La violencia en el Capitolio, el 06 de enero, asombró, pero no sorprendió. Estados Unidos es un país sumamente dividido. El centro político prácticamente ha desaparecido y lo que se tiene es radicalismo en ambos extremos. ¿Dónde están los moderados? Ahora parece que todos estamos locos. Locos de izquierda, locos de derecha, locos todos. Esta polarización obviamente genera chispas. Pero el asunto va más allá. Me refiero a los efectos en el resto del mundo. Este no es un evento aislado. El caos puede extenderse en todo el mundo.  

Donald Trump nunca escondió sus tendencias dictatoriales. En el poder, se comportó como un caudillo. No es accidental su gran popularidad dentro de la derecha latinoamericana. Claro que el problema en sí no es Trump. Es decir, no es un asunto de preferencia política como tal. Aquí lo que está en juego con el populismo de derecha (o de izquierda) es la institucionalidad. O sea, la democracia, el estado de derecho, y la buena gobernanza. Estos elementos marcan la diferencia entre los Estados Unidos y las distintas repúblicas bananeras. 

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En el tercer mundo, no es raro la figura del “hombre fuerte” que se autoproclama como un mesías luchando en contra de las elites. Estas personalidades carismáticas logran obtener la devoción de un populacho con una retórica vengativa. Y se forma una especie de culto a la personalidad. Este personalismo es la principal amenaza a la institucionalidad. El líder es el único que dice la verdad. Todos los demás mienten. Los medios mienten. Los científicos mienten. Las instituciones mienten. Los políticos mienten. Los funcionarios mienten. Las autoridades mienten. La verdad es lo que dice el líder. 

En Latinoamérica, este fenómeno es pan nuestro de todos los días. Pero, en Estados Unidos, el fenómeno es relativamente nuevo. El trumpismo ha tomado el Partido Republicano. Y, para muchos, Trump está por encima de todo. Durante el asalto al Capitolio, vimos la bandera de Trump reemplazando la bandera de los Estados Unidos y vimos la bandera de la Confederación haciendo acto de presencia. Algo impensable hace 5 años atrás. 

Claro que los seguidores de Trump minimizaron el hecho como actos de un grupito no representativo. Trump siempre es inocente. La verdadera noticia no es el asalto a la democracia. La noticia que consternó a sus seguidores fue las cuentas suspendidas en Facebook, Twitter y Youtube. El desconocimiento de unas elecciones, el llamado a una insurrección, y la presentación de evidencias falsas no son un problema. ¿Pero la censura por parte de tres plataformas privadas es el hecho realmente condenable en esta historia?

Los seguidores de un” hombre fuerte” siempre justifican sus acciones. El “hombre fuerte” nunca es responsable de nada. Él siempre es inocente. El enemigo, por otro lado, siempre es culpable. Es la izquierda. Son los medios. Son las elites. Es Soros. Es Bill Gates. Lo que tenemos es un libreto. Así funciona el chavismo venezolano y el castrismo cubano. Este es el libreto utilizado por los fascistas y los comunistas a lo largo de historia. El paraíso perdido, el pueblo oprimido, el salvador, el enemigo y la utopía del futuro. Esta mitología es muy atractiva desde el punto de vista psicológico, porque convierte a los seguidores del líder en héroes de la historia. 

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Sin embargo, Estados Unidos, hasta ahora, ha sido inmune a las tentaciones de seguir a los “hombres fuertes”. Estados Unidos es un Gobierno de leyes, no de personas. Y los estadounidenses siempre han confiado en sus instituciones. En otras palabras, el país puede tener muchos problemas, pero siempre ha tenido estabilidad política, porque sus instituciones funcionan. No es Rusia. No es China. No es Latinoamérica. Pero el Trumpismo es la gran excepción en esta narrativa. 

Aquí tenemos a un Presidente que se ha negado a aceptar los resultados de las elecciones en un proceso democrático. No tiene pruebas de fraude, pero dice que hubo fraude. Y sus seguidores le creen. Es decir, él dice la verdad, pero las instituciones mienten. Él en realidad fue el ganador. Pero los medios mienten. Todos mienten. Él es el único que dice la verdad. Y sus seguidores le creen. La verdad es lo que sale de su boca. Esa es la única verdad. Y toda crítica o censura de esa “verdad” es un ataque del enemigo. ¿Dónde? ¿En África? ¿En Asia? ¿En Latinoamérica? No, eso pasa en los Estados Unidos. 

No me sorprende en lo absoluto que un latinoamericano apoye a Trump. La institucionalidad es un concepto bastante vago en la mente de la mayoría de los latinoamericanos. Lo asombroso ha sido el apoyo que todavía tiene entre los propios estadounidenses. 

La gran pregunta: ¿Qué ocurrirá con el Trumpismo en la era de Biden? ¿Se extinguirá? ¿O será una fuerza desestabilizadora permanente? Joe Biden ha llamado a la unidad. ¿Pero cuál unidad? ¿Puede un moderado unir a un país tan dividido? El Partido Demócrata está dividido entre las diferentes izquierdas. El Partido Republicano está dividido entre el trumpismo y el no trumpismo. ¿Qué pasará con las milicias de ultraderecha y los supremacistas blancos? ¿Abandonarán la batalla? ¿O seguirán con la lucha ahora desde la oposición? 

Los mercados han básicamente ignorado la tensión política y le han dado su apoyo a la nueva administración. Los problemas de la transición se han interpretado como algo pasajero y no han perjudicado los precios de los activos. Los medios han cubierto cada detalle de la crisis política, pero los mercados tienen su atención en otro lado. El covid-19, la recuperación económica y los estímulos son lo que captan las miradas de los inversores. 

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Bitcoin está tomando un descanso en la banda de los $35-37K. Pero los estímulos, un aumento en la tasa de empleo y la reducción gradual de los contagios podrían calentar la economía bastante. De este modo, los activos financieros podrían experimentar nuevas alzas. 

Más allá de lo financiero, este golpe a la democracia en Los Estados Unidos podría tener repercusiones en todo el mundo. ¿Qué pasará con el modelo democrático? ¿Cuál es el estándar? ¿Está en Londres? ¿En Washington? El modelo populista podría invadir al mundo. Y podríamos tener “hombres fuertes” en muchos países prometiéndole a las masas descontentas un retorno a las viejas glorias. Claro que la derrota de Trump y las victorias de los demócratas en ambas cámaras son un gran revés para el populismo. La locura desatada durante los últimos días de la administración Trump podría de hecho despertar la conciencia institucional en los Estados Unidos. Toca ver cómo se desarrollan con los hechos.