Que nos coma el tigre o que nos aplaste el elefante. Al parecer, en relación a los nuevos brotes del coronavirus y las posibilidades de un nuevo confinamiento, el debate gira en torno a estas dos formas de morir. 

En un mundo polarizado como el actual, los puntos medios no existen. Todo se va automáticamente a los extremos. La pelea es más importante que la sensatez. Y el conflicto prevalece ante la colaboración. Uno podría crear que una pandemia es un asunto de salud pública, pero parece que no. Porque esto se ha vuelto una gran politiquería. Tener o no una mascarilla se ha vuelto una postura política. Y ahora todos somos expertos en pandemias. La situación es tan confusa y conflictiva que uno ya no sabe qué creer. Las peleas entre la izquierda y la derecha nos van a matar todos. 

Ya está claro que el asunto no es sobre la mascarilla o cualquier otra sandez, el problema es el odio político. Y eso explica la similitud de los discursos. De hecho, cada bando reproduce el mismo disco rayado una y otra vez. Si comienzas criticando a los “malvados” y “mentirosos” medios, minimizado los efectos del virus, defendiendo la inmunidad colectiva, y tu derecho constitucional de escoger las prendas en tu rostro, no hay que ser un genio para saber que te gustan las gorras rojas con mensajes grandilocuentes. Donald Trump, Boris Johnson, y los demás miembros de la banda. Mis derechos, mi libertad, mi país. Obama nació en África. El cambio climático es Fake News

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Claro que también tenemos al seudotrumponauta que todavía está en el closet. Ese personaje que todavía no tiene el valor de decir en público que su corazón yace junto al bando que protesta con armas largas en la calle y justifica todas las locuras e insensateces de Trump. Uno sabe quiénes son por las frases introductorias en sus conversiones: “Bueno, a mí no gusta Trump. Pienso que es chiflado, pero…” En el closet o no, pero es el mismo discurso. Entonces, igual participa en la contienda. 

Por otro lado, tenemos al otro bando, que es igualmente insoportable. Esta es la gente que todavía está molesta con Cristóbal Colón. Por ellos quitaron de HBO “Lo que el viento se llevó”. Obra maestra de la historia del cine. Ellos son los que te tratan como un criminal cuando pides un enorme y jugoso filete en el restaurante. Y los que piensan que todo el idioma es una gran conspiración en contra de las mujeres y las minorías. 

Hablar es un peligro, porque casi todo el diccionario es ofensivo. Aquí el gran villano es el hombre blanco heterosexual. Y si por un azar del destino, perteneces a este grupo. Serás considerando un Hitler en potencia. Culpable de todos los males por toda la eternidad. Se molestan con cualquier cosa y siempre te lo hacen saber con llamas saliendo de sus ojos y mostrando los incisivos. Es como caminar en un campo minado. ¿Le doy el paso a la dama? ¿Puede pensar que es bonita? ¿Doy mi opinión? Ay, eso es más peligroso que un mono con un cuchillo. 

Este es el grupo que aplaudió todas lass tardes a los médicos desde sus balcones. Y reparte amor por las redes entre videos de TikTok y conciertos musicales alusivos a la paz mundial. Pero llamaban a la policía para acusar a sus vecinos con letalidad totalitaria por tardarse mucho paseando al perro. En fin, dramatismo, extremismo y paranoia. Aquí se defiende una cuarentena eterna. La actividad económica parada por siempre. Y el Gobierno pagando todas las cuentas. Meses de encierro extremo. Atrapados sin salida. Las vidas son más importantes que la económica. ¿Para qué el dinero si tenemos a los Beatles? 

Y en el medio de este manicomio infernal yace la mayoría silenciosa que simplemente quiere salir de este meollo insoportable. Pero el debate es tan confuso e improductivo, que ya uno no se puede saber qué es verdad y qué es mentira, porque todo se ha politizado. Lo que en realidad tenemos es una gran pelea entre dos bandos que se odian mutuamente. La pandemia es la excusa. Mientras tanto, tenemos más contagios y una terrible crisis económica. Pobreza y enfermedad. No hay dilema. Si seguimos por este camino, vamos a morir pobres y enfermos. 

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La gran pregunta: ¿Tendremos que encerrarnos otra vez? Los contagios son cada vez más, y muchos expertos están exigiendo volver a un nuevo confinamiento. El problema, por supuesto, es la economía. Un nuevo confinamiento sería simplemente demasiado. Lo ideal sería tener la vacuna, pero lamentablemente no la tenemos todavía. Sin embargo, un nuevo cese de actividades sería desgastador y en este escenario la pandemia se convertiría en el menor de nuestros problemas. 

Ahora bien, ¿cómo podemos solucionar este dilema? ¿Ignorar el virus y no hacer nada, al estilo de Suecia, Donald Trump, y Boris Johnson (al principio)? ¿O, volver a una cuarentena al estilo de España? Estas son las dos opciones sobre la mesa. Se podría decir que una cuesta vidas y la otra cuesta dinero. Pero la verdad es que las dos opciones cuestan vidas y dinero. Porque en España, en Estados Unidos, en Brasil, en México, y en otras muchas partes más están haciendo las cosas mal. En Estados Unidos, por ejemplo, Trump hace una cosa y los Gobernadores hacen otras. Entonces, todo se hace a medias. Y esto tiene como consecuencia que el virus no se frena y la economía no mejora.

La verdad es que hemos perdido mucho tiempo peleando sobre un falso dilema. La solución es Japón. Frenaron los contagios sin parar la economía. ¿Cómo lo hicieron? Trabajando juntos. La cooperación. La política nos presenta extremos, pero la solución, tal vez, se encuentra en un punto medio. Y no en el punto medio actual que significa contagios y crisis económica simultáneamente. Me refiero a la solución japonesa, que juntos tomaron las medidas adecuadas. Definitivamente, hay que abrir. Pero hay que hacerlo bien. Tenemos el ejemplo de Japón, pero también está Corea del Sur, Australia, Islandia, Tailandia, Austria, y Uruguay

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¿Qué forma podría tener esta nueva normalidad? Pruebas masivas, rastreo eficiente, confinamiento para los contagiados, la higiene, el uso de la mascarilla, el distanciamiento social, no aglomeraciones, y el énfasis en la capacidad hospitalario y en los ancianos. Pero con una economía abierta. Eso funciona. Y hay modelos exitosos que podemos imitar. 

El problema es la política. La pelea. Las discusiones en Twitter. Los trolls. Los videitos que se comparten en las redes. Los memes sobre las teorías de conspiraciones. La eterna rencilla entre las derechas y las izquierdas. Bill Gates y su malvado complot para vender vacunas. Y todas las tonterías que circulan por ahí. El querer tener la razón sobre los demás en un momento cuando se debería estar construyendo consensos. Necesitamos una discurso claro, unitario, coherente y sensato. Toda decisión es un error, si la tomamos divididos. Porque una ejecución a medias desvirtúa todas las soluciones e ideas. He ahí el problema en los Estados Unidos y Brasil. La falta de liderazgo. Hay que abrir, pero hay que abrir unidos y bien.