El dinero es una de las invenciones más antiguas y poderosas de la humanidad. Nos permite intercambiar bienes y servicios, medir el valor de las cosas, ahorrar para el futuro y facilitar la cooperación. Sin embargo, el dinero también tiene un lado oscuro: puede generar desigualdad, exclusión, corrupción y violencia. ¿Es posible crear un tipo de dinero que sea más justo, inclusivo y sostenible? ¿Qué papel pueden jugar las criptomonedas en este proceso?
¿Por qué algunas tecnologías te gustan más que otras? ¿O por qué algunas te resultan más fáciles o difíciles de usar? La respuesta está en el diseño. El diseño no es solo una cuestión de forma o función, sino también de valores y preferencias. El diseño refleja lo que los creadores de las tecnologías consideran importante, útil o deseable. Y, al mismo tiempo, el diseño influye en lo que los usuarios de las tecnologías pueden hacer, sentir o pensar.
Pero el diseño no es neutral. Toda tecnología beneficia a algunos y excluye a otros. En gran medida, esto se debe a los sesgos en el diseño. Los sesgos son prejuicios o ideas preconcebidas que afectan a la forma de ver y entender el mundo. Los sesgos pueden ser conscientes o inconscientes, individuales o colectivos, positivos o negativos. Pero siempre tienen consecuencias.
Por ejemplo, un vehículo deportivo favorece al amante de la adrenalina y excluye al hombre familiar. El bisturí prefiere al cirujano que al leñador. Un algoritmo de reconocimiento facial reconoce mejor a las personas blancas que a las negras. Una red social muestra más publicidad a las mujeres que a los hombres. Y así sucesivamente.
Estos son solo algunos ejemplos de sesgos en el diseño de las tecnologías. Pero hay muchos más.
El dinero no es algo natural o dado, sino una tecnología social que hemos creado y que podemos cambiar. El dinero tiene un diseño y una aplicación que refleja los intereses y valores de quienes lo crean y lo controlan. Por ejemplo, el dinero fiat, que es el que usamos hoy en día, está respaldado por la autoridad de los gobiernos y los bancos centrales, que pueden manipular su oferta y su valor. El dinero fiat también depende de intermediarios financieros, que cobran comisiones y establecen requisitos para acceder a los servicios bancarios. Estas características hacen que el dinero fiat beneficie a unos y perjudique a otros, generando desigualdades económicas y sociales.
En otras palabras, el que controla y distribuye el dinero se queda con el mayor beneficio. O sea, dicho de otro modo, el que parte y reparte obtiene la mejor parte. El gobierno y los bancos tienen muchas ventajas sobre el resto de nosotros gracias a la forma en que se crea y se distribuye el dinero.
Ante esta situación, surge la necesidad de reinventar el dinero, de crear diferentes tipos de dinero que respondan a las necesidades y aspiraciones de las personas. El objetivo es crear un dinero que sea más democrático, que permita a las personas participar en su creación y gestión, sin depender de autoridades centralizadas. Un dinero que sea más inclusivo, que facilite el acceso a los servicios financieros a quienes están excluidos o marginados por el sistema actual. Un dinero que sea más transparente, que evite la corrupción y el fraude, y que permita rastrear el origen y el destino de los fondos. Y un dinero que sea más sostenible, que promueva el cuidado del medio ambiente y el desarrollo humano.
Las criptomonedas son una forma de dinero digital que se basa en la tecnología de la cadena de bloques o blockchain. Esta tecnología permite crear redes descentralizadas, seguras y transparentes, donde las personas pueden intercambiar valor sin intermediarios. Las criptomonedas tienen el potencial de reinventar el dinero, ya que ofrecen algunas ventajas sobre el dinero fiat. Por ejemplo, las criptomonedas son escasas, lo que significa que tienen una oferta limitada y predecible, que evita la inflación y la devaluación. Las criptomonedas son globales, lo que significa que se pueden usar en cualquier parte del mundo, sin restricciones ni barreras. Las criptomonedas son programables, lo que significa que se pueden adaptar a diferentes usos y propósitos, como los contratos inteligentes o las finanzas descentralizadas.
Sin embargo, las criptomonedas no son una solución mágica ni perfecta. También tienen sus desafíos y limitaciones, que hay que reconocer y superar. Por ejemplo, las criptomonedas son volátiles, lo que significa que su precio puede variar mucho en poco tiempo, lo que dificulta su uso como medio de pago o reserva de valor. Las criptomonedas son complejas, lo que significa que requieren de conocimientos técnicos y financieros para usarlas de forma segura y eficiente. Las criptomonedas son controvertidas, lo que significa que generan debates y conflictos entre los diferentes actores sociales, políticos y económicos, que pueden regularlas o prohibirlas.
Por eso, reinventar el dinero no es solo una cuestión tecnológica, sino también social, cultural y ética. No basta con proponer o intentar crear diferentes tipos de dinero. Es necesario evidenciar con acciones que el objetivo es construir un mundo más justo y solidario. Un mundo donde el dinero sea un instrumento al servicio de las personas, y no al revés. Un mundo donde el dinero sea una expresión de la diversidad, la creatividad y la cooperación humanas. Un mundo donde el dinero sea una oportunidad para el cambio y la transformación social.
Esta pluralidad de distintas formas de pago e inversiones ciertamente genera cierto caos, fragmentación y confusión. Esto puede causar desorden, división y dudas. Pero también ofrece más alternativas. Esto nos otorga nuevas capacidades y nuevos retos. Es decir, nos da nuevos poderes y nuevas desigualdades. Pero también crea la oportunidad de democratizar las finanzas.
El dinero es poder. Nos aporta seguridad, oportunidad y libertad. El dinero es una herramienta que puede ser usada para el bien o para el mal. Las criptomonedas tienen el potencial de reinventar el dinero, pero también tienen su letra chica. Es necesario evidenciar con acciones que el objetivo es construir un mundo más justo y solidario.
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