Robert Kiyosaki, autor del bestseller “Padre Rico, Padre Pobre”, es más un gurú de la educación financiera que un inversor de éxito. O sea, Kiyosaki no es un Warren Buffett. Lo conocemos principalmente por sus libros, seminarios y entrevistas. De hecho, se podría decir que su negocio principal es hablar de negocios e inversiones. Su mérito yace en explicar conceptos básicos de un modo muy sencillo al gran público. De hecho, no es malo en lo que hace.  

El amigo Robert Kiyosaki, por muchos años, ha pertenecido al Team “The Cash is Trash” (El efectivo es basura). Lleva décadas prediciendo el colapso del dólar. Siempre ha sido un defensor de los bienes raíces, el oro y la plata como inversión. Y, últimamente, se ha unido a la promoción de Bitcoin.

Según Kiyosaki, “los ahorristas son perdedores”. En un tuit bastante reciente, Robert reitera que se debe invertir en DINERO REAL (oro, plata, Bitcoin) debido a que la inflación no es de 7%, sino de 16%. Bueno, esto es obviamente lo que la gente quiere escuchar. Aquí se está apelando a un sector muy particular. Me refiero por supuesto al sector libertario y conservador que piensa que el dólar no es “dinero real” y prefieren las alternativas duras en su lugar. Para este sector, lo dicho por Kiyosaki es evidente. O sea, es una especie de verdad incuestionable.

Para las izquierdas, también resulta evidente que toda inversión debe tomar muy en cuenta las implicaciones morales en torno a lo ambiental, social y gubernamental. Eso implica, por ejemplo, que la cantidad de mujeres o afroamericanos en una junta directiva es tan relevante para el inversor como los ingresos de la compañia. Para las derechas y muchos centristas, eso es absurdo. Después de todo, el mérito y la rentabilidad debe ser el criterio utilizado a la hora de tomar decisiones.

¿Qué está pasando? Lo que ocurre es la llegada del inversor idiosincrático. Este inversor invierte siguiendo dogmas y promoviendo agendas políticas. La frase “DINERO REAL” mueve una fibra que despierta sentimientos anti-establecimiento en el contexto de la política de la identidad.

El sesgo idiosincrático en relación a nuestras inversiones, con frecuencia, funciona como una distracción. Entre tanta peleadera, se nos olvida que la mayoría de nosotros invertimos para ganar dinero y nada más. Listo. Así de sencillo. No todos queremos ser justicieros sociales de la revolución Woke. Y no todos queremos ser los héroes de la utopía libertaria en la cruzada contra el Estado. Algunos de nosotros simplemente queremos ganarnos el pan de cada día. Y, para lograr eso, se requiere aceptar la realidad y seguir adelante. Acatar las reglas de juegos del modo más pragmático y objetivo posible.

Durante este periodo de volatilidad e incertidumbre, los inversores están escogiendo el efectivo y los bonos para añadirle mayor estabilidad y predictibilidad a sus portafolios. Durante este mismo periodo, activos como Big Tech, Bitcoin, oro y plata han caído de manera significativa. De hecho, los inversores que tuvieron la fortuna de vender a tiempo son los que se encuentran hoy en una mejor posición.

En torno a las pérdidas no realizadas, hay que entender algo. Las pérdidas no realizadas también son pérdidas en más de un sentido. Y eso aplica tanto para el trader como para el inversor a largo plazo. En primer lugar, estas pérdidas nos recuerdan que pagamos muy caro por un activo que hoy está mucho más barato. En segundo lugar, esperando por la recuperación estamos perdiendo oportunidades. ¿Por qué? Porque siempre es mejor tener un activo poco rentable o estable que uno que cae de manera significativa durante el mismo lapso. 

Claro que el inversor idiosincrático no ve las pérdidas no realizadas de la misma manera. Para estos inversores, perder dinero es un acto de fe. De hecho, se sienten más heroicos alargando sus pérdidas. Por supuesto que las pérdidas no realizadas en el caso de un activo no productivo son muy distintas a las pérdidas no realizadas en el caso de un activo productivo. Los activos productivos cuentan con activos subyacentes e ingresos que no siempre se ven reflejados en su precio de mercado. Entonces, el inversor puede recuperar la inversión sin depender del precio de mercado. Este no siempre es el caso de los activos no productivos.

El mejor momento para comprar es al final de un ciclo bajista y al comienzo de uno alcista. Y, para mejor aprovechar el momento, hay que tener efectivo disponible. Lo que no siempre es posible, si hemos decidido alargar nuestras perdidas esperando una recuperación.

Lo mejor es comprar al mejor precio posible y vender al mejor precio posible. El debate en torno al dinero duro es, en realidad, una distracción. Ahora bien, Robert Kiyosaki también nos habla del futuro de la demanda. Nos habla de las pensiones. Aquí sí estoy totalmente de acuerdo. El creciente interés del capital institucional significa una mayor demanda en el futuro. Y, gracias a esa demanda, el precio de Bitcoin, seguramente, subirá. Claro que para nadie es un secreto que las instituciones están esperando unas mejores condiciones macroeconómicas para lanzarse al agua. O sea, un giro en la política monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos nos dará la luz verde.

Entiendo perfectamente que es muy difícil aceptar que no todos creen lo mismo que uno cree. En teoría, nos puede resultar muy sensato escoger una moneda dura en lugar de una que no lo es en tiempos de crisis. Sin embargo, no podemos ignorar la evidencia. La fortaleza del dólar en estos momentos nos está indicando que, por ahora, la mayoría de los inversores todavía consideran al dólar y a su mercado de bonos como un refugio seguro. Esto nos podría parecer absurdo con unos niveles de inflación tan elevados. Pero de nada sirve tener la razón en la teoría y fallar en la práctica. El dólar, en este momento, está siendo visto como un mal menor entre los males. En lo personal, sí prefiero perder 3%, 8% o 16% en un año que perder 30%, 60% o más durante el mismo periodo. O sea, prefiero perder menos que más. 

En las redes sociales, los análisis más populares no siempre son los mejores. Por lo general, los titulares más atractivos son los que apelan a las emociones de una base. Y este es el método más usado por los influencers. El odio al enemigo en común une más que la sensatez. Los dogmas y frases sencillas venden mucho más que la duda y la reflexión. El pensamiento sectario es más popular que la prudencia financiera. Este es nuestro mundo de hoy. 

¿Cuál es el propósito de un artículo de opinión? No leemos para aceptar la opinión del autor. Tampoco leemos para refutar o contradecir lo dicho. Leemos para reflexionar. La opinión del otro nos hace pensar. Nos hace cuestionar nuestras suposiciones y nuestros prejuicios. La duda siempre es más sabia que la fe.

 Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

Te puede interesar: