Muchas veces pensamos que las cosas que hacemos hoy en día son naturales y obvias, que siempre han sido así. Pero la verdad es que todo tiene un origen, una historia. Y conocer esa historia nos puede ayudar a entender mejor los conceptos básicos que nos competen hoy.
El dinero es algo que usamos todos los días, pero ¿alguna vez te has preguntado cómo surgió? Pues resulta que el dinero no siempre existió. Antes se usaban otros métodos para conseguir lo que se quería, como la guerra, el regalo o el trueque.
La guerra era muy violenta y peligrosa, porque había que luchar y matar por lo que se deseaba. El regalo era muy generoso y amable, pero dependía de la buena voluntad de los clanes y de la confianza entre ellos. El trueque era más pacífico y justo, pero muy complicado, porque había que encontrar a alguien que tuviera lo que uno quería y que quisiera lo que uno tenía.
Así que los griegos se inventaron el dinero, una forma de facilitar el comercio y medir el valor de las cosas. El dinero era un objeto aceptado por todos, como una moneda de metal, que representaba una cantidad de riqueza. Con el dinero se podía comprar y vender lo que se quisiera, sin tener que recurrir a la guerra, al regalo o al trueque.
Pero el dinero también tuvo sus ventajas y desventajas, sus críticos y defensores. El dinero permitió el desarrollo de la economía y la cultura, pero también generó problemas como la inflación, la deuda o la desigualdad. El dinero fue una gran invención, pero también una gran responsabilidad.
Ahora bien, ¿existirían hoy los exchanges de criptomonedas (centralizados o no) sin la invención de las bolsas? La Bolsa de Ámsterdam fue el primer mercado de valores del mundo, donde se negociaban acciones de empresas como la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, la más poderosa y rentable de su época. ¿Cómo surgió esta innovación financiera que revolucionó la economía y la historia? ¿Qué podemos aprender de los éxitos y fracasos de los primeros inversores bursátiles?
Para entender el origen de la Bolsa de Ámsterdam, hay que remontarse al siglo XVII, cuando los Países Bajos se convirtieron en una potencia comercial y naval gracias a su expansión por Asia, África y América. Para financiar sus aventuras coloniales, los holandeses crearon una nueva forma de organización empresarial: la sociedad anónima de responsabilidad limitada.
Esta figura jurídica permitía a varias personas aportar capital a una empresa y recibir a cambio acciones que representaban una parte proporcional de los beneficios. Además, los accionistas solo arriesgaban el dinero que habían invertido, sin comprometer el resto de sus bienes. Así, se podían diversificar los riesgos y atraer a más inversores.
Cuando compras una acción de una empresa, estás invirtiendo tu dinero en la esperanza de que la empresa tenga éxito y te pague dividendos. Pero, ¿qué pasa si cambias de opinión y quieres recuperar tu dinero?
Pues resulta que la empresa no tiene la obligación de devolverte tu dinero. Una vez que le has dado tu dinero, es suyo. Si quieres recuperarlo, tienes que vender tu acción en el mercado secundario, es decir, a otro inversor que esté dispuesto a comprártela.
¿Y a qué precio puedes vender tu acción? Pues depende de la oferta y la demanda. Si hay muchos compradores interesados en tu acción, podrás venderla a un precio alto. Pero si hay pocos compradores o muchos vendedores, tendrás que bajar el precio para encontrar uno. Gracias a los holandeses por esta invención.
Las acciones se podían comprar y vender libremente en el mercado, lo que daba lugar a la formación de precios según la oferta y la demanda. La Bolsa de Ámsterdam fue el lugar donde se concentró esta actividad, convirtiéndose en el centro financiero de Europa. Allí se podían encontrar todo tipo de especuladores, desde comerciantes y banqueros hasta nobles y clérigos.
Sin embargo, el mercado bursátil no estaba exento de volatilidad y turbulencias. A lo largo del siglo XVII, se produjeron varias burbujas y crisis que afectaron a la economía holandesa. Una de las más famosas fue la llamada tulipomanía, que consistió en una fiebre especulativa por los bulbos de tulipán, una flor exótica y codiciada que llegó a alcanzar precios astronómicos.
La Bolsa de Ámsterdam fue el escenario de estas dinámicas financieras que marcaron el destino de muchos inversores. Algunos se hicieron ricos, otros se arruinaron. Lo cierto es que esta institución fue pionera en crear un mercado globalizado y competitivo que sentó las bases para el desarrollo del capitalismo moderno.
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Las bolsas de valores tienen sus pros y sus contras para la economía. Por un lado, ayudan a que el dinero fluya y se invierta en el crecimiento económico. Por otro lado, también son una trampa para que los que tienen mala suerte, poca prudencia o mucha ingenuidad pierdan su dinero. Pero además de eso, las bolsas de valores han creado toda una cultura propia, con sus costumbres, su lenguaje y sus reacciones típicas ante lo que pasa. Es increíble que esta cultura se desarrollara tan pronto después de que se estableciera, en 1611, en un patio sin techo en Ámsterdam y que continúe (con algunos cambios, claro está) en el Wall Street de nuestros días.
Esta cultura bursátil tiene sus propios ritos y símbolos, como el toque de campana, que marca el inicio y el fin de las operaciones, o el toro y el oso, que representan las tendencias alcistas y bajistas del mercado. También tiene su propio idioma, lleno de términos técnicos y metafóricos, como índice, acción, dividendo, oferta, demanda, valor, riesgo, rentabilidad, volatilidad, especulación, inflación, deflación, recesión, depresión, crisis, pánico, euforia, burbuja, estallido y muchos más. Y tiene sus propias emociones y comportamientos, que pueden ir desde la alegría y la confianza hasta el miedo y la desesperación, según cómo vayan las cosas en la bolsa.
El mercado de las criptomonedas es como una versión más intensa y salvaje de Wall Street. Allí se negocian activos digitales que no dependen de ningún gobierno ni banco central, sino de la tecnología y la confianza de los usuarios. El mercado es muy volátil y arriesgado, pero también muy atractivo y rentable. Palabras más, palabra menos, cripto es un Wall Street en esteroides.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.
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