Con la llegada del coronavirus y su ascenso al estatus de pandemia, el cierre de fronteras fue una de las primeras medidas en ser tomadas por los gobiernos del mundo. La decisión obviamente fue un golpe durísimo para las aerolíneas. Nunca ha sido un negocio fácil. El negocio siempre ha sido complicado y se tambalea con relativa sencillez. En cierto modo, también es un termómetro de la economía en general. Estando bien durante un ciclo alcista y estando mal durante uno bajista. Las crisis no son muy amables con las aerolíneas. Pero esta crisis ha sido devastadora. Y un poco más para las aerolíneas en Latinoamérica. Las nubes están muy grises y hay pronósticos de vientos cruzados. Esto se puede poner movido. Hay que apretarse el cinturón porque lo viene es tempestad.  

Latinoamérica no tiene las ventajas de Estados Unidos y Europa en materia de infraestructura vial o ferroviaria. No se puede tomar un tren en Caracas y a los días estar en Buenos Aires. Sí, hay carreteras. Y, claro, sí se puede tomar un auto y recorrer la región. Pero esto no deja de ser una gran aventura. Si uno dice que recorrió Latinoamérica en auto, uno se ganaría la reputación de intrépido aventurero. Lo que quiere decir que la excepción confirma la regla. 

Las carreteras latinoamericanas no son muy buenas. No podemos decir que la región está perfectamente interconectada con autopistas idóneas para su desarrollo. Por otro lado, hacer un viaje en auto por Estados Unidos o Europa no es cosa del otro mundo. Decir que se viajó en auto de Los Ángeles a Nueva York no es algo que anotaríamos en un libro de aventuras. Y si lo anotamos, pocos serán los lectores impresionados. En otras palabras, las aerolíneas son muy importantes para Latinoamérica. La región se conecta al mundo por el aire. 

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El asunto es que las aerolíneas de la región son realmente pocas. Toda la actividad se concreta en unas pocas compañías. Los tres grandes son Latam, Avianca y Copa. Bueno, los actores a la cabeza tal vez son pocos. Pero el sector en general no es pequeño. Estamos hablando de casi medio millón de empleos. Y son empleos formales en una región infestada de informalidad. 

La aerolínea más grande de Latinoamérica es la brasileña Latam. Bueno, de hecho, es brasileña y chilena, porque surgió de la integración de una aerolínea chilena y una brasileña. La compañía tiene una nómina de 41.000 personas. Avianca es la compañía más antigua de la región y segunda más grande. Tiene 14.000 empleados en Colombia y la cifra asciende a casi 21.000 en todo Latinoamérica. La panameña Copa comparte el trono con las dos anteriormente mencionadas. Por brevedad no hablaré mucho de Copa. 

Latam y Avianca ya se acogieron a la ley de bancarrota de los EE.UU debido a la pandemia. Se han amparado bajo de protección del famoso capítulo 11 de la ley de bancarrotas. La reducción de ingresos ha sido muy grande debido a las restricciones impuestas, y hay problemas. Lo que quiere decir que muchos empleos están en peligro. Esto no solo es un grave problema para la región por la importancia estratégica que representan estas aerolíneas. Esto es un problema también para las economías, para los inversionistas, para los empleados y para los usuarios. Es un problema de todos. 

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Aquí no estamos hablando de que esas compañías están cerrando el negocio y todo se acabó. No, lo que en realidad se está pidiendo es una pequeña pausa para poder recobrar el aliento. Es decir, siguen las operaciones, pero habrá cambios, negociaciones con los acreedores y “decisiones difíciles”. 

Claro que las aerolíneas latinoamericanas la tienen más difícil que sus colegas de Estados Unidos y Europa. No es fácil ser una aerolínea en esta colorida región del planeta. Y en este momento mucho menos. Esto se debe a varias razones. 

