La crisis del coronavirus ha depreciado casi todas las materias primas debido a la caída de la demanda en las economías avanzadas. Esta “deflación” global de las mercancías ha reducido notablemente la entrada de divisas extranjeras a las economías latinoamericanas. El año 2021 será un año de lucha por la recuperación económica. Pero también será un año muy peligroso en el ámbito político. Porque el aumento de la pobreza creará mayores descontentos en las calles. En un año bastante electoral para la región, la frustración de la gente puede ser capitalizada por el populismo (de izquierda o de derecha). El virus, la deuda, la pobreza, la polarización y el autoritarismo populista. He ahí los gigantes a vencer. 

Durante el 2020, la economía latinoamericana se contrajo en un 8%, generando en menos de 12 meses más de 40 millones de nuevos pobres. Eso significa que uno de cada tres latinoamericanos es pobre. Bajo estas circunstancias, la población podría sentir la tentación de caer en el viejo vicio de creer en las falsas promesas de un “hombre fuerte” (una vez más). He ahí una amenaza latente para la región. El Salvador ya tiene a su “hombre fuerte” en Nayid Bukele. El nuevo caudillo del cuadro. Prometiendo villas y castillas como de costumbre. Solución por mano dura. 

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Hablemos un poco de México. El presidente populista de México, Andrés Manuel López Obrador, está promoviendo un referéndum a mitad de su mandato para validar su puesto. Para junio. Porque coincide con las elecciones parlamentarias y regionales. Claro que su manejo de la crisis del coronavirus ha sido realmente lamentable. Ha sido todo un desastre (en términos de muertes), solo superado por los desastres en los Estados Unidos, Brasil e India. Eso es en materia de salud. Pero, en materia económica, también tenemos un desastre. Con una contracción económica de aproximadamente un 10% y con 1.1 millones de puestos de trabajo perdidos, el conservadurismo fiscal y su política de austeridad permanente han sido una verdadera fatalidad. 

Sin embargo, sus seguidores lo aman, porque se sale de su auto de vez en cuando para comer empanadas con unos obreros, habla sin guion, y lucha contra las elites. Pese a que su popularidad ha bajado bastante últimamente, todavía es sumamente alta. Sobre todo, considerando su desempeño. Su carisma de hombre del pueblo ha tocado una fibra muy profunda en el mexicano común. Por otro lado, está su reputación de persona honesta. He ahí un punto a su favor. Hasta sus adversarios políticos, reconocen su honestidad, una virtud muy rara de ver en los “hombres fuertes” latinoamericanos. Seguramente, ganará las elecciones. Pero, ¿podrá reducir la desigualdad económica y la corrupción política con su plan de autosuficiencia? 

Tendremos elecciones presidenciales en Ecuador (febrero), Perú (Abril) y Chile (noviembre). El presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, cuenta con el rechazo del público y oposición en el Congreso. Una derrota es bastante probable. Y el gran beneficiado podría ser el candidato de Rafael Correa, Andrés Arauz. En fin, un retorno al populismo de izquierda. Perú está sediento por un candidato no político (un outsider). Y el populismo podría aprovechar la oportunidad. Chile, que ha sido el Posterboy de la estabilidad capitalista de la región, se vio obligado a un chequeo de realidad durante las protestas del 2019. El plan de una nueva constitución fue aprobado abrumadoramente. La desigualdad será el tema central de la nueva constitución. Lo que podría inclinar la balanza hacia la izquierda en las próximas elecciones. La buena noticia es que, seguramente, en el 2021, veremos un aumento en los precios del cobre. 

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Por otro lado, las ambiciosas reformas de Iván Duque en Colombia ciertamente son muy buenas en papel. Es decir, los cambios propuestos en salud, impuestos, pensiones y trabajo son ideales. Sin embargo, está por verse si tiene la fuerza política para lograrlo. En política, no solo hace falta tener la razón. También hay que tener fuerza. El coronavirus, las tensiones sociales, el tema FARC y la migración venezolana son desafíos que opacan los planes de crecimiento de Duque. 

En Argentina, el Gobierno del peronista Alberto Fernández seguramente logrará el apoyo del Fondo Monetario Internacional con el asunto de la deuda. Sobre todo, después de que el presidente logró un acuerdo con los acreedores privados en el 2020. Claro que seguramente habrá más inflación, más controles y más devaluaciones. Lo que podría impulsar protestas y tensiones sociales. El partido de Gobierno seguramente mantendrá el control del parlamento en las elecciones de octubre, pero con toda probabilidad perderá varias sillas. 

¿Qué podemos decir de Venezuela y Cuba? Bueno, lamentablemente, el mismo cuento, pero en el 2021. Las reformas procapitalistas en Cuba seguirán a paso de tortuga en una economía aún más frágil debido al coronavirus. Y, en Venezuela, el chavismo seguirá destruyendo el país con una oposición más débil y dividida que nunca. La comunidad internacional ejercerá algo de presión. Pero la economía venezolana seguirá su debacle durante el 2021. 

Ahora bien, Latinoamérica en el 2021 se parecerá bastante a Latinoamérica en los últimos meses del 2020. Al menos durante el primer semestre. Pero las cosas irán mejorando con el aumento de las materias primas y el aumento de las remesas, producto de la recuperación gradual de las economías de los países desarrollados. Habrá crecimiento en la región (menos en Venezuela). Claro que los países mejor relacionados con Asia estarán un poco mejor. Pero no por mucho. Porque China ya no es el gran importador de materias primas que un día fue. La economía china ha evolucionado bastante últimamente y su énfasis ahora yace más en el sector servicios. 

En lo que se refiere al petróleo, ciertamente la demanda registrará una recuperación gradual. El precio subirá. Pero los superproductores (Rusia y Arabia Saudita) seguirán inundando el mercado, impidiendo un aumento dramático. Eso seguirá siendo un problema para los productores con altos costos de producción como México, Colombia, Venezuela y Ecuador.  

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El 2021 será un año de muchos desafíos para Latinoamérica en el campo político y económico. Tres problemas centrales: La creencia en mesías. El mito del hombre fuerte. Es decir, la falta de institucionalidad. El caudillismo. Por un lado. Y, por el otro lado, la gran dependencia en las materias primas. Productos sin valor agredido que nos colocan a merced de los mercados internacionales. Por último, la deuda. 

Ahora bien, todo negocio que genere divisas extranjeras es bueno. La reconfiguración económica de la era post-coronavirus causará muchos cambios y esto podría significar bastantes oportunidades. Sobre todo, en el área digital, comercio en línea, logísticas, e industria. En el 2021, comenzará la recuperación.