Bitcoin ha demostrado ser una excelente inversión para muchísimas personas. Cierto. Su volatilidad es elevada. Pero sus rendimientos a largo plazo han sido demasiado buenos como para rechazar. Bitcoin inició como un instrumento de libertarios y anarco-capitalistas. Luego, llegaron los especuladores, los minoristas, los capitalistas de riesgo y las oficinas familiares. Después, llegaron las empresas del S&P 500 y las instituciones. ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Los países? El Salvador está en la boca de todos por adoptar Bitcoin como moneda de curso legal. ¿Genialidad o locura? ¿Estamos realmente listos? 

Como inversor, sé perfectamente que toda inversión tiene sus riesgos. Sería muy ingenuo de mi parte pensar que existe el activo perfecto. Toda inversión tiene sus riesgos, sus oportunidades y sus contraindicaciones. Las panaceas son una quimera. Los charlatanes son los únicos que venden soluciones totales. Toda inversión exige ciertas condiciones. Por ejemplo, considero que para invertir en Bitcoin hay que estar solvente. O sea, no es muy buena idea invertir con capital prestado. Además, soy de los que pienso que Bitcoin no es para todo el mundo. Ejemplo. Mi abuelita tiene 94 años y vive de una renta fija. Con esa renta, cubre sus gastos mensuales. ¿Mi recomendación? Invierte en instrumentos de renta fija. En este caso, no queremos sorpresas. Y no necesitamos crecimientos muy agresivos. Lo único que se necesita es un ingreso modesto todos los meses. Sin falta. 

En este mundo, existen soluciones fantásticas. Es decir, hay cosas que funcionan de las mil maravillas e incrementan nuestra calidad de vida. Eso es válido. Aquí no hay problema. El problema yace en el fanatismo. Ahora todo el mundo debe comprar la bebida mágica. Ahora todo el mundo debe tener las mismas creencias. Ahora todos deben hacer lo mismo que yo. Un fanático no escucha críticas. Un fanático no acepta concesiones. Ya no existen los puntos intermedios. Para un fanático, es totalitarismo o nada. ¿En quién están pensando? ¿En aquel amigo que trabaja en Herbalife? ¿En el vecino que se acaba de cambiar de religión? ¿O en el primo que consiguió un trabajo en la alcaldía y ahora todo es política? Son una pesadilla. 

Exactamente. Me temo que los bitcoiners son los testigos de Jehová del mundo financiero. ¿Han revisado Twitter últimamente? Pensemos en el titular de este artículo: “¿Los países deben comprar Bitcoin?” La respuesta en los comentarios es un simple sí. Sin desarrollo. Sin reflexión. Sin condiciones. Sin medias tintas. Sin leer el artículo. Un sí total, absoluto y categórico. El fanatismo, por definición, es ciego, impaciente y visceral. ¿Desayunamos un batido de Herbalife? Sí. Un “no” como respuesta es una declaración de guerra. Un “sí, pero depende” es una ambigüedad innecesaria. 

La ley Bitcoin en El Salvador se aprobó en tres días. Bukele anunció la propuesta en un rally. Y, en menos de una semana, ya Bitcoin era una moneda de curso legal. De modo automático, la comunidad Bitcoin en todo el mundo celebró la decisión. Libertarios y anarco-capitalistas aplauden al “hombre fuerte” de El Salvador por su temerario decreto. Mientras tanto, la población de El Salvador está teniendo problemas asimilando la medida. Digamos que no se trata de una decisión de abajo para arriba. No fue el pueblo como tal. Fue Bukele. 

¿Los países deben comprar Bitcoin? Sí, pero no a lo loco. Bukele habla duro con una cámara en el rostro. Bueno, todavía cuenta con el apoyo popular. Indudablemente, es un sujeto carismático. Pero los bonos salvadoreños están teniendo problemas para encontrar compradores. El inversor internacional no quiere invertir en El Salvador, porque el ambiente político no inspira confianza. Así de sencillo. No se trata de una conspiración. Para los grandes capitales es simplemente un mal negocio invertir en un país dominado por un “hombre fuerte” tomando medidas autoritarias. Bukele puede escribir un tuit diciendo que no dará un centavo a más los imperialistas y ya. El Salvador es soberano, etc. Y ¡PAM! Tenemos un impago de la deuda. 

Hay otras maneras. Lo ideal sería una implementación mucho más gradual con apoyo de estudios serios. La sociedad civil debe ser incluida en el debate. Y la ley debe ser discutida ampliamente. La clave es la educación. No me refiero a un discurso presidencial en la televisión nacional. No hablo de un rally político. Aquí no estamos hablando de tuits. Estamos hablando de campañas bien diseñadas. En las escuelas, en las universidades, en las cámaras de comercio, en las plazas públicas, en los sectores más populares. Reuniones con los organismos internacionales. Reuniones con los acreedores. Todos deben estar en el mismo bote. 

Ahora bien, Bitcoin podría ocupar un rol en las reversas de los bancos centrales para garantizar el pago de remesas en moneda local, por ejemplo. Bitcoin también podría tener un espacio en fondos de la seguridad social y en los fondos soberanos de inversión. Sin embargo, todo debe hacerse con mucho cuidado. Estos fondos, por lo general, son creados con la estabilidad como prioridad. No obstante, muchos fondos de este tipo sí invierten en activos de riesgo. Entonces, Bitcoin, en la proporción adecuada, en el caso de algunos países, podría ganarse un lugar. 

En los asuntos públicos, la lentitud es sana, porque la velocidad genera rechazo e incertidumbre. Hay que darle tiempo al tiempo para que la gente se adapte. Gobernar es el arte de la prudencia. Las decisiones unilaterales suelen ser contraproducentes. ¿Qué gana un país enemistándose con sus acreedores debido a decisiones impulsivas? ¿Por qué tanto apuro? Los países deben cuidar su credibilidad. En especial, los países que están buscando financiamiento internacional. 

A la gente siempre le atrae la controversia y el enfrentamiento. Los populistas obtienen el apoyo popular, porque saben manipular las emociones de la gente. Me encanta Bitcoin. Invierto Bitcoin. Y escribo sobre Bitcoin. ¿Pero eso no implica que debo apoyar todas las medidas que incluyan a Bitcoin? Malta, Singapur, Emiratos Árabes. Estos son países bastante criptoamigables con regulaciones bien pensadas y bien implementadas. No hay quejas por parte de sus acreedores. No hay show mediático. 

Bitcoin es Bitcoin por su comunidad de usuarios. De hecho, me gusta la idea de una adopción voluntaria. La regulación es necesaria. Pero prefiero un movimiento de abajo hacia arriba. No sé. Encuentro que tener a un populista en el poder como el principal promotor de Bitcoin en un país va en contra del espíritu de todo esto. Los bancos, por ejemplo, al principio, se mostraron bastante escépticos en torno a Bitcoin. El cambio en la actitud se lo debemos a la presión de la gente. En el caso de los países, debería ser igual. Debe ser la sociedad la que presione a sus líderes a tomar medidas. No al revés. 

Este es un artículo de opinión y Cointelegraph no se adhiere necesariamente a lo expresado aquí por el autor
 

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