Para nadie es un secreto que este espacio está repleto de ideas “extrañas”. En otras palabras, esta es una comunidad dominada por la ideología. En líneas generales, estamos hablando de un colectivo anarquista/libertario que promueve la libertad personal sobre todas las cosas. Nos enseñan a confiar en la tecnología, pero es un error confiar en los demás. Esto implica que el concepto de propiedad se encuentra directamente ligado a la autocustodia. No podemos compartir nuestra llave privada. De lo contrario, “no somos los dueños de nuestro dinero”. Es un mundo de optimismo tecnológico y pesimismo social. 

Se nos cuenta que el código Bitcoin es seguro, neutral, y bueno. Con este código, no necesitamos de intermediarios. O sea, podemos hacer intercambios de par a par. Además, se nos cuenta que no necesitaremos de los bancos con esta nueva moneda. ¿Por qué? Bueno, porque se trata de un sistema completamente descentralizado. Lo que nos une es el código y la mano invisible de las fuerzas del libre mercado. Sin embargo, no hay un cuerpo central con todo el poder. Esto es importante, porque se asume que todo intermediario es un mal actor. Es decir, en manos ajenas, nuestro dinero está en peligro. Lo mejor es la autocustodia. Custodia es propiedad. 

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Obviamente, con esta narrativa, se nos presenta un individualismo bastante radical. Es una cultura de desconfianza algo extrema, propia de los ultraconservadores. Esta es una corriente, por cierto, muy común en los Estados Unidos. Pensemos en un granjero en el medio de la nada viviendo en completa independencia. En este contexto, los intermediarios son inútiles. Porque el individuo es autosuficiente. Si necesita alimento, trabaja la tierra. Si necesita protección, utiliza sus armas. Toda forma de Gobierno es opresiva, porque el individuo es el único soberano. 

Esta es una filosofía política típica estadounidense que todavía vive en muchas regiones y en muchos sectores. Tradicionalmente, esta línea se ubica en la derecha política. Me refiero a los conservadores,a  los anarco-capitalistas y a los libertarios. Desde el punto de vista económico, este grupo defiende un liberalismo clásico, un fundamentalismo de libre mercado y, en algunos casos, el retorno al patrón oro. Para comprender a estas personas, debemos hacer un viaje al pasado. Específicamente, a los Estados Unidos de los pioneros en tiempos del Salvaje Oeste. No es Europa o Latinoamérica del siglo XIX. Se trata de un explorador protestante, individualista, autosuficiente y trabajador. 

Los conservadores, por naturaleza, son reaccionarios. Para ellos, el pasado es mejor. El gran enemigo es el progresismo porque normalmente significa un estatismo sumamente perjudicial. En consecuencia, los conservadores suelen ser pesimistas. Siempre profetizando el eventual colapso del sistema. Por ende, los conservadores siempre han acumulado alimentos, armas y oro debajo del colchón esperando lo peor. Resulta absurdo confiar en los bancos y los gobiernos. Por un lado, son organizaciones innecesarias. Y, por el otro lado, son organizaciones corruptas que solo quieren nuestro dinero y, tarde o temprano, van a colapsar. Únicamente, el individuo soborno es confiable. Todo lo demás es un nido de corrupción.

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Ahora bien, los primeros bitcoiners eran anarquistas y libertarios de la vieja guardia. El discurso es el mismo discurso conservador, pero con bitcoin como el nuevo oro. El movimiento se mantiene firme al espíritu conservador. Sin embargo, la comunidad ha crecido y su configuración ya no es la misma del principio. Eso implica que con frecuencia tenemos un choque de culturas. En otras palabras, la voz conservadora siempre se opone a los nuevos desarrollos. Si PayPal acepta Bitcoin, la voz conservadora nos dice que no es buena idea. Si un banco quiere crear un fondo de criptomonedas, la voz conservadora nos dice que la iniciativa contradice la filosofía Bitcoin. Y la cosa sigue y sigue. 

Lo que tenemos es una lucha constante entre el mundo “normal” y el mundo “libertario”. Los inversores quieren invertir en Bitcoin para hacer crecer sus portafolios. Pero los bitcoiners de la vieja guardia nos recuerdan que hay unas normas que supuestamente debemos seguir por razones ideológicas. Al final, el pragmatismo del mundo “normal” siempre le gana a la ideología. Y el mundo libertario siempre termina frustrado con la indiferencia de la mayoría. 

Lo cierto es que hay mucha demanda por los servicios de custodia. Nos guste o no, la gente piensa que la autocustodia es una opción muy limitada. Se prefiere los servicios de custodia, porque estos ofrecen varios productos y funciones. En primer lugar, un buen servicio de custodia se encuentra debidamente registrado en una jurisdicción confiable, donde priva el estado de derecho. Lo que significa que existen ciertas garantías por ley. Adicionalmente, un buen servicio de custodia tiene un buen seguro que nos protege de robos, hackers, o fallas técnicas de distintos tipos. Por último, están los servicios adicionales como préstamos, intercambios, y servicios bancarios. 

¿Perdiste la llave? No hay problema. Con el debido proceso de verificación, te dan una nueva llave. ¿Quieres crear un fondo? ¿Quieres montar un negocio? ¿Quieres tranquilidad en el caso de muerte u otra eventualidad? No hay problema. Claro que las maneras del mundo “normal” resultan absurdas para el mundo “libertario” que colocan la responsabilidad individual sobre la confianza en un tercero. Esto es perfectamente válido. Pero debemos recordar que el mundo de los negocios se rige a la manera normal. Las masas operan según las prácticas habituales. O sea, los capitales necesitan servicios de custodia para poder invertir en Bitcoin. 

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Irónicamente, la informalidad de la autocustodia no inspira mucha confianza para la mayoría. Todo esto de colocar nuestro dinero debajo del colchón se interpreta como un gran acto de inmadurez. Imaginemos por un momento que un fondo de inversión se decide por la autocustodia. Es natural que los inversores exijan algún tipo de garantía. ¿Quién tiene la llave privada? ¿Qué pasa en el caso de robo? ¿Cómo se auditará ese dinero? 

Obvio que no es fácil para los más idealistas. Las prácticas habituales no siempre coinciden con las aspiraciones libertarias. Los inversores exigen servicios de custodia. Pero los criptolibertarios insisten en vender una filosofía un tanto impopular. Todos estamos emocionados por la eventual aprobación de un ETF de Bitcoin. Y la vieja escuela no encuentra oídos para sus reclamos.  ¿Por qué necesitamos servicios de custodia? Sencillo. El mercado lo exige. Hay demanda para estos servicios, porque la autocustodia se percibe como una señal de inmadurez.