Otro giro en la trama. Y esto cada vez se vuelve más intenso. Este año ha sido una verdadera caja de Pandora. A la larga lista de eventos desafortunados ahora se suman los disturbios, las protestas y los saqueos. La muerte de George Floyd, en manos de la policía, ha causado la indignación del público sobre una vieja y cruel enfermedad: la brutalidad policial y el racismo en EEUU. Desde el 25 de mayo, hay manifestaciones de calle, unas pacíficas, pero otras no. Seis estados y trece ciudades se han declarado en emergencia y se han impuesto toques de queda en 26 ciudades. Ahora bien, ¿cuál ha sido la reacción de los mercados? ¿Cómo ha reaccionado Bitcoin?  

Resulta claro y evidente que Bitcoin no solo es un activo digital. Bitcoin también es un movimiento. Y dentro de ese movimiento hay muchas personas con ideas políticas. La narrativa Bitcoin ha sido redactada principalmente por los libertarios de los primeros días. Es decir, el proyecto en su etapa temprana atrajo a muchos libertarios y ellos colocaron las bases ideológicas del movimiento. Con los años, sin embargo, Bitcoin ha incorporado a más gente y los libertarios ya no son una mayoría tan abrumadora como antes.  Todavía existe una retórica heredada. Y los libertarios aún se encuentran entre las voces más fuertes de la comunidad. De los libertarios, heredamos la idea del oro digital como una cobertura ante la inflación y las crisis. También heredamos los sentimientos antisistema, el rechazo a los bancos centrales y el desprecio a toda intervención gubernamental en la economía. 

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El asunto es que la corriente libertaria es muy pequeña en el mundo. Y para muchos es inviable. Por esta razón, ha sido confinado a la teoría. Entonces, aquí tenemos las condiciones perfectas para la radicalización. Un pequeño grupo con grandes ideas, pero en oposición permanente. Esto tiene la gran ventaja de que un libertario siempre tiene la razón porque sus ideas no están en calle sino en la mente. Es una ideología fuerte y coherente que convierte a cualquier en un héroe del teclado. Claro que en el gran mundo lo que reina es el pragmatismo. No es cuestión de tener la razón. Es cuestión de tener razón y fuerza. Y al decir fuerza me refiero al consenso. O sea, apoyo popular e institucional. Y me temo que los libertarios son una minoría muy pequeña. No hay fuerza. La mayoría tiene otras ideas. 

En los últimos años, la comunidad cripto se ha vuelto más diversa. Ya los libertarios no son los dueños absolutos de la narrativa. Hay un grupo nuevo, numerosos, pero silencioso. Este grupo cree en Bitcoin, pero no sigue los valores ideológicos de los primeros bitcoiners al pie de la letra. Son más pragmáticos y menos idealistas. Son más moderados y menos radicales. Podríamos llamar “evangelistas” a los primeros y "pragmáticos" a los segundos. 

Y cada uno de ellos ve a Bitcoin con su filtro. Los evangelistas ven en Bitcoin una tortuga. Y los pragmáticos ven un león. La tortuga es un refugio seguro ante un mundo cruel. Ante la amenaza, la tortuga se refugia en su poderoso caparazón. Se protege. El león es fuerte como un rey y roge con orgullo en un buen día, pero al escuchar los disparos del cazador huye por su vida como un gran cobarde. El oro es una tortuga. Y el S&P 500 es un león. El oro apuesta al miedo. El S&P 500 apuesta al optimismo. 

Con la llegada del coronavirus, los evangelistas predijeron con gran seguridad que Bitcoin se iría a la luna, porque durante la crisis el público escogería a Bitcoin como un refugio seguro. Los pragmáticos y los nobitcoiners se sorprendieron mucho al escuchar esto. Bitcoin es un activo sumamente volátil, y los inversores en una crisis tienden a buscar refugio en instrumentos mucho más estables. Sin embargo, no hay argumentos que valgan para la persona de fe. Y los evangelistas tienen fe de que un mundo en llamas implica que el precio de Bitcoin alcanzará nuevos máximos. 

