El líder venezolano Nicolás Maduro se juramentó para un segundo mandato el 10 de enero, en medio de una tremenda hiperinflación, una larga crisis política y económica, y estrictas sanciones impuestas por su ex socio y comprador de petróleo: Estados Unidos.

Desde que Maduro asumió el poder en 2013, Venezuela ha enfrentado varios disturbios brutales, incluyendo la “Madre de Todas las Marchas” en 2017 y el ataque del helicóptero de Caracas en el mismo año, y es muy probable que la crisis actual sea la última para el régimen. Decidimos investigar los últimos seis años de Venezuela y el destino del Petro, una criptomoneda nacional que se fundó para salvar la agonizante economía, pero que eventualmente causó aún más resentimiento.

El legado de Hugo Chávez

Hugo Chávez, un líder venezolano aparentemente irremplazable, que estaba en el poder desde 1999, falleció después de una larga batalla contra el cáncer en marzo de 2013. Socialista y revolucionario comprometido, Chávez era muy estimado y amado por los venezolanos por sus continuos intentos de eliminar la pobreza y la desigualdad. Miles de ciudadanos asistieron a su funeral en una Caracas superpoblada, dando fe de ello.

Según las estadísticas reveladas por el periódico The Guardian, entre 1999 y 2009, el gobierno venezolano logró reducir el desempleo de 14,5 a 7,6 por ciento, aumentar el PIB per cápita de USD 4.105 a USD 10.810, y reducir la tasa de pobreza extrema de 23,4 a 8,5 por ciento. Los pueblos indígenas de Venezuela, que constituyen alrededor del 2 por ciento de la población del país, se encontraban entre los que más se beneficiaron de la presidencia de Chávez. Mientras estuvo a cargo, Venezuela se inclinó hacia la protección de sus derechos y el otorgamiento de libertades fundamentales.  

Sin embargo, en lugar de reformar la economía venezolana que siempre ha dependido del petróleo, Chávez decidió proclamar una "guerra económica" y acusó a "los dueños burgueses" de granjas, supermercados y molinos locales de ocultar alimentos para desestabilizar a su gobierno.

La guerra de Maduro: Del socialismo a la usurpación del poder

Cuando Maduro asumió el cargo en 2013, heredó una de las economías más tambaleantes de toda la región sudamericana.

Según los datos de la página web de estadísticas y estudios de mercado Statista, la tasa media de inflación en 2012 (el año anterior a la presidencia de Maduro) era de alrededor del 21 por ciento. A pesar de que el año fue relativamente estable para la administración de Maduro, sus acciones solo llevaron a Venezuela al borde del abismo.

De hecho, durante el primer año de Maduro, su gobierno continuó la guerra económica de Chávez, culpando a los ricos empresarios de acaparar bienes y subir los precios. La política fue apoyada por legisladores venezolanos, quienes otorgaron a Maduro poderes especiales de decreto para hacer cumplir el control de precios en noviembre de 2013. Sin embargo, a finales de 2013, la tasa media de inflación había subido hasta el 43,5 por ciento.

Pero la verdadera crisis surgió en 2014, cuando los precios del petróleo crudo perdieron casi un 40 por ciento en solo seis meses. El gobierno de Maduro vio por primera vez protestas masivas encabezadas por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Los participantes de las marchas que comenzaron en febrero de 2014 acusaron a los funcionarios de corrupción, escasez y falta de prevención de la inflación. A medida que los enfrentamientos entre los manifestantes y el ejército venezolano se volvían más y más violentos, con más de 40 personas asesinadas reportadas en solo dos meses, los partidarios de Maduro se enfrentaron a acusaciones de uso excesivo de la fuerza, mientras que muchos exigieron la dimisión del propio presidente.

