El mercado de criptomonedas vivió un año de gran volatilidad en 2024, con Bitcoin alcanzando por primera vez el valor histórico de USD 100.000 a principios de diciembre. El nombramiento de Paul Atkins como presidente de la SEC por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha impulsado el valor de las monedas digitales. En Brasil, los ETF de criptomonedas conquistaron a los inversores, y el BITH11 acumuló una subida del 175,43% en el año. Sin embargo, la creciente popularidad de las criptomonedas también ha atraído acciones maliciosas.

ESET, referente mundial en ciberseguridad, destacó un aumento del 56% en los ataques contra billeteras de criptomonedas entre el primer y el segundo semestre de 2024. La investigación reveló que sistemas como Windows, macOS y Android se han convertido en objetivos frecuentes de estos ataques, tal y como se describe en el Informe de Amenazas 2024.

“La descentralización y la velocidad de las transacciones hacen que las criptomonedas sean atractivas para los ciberdelincuentes y dificultan que las víctimas recuperen sus pérdidas”, afirma Daniel Barbosa, investigador de seguridad de ESET en Brasil.

El año 2023 ya indicaba el aumento de esta amenaza. El FBI ha registrado más de 69.000 casos de fraude relacionados con criptomonedas, lo que representa el 10% del total de incidentes financieros, pero acumula pérdidas por 5.600 millones de dólares. En 2024 el escenario empeoró, con malware como Atomic Stealer y Lumma Stealer centrados en robar credenciales y billeteras.

En macOS, el software de robo de contraseñas (PSW) creció un 127%, impulsado por herramientas maliciosas vendidas a través de canales como Telegram. En Android, los troyanos bancarios han incorporado capacidades de robo de criptomonedas, lo que ha provocado un aumento del 20% en la categoría “Amenazas financieras para Android”.

ESET recomienda buenas prácticas de seguridad, como el uso de autenticación de dos factores y un software antivirus sólido para mitigar los riesgos. El creciente interés en las monedas digitales, combinado con la sofisticación de las amenazas, refuerza la necesidad de una mayor vigilancia por parte de los inversores.

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