Opinión de: Billy Luedtke, fundador de Intuition
La información es la base de la sociedad humana. Sin embargo, en la era de la información que se acelera exponencialmente, los datos se vuelven cada vez más vulnerables a la corrupción, lo que representa una amenaza para la civilización humana. El problema no es la tecnología en sí, sino que nuestros modelos de gobernanza están desactualizados.
Los gobiernos continúan imponiendo marcos regulatorios asincrónicos y de arriba hacia abajo, diseñados para las instituciones de ayer. Las sanciones judiciales y las estructuras de cumplimiento redactadas hace décadas solo pueden reaccionar después de que se haya producido el daño. No pueden evitar el envenenamiento de la economía de la información.
Los sistemas descentralizados nos muestran otro camino. En las criptomonedas, las reglas no son aplicadas por jueces después de un incidente; están codificadas en protocolos y se ejecutan automáticamente. La gobernanza es programática, no retrospectiva, con smart contracts y algoritmos que se encargan de la aplicación.
El futuro de la integridad de la información depende de adoptar este paradigma: integrar leyes y protecciones directamente en los sistemas que procesan y distribuyen datos. Si la sociedad quiere progresar, la confianza debe construirse desde cero: descentralizada, distribuida e intuitiva. En la era de la tecnología emergente, la confianza en la información no provendrá de regulaciones impuestas. Provendrá de marcos que se autoaplican y se gobiernan colectivamente.
Las regulaciones reactivas erosionan la confianza pública
Después de la caída de 2008, el FMI señaló que “la crisis financiera ha expuesto debilidades en los marcos regulatorios y de supervisión actuales”. La regulación, en teoría, tiene como objetivo proporcionar estabilidad. En la práctica, ha fallado repetidamente, porque se basa en una aplicación lenta y centralizada mucho después de que se haya producido el daño.
Por ejemplo, Anthropic resolvió recientemente una larga demanda colectiva al acordar pagar 1.500 millones de dólares como compensación monetaria. Anteriormente, el estado miembro de la UE, Italia, multó a empresas de IA, con sanciones que oscilan entre 5 millones y 15 millones de dólares.
Estas sanciones generan titulares, pero no detienen la explotación subyacente. En cambio, simplemente demuestran que las empresas pueden incluir las multas en sus modelos de negocio: primero las ganancias, luego las consecuencias. Aquí es donde la confianza comienza a erosionarse.
La gente ve violaciones repetidas con poca protección significativa. Ven a los gobiernos llegar tarde, ofreciendo restitución después del hecho, pero sin proteger la integridad de la información en tiempo real. Con el tiempo, la confianza en la tecnología y las instituciones que la gobiernan se erosiona.
Este problema no se limita al raspado de datos o las violaciones de derechos de autor. Ya sea fraude financiero, filtraciones de privacidad, sesgos algorítmicos o fallas de seguridad sistémicas, los reguladores llegan solo una vez que el daño ya se ha propagado.
Los gobiernos y los organismos legislativos tenían la responsabilidad de restaurar la confianza en la tecnología emergente. Pero han fracasado inequívocamente. La razón es simple: las tecnologías actuales no se ajustan limpiamente a los marcos legales y regulatorios del pasado.
Los marcos antiguos no se ajustan a la tecnología exponencial
Las leyes diseñadas para corporaciones de la era industrial o instituciones centralizadas no pueden seguir el ritmo de los sistemas digitales sin un único punto de control. Los libros de reglas tradicionales asumen que puedes identificar a una parte responsable, emitir licencias o hacer cumplir el cumplimiento a través de auditorías y citaciones. En un mundo definido por sistemas automatizados, redes sin fronteras e iteración continua, esos mecanismos fallan.
La innovación se ralentiza porque las startups dedican tiempo a luchar contra la incertidumbre legal en lugar de construir. El capital se retira a jurisdicciones con marcos más claros. Las empresas establecidas ven las multas como el costo de hacer negocios, mientras que los actores más pequeños a menudo se ven aplastados bajo el peso de las cargas de cumplimiento.
El statu quo no solo no protege al público; empeora las cosas. Concentrar el poder en manos de los operadores históricos empuja el riesgo a las sombras.
Los marcos heredados no fueron construidos para la velocidad, escala y complejidad de las criptomonedas, la IA o cualquier tecnología exponencial. Forzarlos a su lugar garantiza el estancamiento para los innovadores, aumenta los riesgos para los consumidores y erosiona la confianza en la sociedad en su conjunto.
Lo que se necesita no es una aplicación más estricta, sino un nuevo paradigma, uno que alinee la gobernanza con las realidades de la tecnología moderna.
Hacia la confianza programática
La respuesta no es más multas o demandas, sino hacer del cumplimiento una parte nativa de los propios sistemas.
La confianza programática se caracteriza por reglas transparentes y autoaplicables codificadas directamente en los protocolos. En lugar de esperar a que los tribunales castiguen las malas conductas años después, los sistemas deben diseñarse de manera que la mala conducta sea estructuralmente compleja y la rendición de cuentas sea automática.
La confianza programática se refiere a la gobernanza incrustada arquitectónicamente que no se impone desde el exterior, adaptativa, auditable y alineada con las realidades de la tecnología exponencial.
Estos marcos no solo previenen el daño; crean claridad. La claridad atrae capital. El capital impulsa la innovación. La innovación, cuando se alinea con las salvaguardias incrustadas, construye resiliencia y adopción.
Es un ciclo de suma positiva, uno que beneficia por igual a constructores, inversores y a la sociedad.
La integridad de la información es la base de la sociedad
La información es la base sobre la que se construye la civilización humana. Cuando es fiable, las sociedades prosperan. Cuando se corrompe, las sociedades se fracturan.
En la era de las criptomonedas y la IA, proteger la información no puede ser una ocurrencia tardía. Se convierte en una cuestión existencial.
Estos sistemas ahora generan e interpretan la información a través de la cual entendemos la realidad. Si esa información no está verificada, es sesgada o se corrompe fácilmente, ninguna cantidad de regulación post-hoc restaurará la confianza. Proteger la información ya no puede ser un enfoque reactivo, debe ser uno arquitectónico.
Por eso la confianza programática es esencial para servir al objetivo superior de la integridad de la información. Al incrustar salvaguardias y formas plurales de gobernanza en los sistemas que generan, transmiten y validan datos, defendemos las bases mismas de la sociedad humana.
Si la información se desmorona en ruido, ninguna cantidad de regulación retroactiva nos salvará. Si construimos marcos donde la información sea verificable, contextual y resiliente por diseño, entonces la confianza no necesitará ser coaccionada. Surgirá naturalmente.
Este es el camino a seguir, no regulaciones coercitivas persiguiendo los fracasos de ayer, sino marcos intuitivos, descentralizados y programáticos que protegen la integridad de la información.
Opinión de: Billy Luedtke, fundador de Intuition.
Este artículo tiene fines de información general y no pretende ser ni debe tomarse como asesoramiento legal o de inversión. Las opiniones, pensamientos y puntos de vista expresados aquí son únicamente del autor y no reflejan ni representan necesariamente las opiniones y puntos de vista de Cointelegraph.