En un año diferente a todos los demás, en el que gran parte de la vida se ha desarrollado en línea, ha creado un caso convincente para la identidad digital. Hablar de "pasaportes de inmunidad", de aplicaciones de rastreo de contactos que protegen la privacidad e incluso de un posible cambio a sistemas de votación en línea habla de la necesidad de contar con identidades digitales sólidas.

En julio de 2020, el Foro Económico Mundial publicó un documento informativo sobre los riesgos y las oportunidades en torno al "Internet de los cuerpos". Desde la tecnología en forma de accesorios hasta los implantes médicos conectados, es evidente que nuestras futuras identidades digitales podrían abarcar más datos de los que nunca creímos posibles.

Pero el impulso de una identificación digital también está provocando una fuerte oposición. La idea de ceder aún más el control de nuestros datos a gobiernos e instituciones es un motivo alarmante para muchas personas.

La tecnología es la solución, no el problema

La respuesta a este problema no consiste en mantener el statu quo. En todo caso, los acontecimientos de 2020 han puesto de manifiesto que nuestro enfoque actual de la identidad no es el adecuado. A medida que nos movemos cada vez más en el mundo digital, las grietas en el sistema actual se hacen cada vez más evidentes.

En el espacio cripto, en particular, se ha promovido el anonimato como solución a la privacidad de los datos. Pero esa tampoco es la respuesta. Simplemente no es posible existir en el mundo real y permanecer completamente anónimo. Tomar un vuelo, pagar por bienes y servicios en Internet, obtener tratamiento médico o poder conducir un coche son sólo algunos ejemplos de acciones cotidianas que están vinculadas a nuestras identidades.

La tecnología es la respuesta. Las soluciones criptográficas, como las pruebas de conocimiento cero, resuelven la disyuntiva entre el anonimato y privacidad, por un lado, y la capacidad de demostrar nuestra identidad cuando haya una necesidad legítima de hacerlo, por el otro.

Usos en el mundo real

Un ejemplo práctico podría ser la tan discutida idea de los "pasaportes de salud". Supongamos que quieres viajar a principios de 2022. Todo lo que la compañía aérea necesita saber es que no vas a suponer un riesgo de infección para los otros pasajeros. Tal vez también vayas a entrar en un país que exige la inmunidad contra la fiebre amarilla. Te pones la vacuna contra el COVID-19 y la de la fiebre amarilla, y esa información se añade a tu identificación digital, cifrada por pruebas de conocimiento cero.

Ahora puedes demostrar que esta sano para volar sin tener que decir dónde o cuándo te vacunaste, o en qué clínica, o qué médico te las administró. La aerolínea podría simplemente escanear un código QR en tu teléfono que confirme que no vas a poner en riesgo a nadie.

Aunque el COVID-19 crea un convincente caso de uso inmediato, existen aplicaciones de gran alcance. Si quieres comprar artículos con restricciones de edad, como alcohol o cigarros, podrías generar un código QR para demostrar tu edad sin necesidad de mostrar una copia de tus documentos de identidad. Del mismo modo, si quisieras alquilar un coche o pedir un préstamo, podrías demostrar tu permiso de conducir o tu historial crediticio sin tener que distribuir copias con información personal.

Prevenir los abusos y garantizar el cumplimiento

Respaldando este sistema, debe haber un mecanismo a prueba de fallas que permita que se revele la identidad de una persona si existe una necesidad legal legítima para hacerlo. Esto es necesario para garantizar el cumplimiento de las jurisdicciones pertinentes y evitar que los malos actores abusen del sistema.

Por ejemplo, si alguien usó un automóvil alquilado para robar un banco o incluso recibió una multa por exceso de velocidad, las autoridades querrán saber quiénes es esa persona. En este caso, las pruebas de conocimiento cero se pueden descifrar. Sin embargo, descentralizar esta responsabilidad entre múltiples partes garantiza que no esté sujeta a un uso indebido o abuso y elimina el único punto de falla.

En 2021, comenzaremos a ver los inicios de un sistema donde las personas pueden caminar con sus identidades digitales en su bolsillo. Será el principio del fin de los sistemas anticuados basados en documentos y el comienzo de una nueva era de auto-soberanía sobre nuestros datos.

Los puntos de vista, pensamientos y opiniones expresados aquí son solo del autor y no necesariamente reflejan o representan los puntos de vista y opiniones de Cointelegraph.

Beni Issembert es el director de marketing de la cadena de bloques privada y empresarial Concordium. También es un autor publicado, miembro de la Fundación IOUR y ex director de marketing de Beam Protocol.

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