En 2015, la tasa media de inflación se acercó al al 68,5 por ciento, mientras que Maduro volvió a culpar a las empresas sin escrúpulos por la escasez y el alza de los precios. Además, el PIB de Venezuela ese año se redujo a 3,9 por ciento, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En diciembre de 2015, la Mesa de Unidad Democrática ganó las elecciones al Congreso y se convirtió en el grupo más grande de la Asamblea Nacional, el parlamento unicameral de Venezuela. La oposición pronto se centró en la celebración de un referéndum que obligaría a Maduro a abandonar su cargo en medio de la inflación que se ha más que duplicado en 2015, alcanzando el 111 por ciento. Sin embargo, la Corte Suprema apoyó a Maduro, acortó el poder de la Asamblea y la decisión sobre el referéndum se ha quedado atascada en la burocracia. El parlamento venezolano entonces votó a favor de iniciar un proceso de destitución contra Maduro por violar la democracia e instó al ejército a desobedecer al gobierno a finales de octubre de 2016.

En 2016, la presidencia de Maduro fue etiquetada por primera vez como una dictadura. Por ejemplo, después de un nuevo giro en la crisis política, Forbes publicó una historia titulada "Lo siento, señores de los bonos, Venezuela ahora es una dictadura", mientras que el periódico The Guardian publicó un artículo titulado "Llamemos a Venezuela lo que es bajo Maduro: una dictadura" más adelante ese mismo año. También en 2016, una escalofriante encuesta realizada por varias universidades locales mostró que los venezolanos apenas consumían las 2.000 calorías diarias recomendadas, y que 75 por ciento de los ciudadanos habían perdido alrededor de 8,6 kilogramos ese año debido a la crisis.

En 2017, el alto tribunal  finalmente tomó todo el poder de la Asamblea Nacional, prácticamente disolviendo el cuerpo, que fue considerado un golpe de estado por la oposición. La decisión provocó indignación en todos los sectores de la sociedad, agotados por la escasez a largo plazo, la hiperinflación e incluso el hambre. A partir de abril, numerosas marchas estallaron en Venezuela, de vez en cuando brutalmente reprimidas por las fuerzas del gobierno. El Observatorio Venezolano de Conflictos Sociales calculó que el país vio más de 6.000 manifestaciones desde abril hasta finales de julio, con más de 160 muertos en enfrentamientos.

A mediados de año, un miembro de la policía forense, Oscar Pérez, robó un helicóptero policial, lo voló al centro de la capital venezolana, arrojó granadas sobre el Tribunal Supremo y disparó varios tiros contra el Ministerio del Interior. Pérez, apodado "terrorista" por Maduro, logró huir de la ciudad y encabezó una resistencia armada hasta que fue asesinado durante una incursión del ejército en enero de 2018.

En julio, Maduro finalmente creó la Asamblea Constituyente, un organismo creado para redactar y adoptar una nueva constitución con el fin de proporcionar estabilidad y cesar las protestas, según el presidente. La medida fue fuertemente criticada tanto por la Unión Europea, como por el organismo comercial sudamericano Mercosur, la Organización de Estados Americanos, que incluye tanto a Estados Unidos como a México. Este último endureció las sanciones contra Maduro, acusado de celebrar elecciones "falsas".

Mientras tanto, la oposición llevó a cabo un esperado referéndum no oficial contra Maduro, en el que al parecer participaron 7 millones de venezolanos. Según los cálculos, el 98 por ciento de los votantes no quería una nueva constitución.

Venezuela se acercó al 2018 con una creciente tensión geopolítica, la continua violación de derechos y libertades, junto con un éxodo masivo de venezolanos; desde 2014, más de 2 millones de habitantes locales abandonaron el país. La tasa media de inflación en 2017 superó el 1.000 por ciento, y el PIB perdió un 14 por ciento, según el FMI. Sin embargo, Maduro parecía tener un truco bajo la manga.

El Petro sale al campo

Maduro mencionó por primera vez el Petro, una criptomoneda venezolana supuestamente respaldada por el petróleo, a finales de diciembre de 2017. El líder afirmó que la criptomoneda, que no está controlada por ningún gobierno, podría ayudar a Venezuela a apuntalar su economía en apuros y a eludir las sanciones de Estados Unidos. En enero de 2018, la tasa del Petro estaba ligada a un barril de petróleo, y se ordenó la emisión de las primeras 100 millones de monedas. Inicialmente, la industria trató la medida como la primera "bitcoinización” de un estado soberano.