Llegamos a finales de marzo, todos los mercados colapsaron debido a las preocupaciones en torno al coronavirus. ¿Qué hizo Bitcoin? Se comportó como un león, pese a las predicciones de los evangelistas. La caída fue una gran sorpresa. Nadie lo entendía. Se esperaba un alza, pero el precio se desplomó. Ahí quedó eso para la historia. Los pronósticos fallaron abismalmente. 

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Las medidas de confinamiento impuestas por los distintos gobiernos estrangularon la economía y los gobiernos se vieron obligados a inyectar mucha liquidez a la economía para frenar la espiral deflacionaria de la crisis. Esos estímulos y los planes de desconfinamiento animaron a los mercados. Los precios empezaron a subir porque los inversores comenzaron a comprar, anticipando la recuperación. Mientras tanto los evangelistas indignados y ofendidos con la impresión de dinero por parte de los bancos centrales, pero Bitcoin siguió actuando como un león y se alineó con el S&P 500. 

Todas las medidas tomadas por los bancos centrales han sido duramente criticadas y condenas por los bitcoiners evangelistas, pero Bitcoin y los mercados han respondido favorablemente. Durante lo peor de la crisis, los inversores se refugiaron en el dólar y en los bonos gubernamentales. Y, en la fase de recuperación, los inversores están volviendo gradualmente a los mercados. La liquidez aviva la demanda. Y la demanda sube los precios, estimula el crecimiento e infla los mercados. Justo lo que necesitamos ahora. 

Ahora llegan los disturbios. Y vuelven los evangelistas. Aparecen titulares como estos: “Disturbios en las calles y Bitcoin sube de precio”. “En medio de las protestas, se ven carteles con el símbolo de Bitcoin”. Una vez más los evangelistas llegan a una conclusión siguiendo una lógica muy particular. Los disturbios tendrán un efecto negativo en la económica y eso causará que la gente se refugie en Bitcoin. La teoría de la tortuga una vez más. No muere. Es dura de matar. Ahora todo día positivo en el mercado Bitcoin es gracias a las protestas, porque la gente ve a Bitcoin como un refugio seguro en tiempos difíciles. Una victoria más para los libertarios en la lucha contra el malvado sistema ¿En serio?

Ahora bien, hay dos maneras de ir por la vida. Construir una narrativa a partir de la realidad o construir una realidad a partir de una narrativa. He ahí el detalle con las ideologías. Se convierten en parte de nuestra identidad. Y son difíciles de saltar. Es ahí cuando se transforman en dogmas. Eso explica como una persona puede ver una foto de la Tierra desde el espacio y no ve una evidencia científica contundente sino un montaje barato como parte de una gran conspiración mundial. También explica que en un país destrozado como Venezuela todavía hay gente que dice que el lugar es un paraíso terrenal y las cosas nunca han estado tan bien. Eso es ideología para ustedes, señores. 

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¿Qué están diciendo los mercados ante los disturbios? Bueno, los disturbios no han afectado a los mercados. Por lo menos no hasta ahora. Los estímulos están funcionando. Hay optimismo por el desconfinamiento. Y la recuperación está en camino. Bitcoin sigue alineándose a esta corriente. La recuperación ha sido gradual, porque todavía hay temores. Se teme una nueva escalada de contagios, y existen preocupaciones por nuevas tensiones entre China y los Estados Unidos. Sin embargo, pese a que la tasa de desempleo es realmente alarmante y muchos datos macroeconómicos son terribles, existe optimismo porque la confianza del consumidor se mantiene fuerte y la liquidez está reanimando la demanda. 

Las ideologías son importantes. Y siempre es bueno respetarlas. Es perfectamente válido que la comunidad cripto promueva unos valores y defienda una narrativa. Sin embargo, debemos ser cuidadosos con el efecto cegador de los dogmas. Siempre es bueno analizar la evidencia y luego emitir un juicio. ¿Cómo se está comportando Bitcoin en esta crisis? ¿Por qué fallaron las predicciones? Nada logramos con engañarnos a nosotros mismos. No por ser más radicales, somos más puros. También es válido escuchar a Bitcoin. Podemos observar su comportamiento. Y aprender. Podemos cambiar de parecer en la medida que surjan nuevas evidencias. Las cosas cambian. Las ideas evolucionan. De pronto, no es tan malo ser un león.