Los gobiernos latinoamericanos han mostrado menos voluntad, o capacidad, para ayudar a sus aerolíneas. Parece que los políticos piensan que se trata de un asunto privado. O, simplemente, tienen tantos problemas que su atención ahora está en otro lado. Sin embargo, resulta curioso la diferencia abismal entre la actitud de Estados Unidos y Europa hacia sus aerolíneas y la actitud de Latinoamérica hacia las suyas. Ellos están asistiendo a las aerolíneas en crisis, pero en Latinoamérica el apoyo no ha sido para nada contundente. De hecho, tanto ciudadanía como gobierno han mostrado bastante indiferencia ante la problemática. 

En Estados Unidos, las cuatro aerolíneas más grandes recibirán miles de millones de dólares en ayudas: American Airlines, Delta Airlines, United Airlines y Southwest Airlines. Francia y Holanda  están apoyando a Air France-KLM. Y los alemanes están haciendo lo mismo con Lufthansa. 

Pero, en Latinoamérica, a diferencia de otras regiones, las aerolíneas tienen desafíos adicionales: Excesiva regulación, inestabilidad, pobre infraestructura, gobiernos apáticos, ciudadanía indiferente, y sindicatos hostiles. Sí, aquí los desafíos no son solo de capacidad. Aquí existe un componente cultural muy fuerte. El sector privado no disfruta ni del apoyo ni del prestigio que disfruta en los países del Norte. 

Por ejemplo, el caso de Avianca, una compañía bandera de Colombia. ¿Qué dicen algunos de Avianca? Cosas como estas: “¿Es realmente colombiana? ¿Deberíamos apoyar a un multimillonario que ni siguiera es colombiano?" En el caso de Latam, los comentarios son similares. “¿Deberíamos apoyar con millones a un par de familias ricas?

Y los sindicatos no han tardado en convertir a sus empleadores en los villanos de la película. Ahora bien, Sindicatos de la Aviación de América Latina y el Caribe, una organización que coordina a los sindicatos de Latam, Avianca y Copa. Escuchar a Dina Feller, la dirigente de la red, es realmente espeluznante. Por eso estamos como estamos. 

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He aquí un remake de Durmiendo con el Enemigo, pero sin Julia Roberts. La acusación más extraña es que los recortes se realizaron en marzo y la crisis realmente comenzó después. Y también que los “villanos” seguramente aprovecharán la crisis para avanzar en la automatización y tercerización de los procesos. Además, la crisis se exagera porque las aerolíneas realizan mucho transporte de carga que es un área que no se ha visto tan afectada por las restricciones. En otras palabras, las aerolíneas ahogándose y los sindicatos poniéndoles una manguera en la boca. Siempre son el malo. ¿Por qué no presionan a sus gobiernos para que ayuden más? Trabajen con sus empleadores, no en contra. 

Ahora bien, como entusiastas de Bitcoin, ¿por qué nos debe importar las aerolíneas en Latinoamérica? Bueno, porque Bitcoin no es una isla y se ve afectado por su entorno. Esa idea de que Bitcoin es a prueba de todo, y que mientras más arda el mundo, mejor para Bitcoin, es un mito. Es absurdo poner nuestras esperanzas en la desgracia colectiva. Los inversores del oro han hecho eso por mucho tiempo. El oro es una apuesta al miedo. Es el activo predilecto de los reaccionarios y ultraconservadores. Pese a lo que dicen muchos criptoanalistas de orientación libertaria, a mí me cuesta mucho trabajo ver a Bitcoin como un activo que se construye para el miedo. ¿En serio? Como los radicales, con la barba rala y armas largas, que viven en una granja en el Sur de los Estados Unidos y compran oro para enterrarlo en sus patios porque no confían en el sistema. 

No hay que ser un genio para saber que Bitcoin es diferente. Bitcoin es juventud, riesgo, innovación, y futuro. Es positivo. Durante esta crisis, hemos visto una correlación muy fuerte con los demás mercados. ¿Qué nos dice esto? Bueno, que a Bitcoin le importa el mundo. Bitcoin es parte del mundo. Si el barco se prende en llamas, también sentiremos el calor.