A lo largo de 2018, el gobierno promovió activamente la criptomoneda nacional para detener la hiperinflación. A nivel internacional, Maduro pidió a 10 países de la Alianza Bolivariana, incluida Cuba, que apoyaran su iniciativa. Más tarde ese mismo año, afirmó que el Petro sería utilizado para transacciones comerciales internacionales, aunque evitó mencionar los países que aceptaron la moneda respaldada por el petróleo.

Además de esto, el país rico en petróleo iba a presentar el Petro a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en 2019, como una unidad de cuenta. Maduro incluso ofreció el Petro al ruso Vladimir Putin. Sin embargo, Moscú, que siempre había apoyado las políticas internas de Venezuela tanto con diplomacia como con inversiones, se negó a aceptar al Petro como unidad de cuenta.

Mientras tanto, dentro del país, el Petro se utilizó activamente como herramienta contra la pobreza, la injusticia social y la hiperinflación. Venezuela lanzó la creación del criptobanco para iniciativas juveniles financiado por el Petro, que afirmaba utilizar para financiar viviendas para personas sin hogar, obligaba a los ciudadanos a pagar las tasas de los pasaportes con él, y antes del lanzamiento oficial de la circulación de la moneda ya la convirtió en una unidad de cuenta para salarios, bienes y servicios.

Pero los expertos que estudiaban el Petro estaban lejos de ser optimistas. A finales de agosto se publicó un alarmante informe de Reuter, titulado "En Venezuela no se encuentra la nueva criptomoneda". En él, la agencia de noticias declaró que el Petro no se negociaba en ninguna de las principales exchanges mundiales. Además, los periodistas dudaban de que en realidad estuviera respaldado por petróleo venezolano. El informe afirmaba que Atapirire (un área que Maduro definió como un verdadero centro petrolero para respaldar la moneda) no indicaba ninguna actividad reciente. "No hay señales de ese petróleo aquí", dijeron los locales a la agencia. El ex ministro de Petróleo, Rafael Ramírez, expresó su opinión escribiendo que "el Petro [...] solo existe en la imaginación del gobierno".”

Maduro's Claims on Petro

El medio tecnológico estadounidense Wired también habló con expertos locales y sudamericanos. Jorge Farías, director general de la empresa venezolana Cryptobuyer, reveló que la moneda de propiedad estatal estaba, de hecho, respaldada por la compañía petrolera nacional PDVSA, que tenía una deuda de USD 45.000 millones y no mostraba signos de actividad comercial alguna. Roger Benites, director general de BitInka, una empresa exchange con sede en Lima, calificó al Petro de "cortina de humo" para ocultar el fracaso de Maduro a la hora de reanimar la moneda fiduciaria nacional devaluándola. Dickie Armour, de Corre Innovation, compartió su postura, calificando al Petro de "truco.”

Cuando el Petro finalmente se lanzó en noviembre, tras una serie de retrasos, tanto venezolanos como expertos dudaban de su valor real y, en general, de su existencia. Mientras los criptoentusiastas estudiaban el documento oficial del Petro y llegaban a la conclusión de que copiaba descaradamente algunas partes de la documentación de Dash disponible en el repositorio de GitHub, Maduro se vio obligado a aumentar el valor de Petro de 3.600 a 9.000 bolívares en medio de la continua inflación.

Desde que los bonos de pensión fueron convertidos en Petro, el país se enfrentó a otra protesta, esta vez encabezada por personas de la tercera edad que no creían en la moneda respaldada por el petróleo. "No quiero Petro, quiero mi dinero", dijo uno de los manifestantes.

A pesar de todos los esfuerzos, a finales de 2018 el Petro todavía "no estaba en ninguna parte"; la moneda no figuraba en ninguna de las exchanges principales, ni era aceptada por ninguno de los aliados de ningún país. La economía venezolana siguió ahogándose, ya que la tasa de inflación, según las estimaciones más conservadoras del FMI, subió a 1,37 millones por ciento a finales de año. La oposición, sin embargo, proporcionó datos mucho más sombríos: 1,7 millones por ciento en 2018, lo que, de hecho, convirtió a Venezuela en uno de los tres países con las tasas de inflación más altas de la historia.

