El petróleo ha sido uno de esos mercados que también ha caído durante la crisis del coronavirus y la situación de confinamiento que estamos viviendo. Obviamente que el petróleo y Bitcoin son dos cosas muy distintas y no tienen mucho en común. Sin embargo, últimamente los vaivenes de sus precios están dando la impresión que estar correlacionados. Estamos viendo patrones en común. Este no siempre ha sido el caso, pero es curioso que durante esta coyuntura han surgido similitudes. Bitcoin y el petróleo están cayendo en conjunto y se están recuperando en conjunto. Claro que nos estamos refiriendo a mercados con dinámicas muy distintas, sin embargo, hay un denominador común: Su precio en gran medida depende de la demanda. Y la demanda tiende a ser incontrolable e impredecible. Puede venir de cualquier lado y en cualquier momento. Y, lamentablemente, es casi imposible de predecir. 

Al momento de valorar una compañía, en el caso de una acción bursátil, por ejemplo, los criterios son muy distintos a los que podríamos usar para valorar el precio del oro, el petróleo y Bitcoin. Las compañías tienen activos, ingresos, productos, personal y una posición en el mercado. Si examinamos los reportes financieros de una compañía, podemos estimar su valor. Si sus activos tangibles e intangibles superan en valor a su precio de mercado, podríamos decir que la compañía se está vendiendo a un precio muy atractivo. Y si su personal es eficiente, tiene buenos productos, ocupa una posición dominante en un mercado en expansión y, además, registra buenos ingresos todos los trimestres, podríamos decir que crecerá en el futuro. No es una ciencia exacta, pero los medios para realizar una valoración de una compañía sin lugar a dudas que son muchos. El valor de una compañía yace principalmente en su propia configuración. 

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En el caso del oro, el petróleo y Bitcoin, el asunto se nos complica un poco más, porque su precio depende mucho de la oferta y la demanda. La oferta es un poco más fácil de calcular. Los mineros de oro publican sus informes de producción, los países exportadores de petróleo reportan el número de barriles diarios y Bitcoin tiene una política monetaria perfectamente definida por el código. Sin embargo, por otro lado, la demanda es una cosa totalmente distinta. La demanda viene de todos lados y de ninguno. La demanda es caos, complejidad e imprevisibilidad. Solo podemos apoyarnos en las estadísticas para tener una idea general. Sabemos que a veces hay demanda y a veces no. Sabemos también que hay eventos que pueden alentarla y otros que la puede desalentar. Pero estamos muy lejos tener una herramienta precisa para poder determinar la demanda futura. El precio nos da información, pero información cargada de mucho misterio. 

En el caso de Bitcoin, la demanda depende mucho de lo subjetivo. Los sentimientos, lo intangible y lo irracional influyen muchísimo en el precio. La reputación, la credibilidad, la moda. Estas son cosas que suben la demanda. Su aceptación, por parte del público y de las autoridades regulatorias, tiene mucho peso. Las noticias, las búsquedas en Google, nuevas aplicaciones, avances en la infraestructura, mejoras en su usabilidad, y su presencia en las redes sociales. Bitcoin es un fenómeno de las nuevas generaciones. Y la demanda crece como lo hace un meme. Un día se vuelve viral y se esparce por todos lados. Un día desaparece. Y al otro día reaparece. Las compras surgen del optimismo. Se siente una buena vibra en el aire y la gente comienza a comprar. Estas compras traen otras compras y el precio se dispara. Las ventas, por otro lado, nacen del miedo y todo colapsa como una avalancha. 

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La demanda del petróleo, aunque también es muy difícil de calcular, no es tan subjetiva como la de Bitcoin, porque el petróleo, a diferencia de Bitcoin, posee un valor de uso. Es decir, el petróleo es una mercancía que se utiliza para fines prácticos. El petróleo es energía. Se necesita para mover industrias y tecnología. Entonces, tenemos un cuadro de codependencia que se retroalimenta mutuamente. El petróleo necesita actividad industrial, y la actividad industrial necesita petróleo. He ahí aquí una cruda verdad. Los países exportadores de petróleo sin la demanda de los grandes consumidores tendrían solo un extraño líquido en el suelo. Los países del tercer mundo ricos en materias primas son ricos porque hay demanda en los países del primer mundo. Sin esta demanda, no tienen nada. Entonces, cuidado con la narrativa de villanos y víctimas. En el fondo, somos aliados. Nos necesitamos mutuamente. 

El mundo de hoy está demasiado entrelazado. Algunos tienen la capacidad para producir para el mercado interno. Sin embargo, la mayoría produce para los demás. Muchos lloran por el supuesto saqueo del tercer mundo. Pero la verdad es más compleja que eso. Sin esas ventas de materia prima, el tercer mundo estaría en condiciones más declarables. Al carecer de un mercado interno que cubra la demanda, se depende de otros. Decir que somos unas víctimas de nuestros compradores es algo que normalmente se comenta, pero en el fondo es poco serio. Sin esas compras estaríamos muy mal. El debate debería enfocarse en otro lado. 

Los precios del petróleo han estado muy bajos últimamente debido a la producción. Hay mucha oferta, porque algunos países están produciendo como locos y el mercado está repleto. Esto ha bajado los precios, pero no todos se ven afectados por igual. Los países con mayores capacidades de producción se han beneficiado, porque han compensado la reducción de los precios con mayor producción. Arabia Saudita, Estados Unidos y Rusia están en este grupo. Las cuotas de la OPEP se están ignorando por completo. El cartel ya no está cumpliendo su función desde hace mucho, porque ahora la dinámica es otra. La rentabilidad no ha estado en el precio, sino en la capacidad de producción. Esta nueva realidad ha perjudicado a países como Venezuela, Ecuador y Nigeria, que depende exclusivamente del precio porque no ha invertido lo suficiente en aumentar su capacidad de producción. 

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Antes de la llegada del coronavirus, el petróleo cayó debido a las amenazas de Arabia Saudita con aumentar aún más su producción debido de una pelea de precios constante con Rusia. Rusia está saturando el mercado y diluyendo el precio. Y es, en gran parte, responsable que esta nueva dinámica de producción desenfrenada. Para los países compradores de petróleo, por supuesto, esto no es necesariamente malo. De hecho, es genial tener petróleo barato. Es más, la inflación se ha mantenido bajo control, en parte, por estos bajos precios del petróleo causados por la sobreproducción. Sin embargo, las caídas más recientes no se están generando precisamente por el lado de la oferta, sino por el lado de la demanda. Con un mundo en confinamiento debido a una pandemia, la actividad económica ha disminuido dramáticamente y, en consecuencia, la necesidad de comprar petróleo ha mermado. Y no hay nada que Arabia Saudita y Rusia puedan hacer. Ellos no controlan la demanda. 

En realidad, la correlación entre Bitcoin y el petróleo no existe. Los datos no confirman tal correlación. Es solo que, por esta vez, el coronavirus está afectando a ambos mercados de modo similar. Eso probablemente se debe a la baja demanda en un mundo paralizado. En estos momentos, estamos viviendo una situación extremadamente excepcional. Y es razonable que veamos patrones atípicos. Estas coincidencias y similitudes que se podrían dar a veces no implican causalidad o correlación. O por lo menos no necesariamente. Y mucho menos durante lapsos tan breves. Claro que hay eventos extraordinarios que afectan la demanda de casi todo. Y el coronavirus está resultando ser uno de estos eventos. No hay casi demanda. Y eso baja los precios. Eso puede ser una tragedia para algunos. Pero una oportunidad para otros.