Privacidad, accesibilidad y control personal mantendrían al dinero físico como una opción casi irremplazable, incluso en un contexto europeo que avanza hacia el euro digital.

En los últimos años, el debate sobre el futuro del dinero ha girado en torno a las criptomonedas y las monedas digitales de bancos centrales (CBDC). Sin embargo, en Europa —y particularmente en España— el efectivo sigue cumpliendo un papel esencial como medio de pago, con ventajas estructurales que no han sido superadas por las nuevas tecnologías.

Una de sus principales fortalezas es la privacidad financiera. A diferencia de las criptomonedas o el futuro euro digital, el efectivo no deja rastro digital. Esta característica protege al ciudadano de una posible vigilancia excesiva y de potenciales usos indebidos de sus datos por parte de entidades públicas o privadas. Aunque se han prometido salvaguardas en el diseño de las CBDC, aún no está claro hasta qué punto la privacidad sería garantizada en su aplicación práctica.

En España, el efectivo mantiene una fuerte presencia. Según el Banco de España, el 63 % de las transacciones en pequeños comercios todavía se estarían realizando con dinero físico. Esto no solo reflejaría hábitos consolidados, sino también una realidad social: el efectivo sería el medio de pago más accesible para personas mayores, sectores no bancarizados y entornos rurales donde la infraestructura digital es limitada.

Además, el dinero físico ofrece resiliencia técnica. En situaciones de apagones, caídas de red o ciberataques, sigue funcionando sin depender de servidores ni dispositivos. Ejemplos recientes en España han puesto de manifiesto que, ante fallos tecnológicos, el efectivo vuelve a convertirse en la opción más fiable para adquirir bienes o servicios.

Otra ventaja destacada es el control del gasto personal. Al tratarse de un recurso tangible, ayuda a visualizar el dinero y evita el consumo impulsivo. También permite evitar comisiones, bloqueos o errores de intermediarios, lo cual a veces ocurre con los medios digitales.

Aunque las criptomonedas han introducido innovaciones importantes en materia de transferencia de valor y descentralización, también presentan alta volatilidad, riesgos técnicos y barreras de entrada que excluyen a muchos usuarios. Las futuras CBDC prometen eficiencia, pero podrían facilitar un control estatal inédito si no se establecen límites claros.

En este contexto, defender el efectivo no es rechazar la innovación, sino preservar la libertad de elegir cómo pagar. Cada forma de dinero cumple una función distinta y complementaria. La desaparición del efectivo dejaría a muchas de personas sin alternativa y podría hasta debilitar el equilibrio entre Estado, ciudadanía y sistema financiero.

Por eso, en España y Europa crecen las iniciativas para proteger legalmente el uso del efectivo. Asociaciones civiles, consumidores y representantes políticos coinciden en que garantizar su permanencia es una cuestión de derechos y de confianza democrática. Porque mientras exista efectivo, seguirá existiendo una forma de pago libre, accesible y sin vigilancia.

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