El gran final: Maduro contra Guaido

En mayo de 2018, Maduro fue reelegido para su segundo mandato de seis años durante una votación que había mostrado la menor participación (equivalente al 40 por ciento) desde que se restauró la democracia en Venezuela en 1958. Mientras los dos principales candidatos que se oponen a Maduro, Henri Falcón y Javier Bertucci, rechazaban los resultados y denunciaban irregularidades críticas, la Asamblea Nacional también negó los resultados, calificándolo de "farsa electoral."

La UE señaló que las elecciones no cumplieron con las normas internacionales mínimas para un proceso creíble, y mencionó la compra de votos y la supresión de la oposición. El grupo Lima, creado en 2017 por países como Argentina, Canadá y Brasil para combatir la crisis en Venezuela, también rechazó los resultados de la votación. Finalmente, Estados Unidos calificó la elección como un "insulto a la democracia" y un "fraude anunciado". Por otra parte, China, Cuba, Irán, Corea del Norte, Rusia y Siria apoyaron a Maduro y lo felicitaron por su reelección.

En agosto de 2018, un ataque con aviones teledirigidos supuestamente ocurrió en el centro de Caracas, donde Maduro, en ese momento, se dirigía a la Guardia Nacional Bolivariana. La versión oficial dice que dos aviones teledirigidos con explosivos detonaron cerca de Maduro y otros funcionarios que asistieron al desfile. El propio presidente afirmó que sobrevivió al intento de asesinato, llevado a cabo por terroristas. Prometió castigar a la gente detrás del ataque y culpó a Estados Unidos y Colombia por ayudar a los terroristas. Sin embargo, el Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, y el gobierno colombiano negaron cualquier implicación con el incidente.

How Countries Reacted to the Venezuelan Conflict

Se realizaron varias detenciones en el plazo de una semana, mientras que la oposición afirmó que las acusaciones, así como el propio atentado, se habían planificado con antelación. Según los bomberos en la escena cuestionada por la Associated Press, el incidente en sí podría haber sido una explosión de un tanque de gas dentro de un apartamento cercano.

En enero de este año, Maduro prestó juramento para un segundo mandato contra todo pronóstico. Pero esta vez, Venezuela no parece seguir un escenario pacífico. Mientras la gente inundaba las calles de Caracas al día siguiente, Juan Guaido, un líder de la oposición de 35 años presentado por la Asamblea Nacional, se proclamó a sí mismo presidente venezolano frente a una multitud. Inmediatamente fue apoyado por el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y su administración, mientras que muchos otros países pronto siguieron su decisión.

Al cierre de esta edición, Guaido cuenta con el apoyo de Canadá, la gran mayoría de los países latinoamericanos y el Reino Unido, mientras que la UE y México han hecho un llamamiento al diálogo, y China y Rusia lo acusan de intento de golpe de Estado. Maduro ha roto recientemente los lazos diplomáticos con Estados Unidos, dando al personal de la embajada 72 horas para abandonar el país. Sin embargo, Guaido insiste en que Venezuela seguirá restableciendo el orden constitucional, además de mantener el diálogo con otros países.

El futuro de Venezuela podría estar en manos del ejército ahora. El ministro de Defensa del país, Vladimir Padrino López, ahora apoya a Maduro como presidente legítimo, y Rusia insta a Estados Unidos a no intervenir en el conflicto. Sin embargo, las cosas pueden cambiar en cualquier momento.

A lo largo de un año de continuas protestas y tensiones crecientes, ni Venezuela ni Maduro parecen sacar nada bueno de todo el proyecto del Petro. Incluso Guaido, que es bastante optimista sobre las criptomonedas, cree que el Petro no es más que una estafa. Y mientras el país de Maduro está en llamas, el propio presidente ha renunciado por completo a su moneda respaldada por el petróleo. Lo que necesita desesperadamente ahora es el activo más tradicional del mundo, el oro. Sin embargo, las barras de oro por valor de unos USD 1.700 millones están atascadas en el Banco de Inglaterra, que no apoya el régimen actual. Un destino similar espera USD 6.300 millones adicionales en reservas de divisas en poder del banco central venezolano, y no hay ninguna blockchain en el mundo que pueda ayudar a Maduro a recuperarlo.