de precios significativo, a pesar de los vientos en contra macroeconómicos más fuertes en décadas, demuestra que su base de inversores se ha vuelto menos especulativa y más orientada al valor a largo plazo. La constante presión externa está filtrando a los participantes débiles del mercado, dejando atrás una base de tenedores más convencidos y robustos. 

Por lo tanto, el mismo factor que hoy parece una limitación para una subida inmediata, el entorno de altas tasas, podría estar cociendo a fuego lento la base para una explosión de crecimiento mucho más sostenible una vez que se inviertan las condiciones monetarias. Cuando el catalizador finalmente llegue, la estructura del mercado de Bitcoin será mucho más sólida para absorber el nuevo flujo de capital

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