Opinión de: Andreas Melhede, cofundador de Elata Biosciences
El primer implante cerebral de Neuralink está convirtiendo la ciencia ficción en realidad. Es un dispositivo del tamaño de una moneda con hilos de electrodos delgados como cabellos que un robot quirúrgico teje en la corteza cerebral para leer y enviar señales neuronales. Estas señales se transmiten luego de forma inalámbrica a una computadora, permitiendo que la persona que lleva el implante realice acciones sin necesidad de moverse. Elon Musk, fundador de Neuralink, una vez destacó que la empresa "dará superpoderes a la gente."
La visión de Silicon Valley de una interfaz cerebro-computadora (BCI) directa suena emocionante.
Diseñado para ayudar a personas con parálisis severa, el implante de Neuralink permite a las personas mover un cursor, escribir o incluso controlar una extremidad robótica usando solo sus pensamientos.
Lo que la industria de la salud no está considerando, sin embargo, es que hay profundas implicaciones cuando una sola empresa controlada por un multimillonario posee las llaves de la mente de alguien.
Cuando se trata del cerebro humano, la centralización se convierte en una amenaza directa a la autonomía. Nuestra capacidad de controlar nuestros propios pensamientos y movimientos es la forma más fundamental de libertad que tenemos. ¿Por qué deberíamos entregar ese poder a una sola persona?
Fuera de la corriente principal, la Ciencia Descentralizada (DeSci) está reimaginando silenciosamente cómo se puede hacer la investigación cerebral y captando la atención de las revistas científicas. Trata la neurociencia como una misión pública compartida en lugar de un producto que debe permanecer encerrado en los servidores de una empresa. Lo más importante, permite que la gente retome el control sobre sus datos cerebrales.
Trayendo el cerebro onchain
La tecnología BCI se ha convertido en un fenómeno global. Un grupo de investigadores chinos desarrolló recientemente una BCI capaz de manipular lo que un sujeto podía o no ver, con el objetivo de ayudar a personas que experimentan ceguera parcial o total.
Según sus hallazgos, la "demostración apoya la posibilidad de que la estimulación focal aplicada externamente pueda acceder a circuitos funcionales conocidos por subyacer a la percepción visual normal."
Los resultados destacan una potente prueba de concepto, pero también plantean una pregunta importante: ¿Quién controla esta capacidad?
Si un tercero puede controlar una función primaria después de implantar un chip BCI, deben establecerse reglas claras para asegurar que el poder se comparta de manera justa. Descentralizar tanto la investigación como el control podría ser la solución que buscamos.
Desarrollar un futuro donde los datos cerebrales sean tanto privados como compartibles requeriría un plan claro. Traer el cerebro onchain significa usar infraestructura descentralizada para traducir señales neuronales en datos digitales seguros y verificables: datos que permanecen completamente bajo el control del individuo.
¿El resultado?
Un marco seguro que permite a las personas operar software solo con el pensamiento mientras mantienen una libertad mental absoluta.
La descentralización importa para la mente humana
Nuestros cerebros generan los datos más íntimos imaginables. Son una transmisión en vivo de pensamientos que la mayoría de la gente no sería lo suficientemente valiente para expresar, emociones que no están seguros de sentir e intenciones que aún no han cumplido.
La descentralización no es una preferencia técnica, sino un imperativo moral.
Al discutir los silos de datos centralizados, a menudo pasamos por alto lo que realmente implican. En esencia, es irónico: la existencia humana se define por el hecho de que tenemos control total sobre nuestras propias mentes. Nadie más tiene acceso directo a nuestra corriente privada de pensamientos, y nadie debería tenerlo. Entregar ese control a una sola empresa es una contradicción directa de lo que significa ser humano.
En un modelo de negocio centralizado, una única corporación decide cómo se almacenan los datos neuronales, quién puede acceder a ellos y qué incentivos comerciales configuran su uso. Todo esto a menudo se hace sin pedir el consentimiento del paciente o bajo términos y condiciones extensos. Pero a diferencia de los datos de compras o el historial de navegación, hacer clic en "Acepto" aquí pone en riesgo algo más que la privacidad. Se corre el riesgo de ceder influencia sobre cómo se mueve y habla una persona en casos en que los sistemas centralizados son hackeados.
Los atacantes ya no solo robarían datos de pacientes; podrían interferir con sus mentes y acciones.
En contraste, la descentralización distribuye ese poder. Asegura que ningún actor individual pueda acceder unilateralmente a los datos más vulnerables de una persona y tomar el control sobre sus vidas. Las claves de cifrado permanecen con el usuario. El acceso a los perfiles neuronales se concede solo con consentimiento explícito y puede ser revocado en cualquier momento.
Lo más importante, la descentralización también garantiza el pluralismo. Así como el software de código abierto permitió una explosión de innovación en internet y en la banca, las redes cerebrales descentralizadas pueden fomentar diversas aplicaciones sin que una única entidad dicte los términos y condiciones de esa experiencia mental.
Construyendo un futuro neuronal colectivo
La próxima década determinará si las interfaces cerebro-computadora se convierten en un verdadero bien público o en una puerta de entrada de propiedad privada a la mente humana.
Los protocolos diseñados colaborativamente pueden establecer las reglas sobre cómo se comunican los dispositivos y cómo se registra la información neuronal onchain, asegurando que el equipo de cualquier fabricante siga siendo compatible. Los mecanismos de tokens pueden impulsar a los investigadores a avanzar en técnicas de decodificación, reforzar la privacidad y respaldar evaluaciones de seguridad independientes. Los bienes comunes de datos basados en el consentimiento, protegidos con cifrado de conocimiento cero, pueden proporcionar vastos recursos anonimizados para el descubrimiento sin exponer las firmas neuronales personales.
La regulación tiene un papel, pero la participación generalizada impulsa el movimiento. Desde desarrolladores que crean juegos controlados por la mente hasta artistas que componen música a partir de ondas cerebrales y clínicos que elaboran terapias de neurofeedback, los participantes se convierten en copropietarios de una red transparente y gobernada colectivamente.
Mantener nuestros pensamientos privados es un derecho humano inquebrantable del que ninguna persona debería ser despojada. Entonces, ¿por qué deberíamos vernos obligados a ceder nuestra privacidad mental a una única entidad centralizada?
Llevar el cerebro onchain de una manera abierta, descentralizada y gobernada colectivamente asegura que todos conserven la plena autonomía sobre sus propias mentes.
Opinión de: Andreas Melhede, cofundador de Elata Biosciences.
Este artículo tiene fines de información general y no pretende ser ni debe tomarse como asesoramiento legal o de inversión. Las opiniones, pensamientos y puntos de vista expresados aquí son únicamente los del autor y no reflejan ni representan necesariamente las opiniones y puntos de vista de Cointelegraph.
