Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, ha hecho todo lo posible para cumplir con la meta de inflación para este año. Pero no ha sido fácil. Con mucho esfuerzo, tal vez logre alcanzar el 1% y me temo que no es suficiente. Se ha hecho el trabajo, pero el problema es que la deflación ha sido brutal. Se ha logrado debilitar el dólar y ya no estamos en los elevadísimos niveles de marzo. Los efectos de esto se han sentido principalmente en Wall Street y en Bitcoin. Pero también en la economía. A un ritmo mucho más lento, pero se ha sentido. Los ingresos y el empleo están saliendo gradualmente del fondo y han aumentado. 

Se acercan las elecciones y Trump está desesperado por debilitar aún más el dólar para fortalecer la economía (rápido). Sin embargo, siempre se topa con Powell que ha demostrado ser el más prudente de los dos. Para la sorpresa de noviembre, tal vez Trump nos traiga varios regalos. Más estímulos, más devaluación. ¿Y una vacuna Made in USA? Eso naturalmente significa que el plan de Trump podría ser el de provocar una gran alza para el último trimestre del año. Bitcoin estaría entre los primeros beneficiados, por supuesto. Nosotros nos pegamos a esa cola. Claro que sí. ¡Arriba Bitcoin! Nos guste o no, Trump es el candidato de Wall Street. 

Ahora bien, pese a que los bitcoiners del ala libertaria promueven monolíticamente un dólar fuerte (irónicamente en contra de sus intereses), un dólar fuerte no es una panacea. De hecho, puede ser muy perjudicial en muchos aspectos. Un dólar demasiado fuerte crea escenarios como el de finales de marzo. En círculos cripto, se satanizan las expansiones monetarias como lo peor en este mundo. Al parecer, el criptosueño dorado es una moneda fuerte con deflación. Un sueño muy peculiar ya que es la receta perfecta para una crisis prolongada. Bueno, un dólar fuerte teníamos durante la Gran Depresión y un dólar fuerte teníamos en marzo. La moneda tiene dos caras. El mundo es mucho más complicado y paradójico de lo que se cree. Todo tiene sus pros y sus contras. 

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Estos malentendidos sobre la economía que circulan permanentemente en el espacio cripto se los podríamos atribuir a dos factores. Primero, está el dogma político. La comunidad Bitcoin se formó inicialmente de cypherpunks, anarquistas y libertarios estadounidenses. Entonces, existe un sesgo político extremadamente radical en materia económico, porque estos grupos en particular promueven una visión ultraconservadora de la economía. Ellos han adoptado la misma narrativa de los escarabajos del oro. Y estos personajes son los testigos de Jehová del mundo financiero. Así que no es fácil. 

El otro factor es la ignorancia. Toda una generación educada con televisión y Youtube. Se trata del fenómeno posmodernista de desconfiar en los expertos y en toda autoridad. Es decir, el culto romántico al amateur. Los millennials no confían en los académicos, en los gobiernos, en los bancos, en las corporaciones, en los medios, ni en nadie. Pero confían en cualquiera que publique una loca teoría de conspiración en Youtube. Y en el espacio cripto, se confía en el informático multimillonario que es un guerrero del teclado en Twitter

Ahora bien, no todo está perdido y todavía pienso que hay personas pensantes allá afuera. Y por pensantes me refiero a no ser un sabelotodo paranoico de la conspiración. Me refiero a la persona que todavía escucha argumentos sensatos. Porque todas las medidas económicas tienen sus ventajas y desventajas. El mundo es esencialmente contradictorio. Solo los dogmáticos creen en soluciones universales al estilo de “Bitcoin fix that”. Me temo que el mundo es más complejo que eso. 

Antes de la llegada del coronavirus, la economía estaba en un proceso de desaceleración probablemente debido al enorme peso de la deuda pública y privada. Bueno, porque la persona que está endeudada hasta el cuello y está pagando el préstamo no tiene la misma capacidad de consumo que las personas que no tienen obligaciones. Claro que la deuda es solo un factor. Pero el punto es que antes del Covid-19 no estábamos tan bien. Técnicamente, estábamos bien, pero se anticipaba una debacle. 

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Pero llega la pandemia y con ella el confinamiento. Entonces, se registró una caída de la demanda asombrosa. La gente entró en pánico y colapsaron los mercados. Las personas buscaron refugio seguro en el dólar (efectivo y bonos del tesoro) y ante la incertidumbre se retiraron de los mercados financieros (Wall Street, Bitcoin, etc). La economía perdió muchísima liquidez. ¿Y qué pasó? Subió el dólar y bajaron los precios. Lo que en realidad quiere decir que la economía sufrió enormemente porque disminuyeron los ingresos. Un dólar fuerte estimula el ahorro. O sea, la gente no gasta. No hay demanda. Entonces, bajan los ingresos. Y al no haber ingresos, hay desempleo. Surge un terrible cuadro deflacionario y eso es devastador para la economía. Lo llamamos crisis. 

Durante una crisis, la ciudadanía les exige a sus gobernantes tomar medidas de emergencia para solventarla. Si no se hace nada, la gente toma las calles. Una de las soluciones es subir la demanda inyectando liquidez en la economía mediante expansión monetaria (bajar las tasas de interés e imprimir dinero). Esto frena la deflación, sube los precios, aumenta los ingresos, e incrementa el empleo. Además, debilita el dólar. 

Un dólar débil aumenta la competitividad de los productos estadounidenses en el mundo. Es decir, las exportaciones se vuelven más baratas y las importaciones se vuelven más costosas. Eso fortalece al sector manufacturero estadounidense y aumenta el empleo. Además, mejora los números de las corporaciones estadounidenses con operaciones globales. Las mejoras económicas de junio, julio y agosto son gracias a esto. En el corto plazo, las medidas han sido todo un éxito. Claro que se está creando una burbuja financiera. Pero es improbable que Trump permita un colapso antes de las elecciones. Incluso, es posible que el Departamento del Tesoro compre euros para seguir debilitando el dólar para animar la economía en el último trimestre. 

Para Latinoamérica puede ser bueno porque los productos estadounidenses son más económicos, pero es malo porque nos están comprando menos materias primas. Pero la deuda externa es un poco menos pesada. Para Europa es una mala noticia, porque un dólar débil significa un euro fuerte y eso perjudica sus exportaciones. 

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¿Cuáles son las desventajas de un dólar débil? Aumenta el precio de las importaciones y eso es inflacionario. Cosa que es genial para los Estados Unidos en estos momentos debido a su cuadro deflacionario. Pero es un juego peligroso. Sobre todo, en el largo plazo. Porque un dólar débil disminuye el atractivo del dólar en el extranjero. Es decir, el dólar podría perder su estatus como moneda de reserva mundial. Estados Unidos perdería su gallina de los huevos de oro y el mundo se fragmentaría. En este caso, se podría superar la deflación, pero luego Estados Unidos entraría en inflación o estanflación. 

Powell hace bien en frenar los excesos de Trump. Mucha medicina es un peligro. Trump quiere inflar la economía con demasiada agresividad con propósitos políticos, pero nada es gratis y todo tiene su costo. Las medidas temporales pueden ayudar, pero hay que ser muy cuidadoso porque las cosas que puede salir de control con mucha facilidad. Si el debilitamiento se prolonga más de lo necesario, ahí sí se presenta un problema grave. 

Ni un dólar fuerte ni un dólar débil. Lo que se necesita es un dólar adecuado a las necesidades del momento. El equilibrio de los extremos por lo general es lo más sabio.