La confianza es un concepto que no podemos tomar a la ligera. En este caso, hay que ir a los detalles. En este artículo, definamos “confianza” como la creencia de que los demás actuarán de manera honesta y acorde a lo convenido. Entonces, siguiendo con este hilo, el “problema de confianza” es la ausencia de garantías o el riesgo de que los demás no actuarán de manera honesta y acorde a lo convenido.
La confianza es esencial para el funcionamiento de la sociedad y la economía. Sin confianza, las relaciones humanas se deterioran y los intercambios se vuelven más costosos y difíciles. Por eso, necesitamos mecanismos que nos permitan generar y mantener la confianza, tanto a nivel personal como institucional.
En el contexto de internet, por lo general, estamos hablando de la integridad de la información. Y esto en el pasado se ha logrado confiando en una autoridad central que puede guardar, validar y verificar la integridad de la información. Esta autoridad determina si la información es confiable o no. Esto es práctico y tiene sus beneficios. Sin embargo, también representa una vulnerabilidad sistémica. Porque nos expone al riesgo de que dicha autoridad central falle. Y si el centro falla, todo el sistema se compromete.
Lo que la tecnología blockchain permite es que sea posible tener bases de datos guardadas, validadas y verificadas no por un centro único, sino por una red compuesta por múltiples centros. Esto es lo que hace Bitcoin, la primera y más famosa criptomoneda basada en blockchain. Bitcoin elimina la necesidad de confiar en una entidad centralizada para gestionar el dinero digital. En su lugar, confía en un protocolo matemático y en una red de nodos distribuidos que mantienen el consenso sobre el estado de la cadena de bloques, donde se registran todas las transacciones.
Un ejemplo: Pensemos en un partido de fútbol. Cada partido tiene un árbitro. ¿Pero qué pasa si el árbitro es injusto, malo o deshonesto? Ahora supongamos que se crea una tecnología que hace que todos los espectadores sean árbitros. Y las decisiones se generan del consenso de la opinión de todos los espectadores juntos. Podríamos decir que se trata de un arbitraje “descentralizado”. Y de esta manera se solucionó “el problema del arbitraje”.
Pero, ¿es esta solución perfecta? ¿No tiene ningún riesgo ni inconveniente? Veamos algunos posibles escenarios que podrían surgir con este sistema de arbitraje descentralizado:
¿Qué pasa si los espectadores tienen intereses en el resultado del partido? ¿Podrían manipular el consenso para favorecer a un equipo u otro? ¿Cómo se podría evitar o detectar este tipo de fraude?
¿Qué pasa si los espectadores tienen visiones diferentes o contradictorias sobre una jugada? ¿Cómo se podría resolver el conflicto? ¿Qué criterios se usarían para determinar la validez de cada opinión? ¿Qué peso tendría cada espectador en el consenso?
¿Qué pasa si los espectadores se equivocan o tienen lagunas en su conocimiento de las reglas del juego? ¿Podrían cometer errores o injusticias involuntarias? ¿Cómo se podría corregir o compensar estos errores? ¿Qué mecanismos de revisión o apelación habría?
Como vemos, el arbitraje descentralizado no es una panacea que resuelve todos los problemas de confianza. Tiene sus ventajas, pero también sus desafíos y limitaciones. Por eso, debemos ser críticos y objetivos a la hora de evaluar las soluciones que nos ofrece la tecnología. No podemos caer en la ilusión de que todo se soluciona con un algoritmo o una red. Debemos tener en cuenta los aspectos humanos, sociales y éticos que están en juego.
Ahora, con la tecnología blockchain, al menos desde el punto de vista técnico, la intermediación bancaria no es necesaria. Bitcoin permite que cualquiera pueda enviar y recibir dinero sin intermediarios, con total transparencia y seguridad. Además, existen otras criptomonedas y plataformas que ofrecen servicios financieros descentralizados, como préstamos, inversiones, seguros, etc.
Los bancos son una institución fundamental en la economía moderna. Sin ellos, sería muy difícil que las personas y las empresas pudieran acceder al crédito, al ahorro, al pago y a la inversión. Los bancos facilitan estas actividades al actuar como intermediarios entre los que tienen dinero y los que lo necesitan. Pero los bancos no son solo intermediarios por una limitación técnica o tecnológica. Los bancos también aportan valor al sistema financiero al ofrecer seguridad, confianza, información y asesoramiento a sus clientes. Los bancos son socios de sus clientes, no solo meros intermediarios.
Por supuesto, los bancos no son perfectos. A veces, pueden cometer errores, abusar de su poder o ser vulnerables a crisis. Por eso, algunas personas proponen eliminar a los bancos y crear un sistema financiero descentralizado, basado en la tecnología blockchain. Sin embargo, esta propuesta no es una panacea. Un sistema financiero sin bancos también tendría sus riesgos, sus costes y sus desafíos. Antes de descartar a los bancos por completo, debemos reflexionar sobre las ventajas que nos ofrecen y los problemas que nos ayudan a resolver.
Obviamente, la tecnología blockchain no resuelven todos los problemas de confianza. La confianza es mucho más amplia y compleja que la integridad de una base de datos. La industria cripto no puede caer en la exageración del tecnoptimismo. No podemos asumir que el uso de la tecnología nos hace confiables automáticamente. Y no hace falta ser un genio para saber que eso no es cierto.
Además de las tecnologías, debemos trabajar en la confiabilidad en todos los sentidos y eso requiere más que tecnología. Requiere voluntad, educación, instituciones, regulaciones, controles, chequeos y balances. O sea, requiere responsabilidad y ética. Garantías. Tangibles e intangibles.
Bitcoin resolvió el problema de la confianza en un aspecto muy importante: el de la creación y el manejo del dinero digital. Pero no resolvió todos los problemas de confianza que existen en el mundo. Por eso, debemos seguir reflexionando y actuando para construir una sociedad más justa, transparente y solidaria. Una sociedad que no dependa de la confianza ciega, sino de la confianza razonada. Una sociedad que no se deje engañar por las apariencias, sino que busque la verdad. Una sociedad que no se conforme con lo que hay, sino que aspire a lo que puede haber.
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